Cecilia Bákula

Grau: el héroe al que se quiere opacar

Empiezan a encumbrarse los antivalores

Grau: el héroe al que se quiere opacar
Cecilia Bákula
04 de octubre del 2020


¡Qué curiosa es nuestra realidad social y política! Queremos (o permitimos) que se pretenda olvidar y bajar de la gloriosa cumbre a la que algunos llegaron por sus méritos y heroicidad y que, por el contrario, se eleve y actualice la memoria de quienes, por sus propias maldades, deberían estar en el olvido y en las profundidades del averno. Y claro que me refiero a la extraña norma mediante la cual se ha suspendido la condición de feriado nacional del día 8 de octubre. Un día en el que recordamos, con gratitud, honor y orgullo, la memoria de nuestro hombre del milenio, el señor de señores, el Caballero de los Mares, don Miguel Grau Seminario.

Nunca podríamos oponernos a que el nuestro sea un pueblo trabajador y que se estimule la laboriosidad de su gente, pero hay circunstancias y fechas que por su simbolismo profundo no pueden ni deben ser tratadas como un día más. ¡Que debemos trabajar más! Nadie lo duda, pero no alcanzo a entender la relación entre ese interés, positivo por cierto, y la necesidad de dejar de considerar al 8 de octubre como una fecha en la que la población debe reflexionar, festejar (aun en pandemia), participar (aun virtualmente) y recordar las hazañas de quien, como Grau, es sustento de patriotismo, identidad, nacionalismo y heroísmo. Y que reúne en sí mismo, los valores que todos los peruanos debemos imitar y relievar. Valores eternos y no circunscritos a lo pasajero

Y claro que la ciudadanía debe poder “participar”, pues el denominado “feriado”, no significa no trabajar; significa tener el tiempo para dedicarlo, con libertad, a otros afanes vinculados a la patria que hoy, desgraciadamente, parecen no ser de importancia. Y si la población no deseara participar y sentirse realmente involucrada en el recuerdo de Grau, será, acaso, porque en los últimos años se han hecho grandes esfuerzos para desmotivar los valores cívicos y patrióticos. Será porque empiezan a encumbrarse los antivalores, será porque es muy duro tener que enfrentar la propia existencia como autoridad ante la sencilla grandeza, eterna y plena de Grau.

El 8 de octubre no es un día cualquiera. En ese día se hicieron reales y con sangre, las mayores audacias de nuestra historia, sacando fuerzas y valor aun cuando se podía prever el triste destino, al que nos había destinado una seguidilla de gobernantes y autoridades incapaces, seguidilla que pudiera entenderse como de una funesta continuidad. Pero, en medio de la adversidad, de la impotencia y la desventaja, nuestro Caballero de los Mares irrumpe en la historia con la grandeza de un gigante; hace temer al contrincante y, sin dejar ni el puesto de mando ni la convicción de su servicio, inmola su vida con la certeza de que es el mejor y más hermoso precio que se paga por un gran ideal.

Si desatendemos los valores reales de nuestra historia y queremos opacar la gloria de quienes no trabajaron por ella, pero la lograron con grandeza y heroísmo, ¿qué debemos esperar del valor que se quiere dar al recuerdo del Bicentenario? Quizá la pregunta debería ser ¿qué se quiere lograr del Perú? ¿Cómo se quiere construir el futuro? ¿Qué valores se nos quiere inculcar, no en palabras, sino en hechos contundentes que sean motivadores y que estimulen a las nuevas generaciones? ¿Por qué recibimos mensajes tan contradictorios, inoportunos e innecesarios?

Si se considera que don Miguel Grau no merece ser festejado y recordado por la población, y no se le da a esa población, los elementos para “disfrutar” de ese día en el recuerdo de nuestro héroe, nada podemos esperar del futuro. Aquí no se trata de lo “laborable o no laborable”, se trata de hacernos creer que se ha dado un paso positivo cuando se ha dado un gran paso en falso. Se trata de entender que lo que se pretende es obviar lo trascendente y destacar lo vacuo. Y además de desaprovechar la ocasión, especialísima por cierto, de transmitir un mensaje de respeto, unidad, excelencia, entrega y rectitud, valores de los que Grau es representante por antonomasia.

Grau no es de la Marina de Guerra del Perú, Grau no es de las Fuerzas Armadas. Grau es de todos y cada uno de los más de 30 millones de peruanos; es el símbolo nacional de lo que debe ser un ciudadano que cumple su deber hasta el extremo y que tiene su escala de valores tan firme que pudo haber dicho, como San Pablo en la Epístola a los Filipenses, a quien parafraseo: “para mí, la muerte es ganancia”. Para Grau, fue la victoria.

Cecilia Bákula
04 de octubre del 2020

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