Piero Gayozzo
¿Gobierno Territorial Autónomo Awajún?
Quieren prohibir cualquier actividad económica en “su territorio”
Esta semana se inició la Cumbre Nacional de Pueblos Indígenas, organizada por la Defensoría del Pueblo, la Contraloría General y el Congreso de la República. El evento ha congregado a más de 40 líderes nativos y, entre otras cosas, se ha orientado a “construir políticas públicas diferenciadas para la población originaria”. Para muchos esta causa resulta necesaria, pues las poblaciones nativas viven en zonas alejadas y carecen de servicios básicos, además de ser vulnerables al crimen organizado que actúa en sus territorios. Sin embargo, oculta un potencial problema para el país.
La Cumbre plantea el problema del tratamiento especial a los pueblos indígenas. ¿Por qué estas comunidades deben ser atendidas de manera privilegiada? La ingenuidad de muchos solo percibe las apariencias, aquella desigualdad real en la que viven, pero ignoran el fondo: el que los pobladores indígenas son ciudadanos. El solo hecho de llamarlos “indígenas” los disminuye y los coloca en una situación de inferioridad con respecto al ciudadano pleno. Dicha diferenciación propicia el tribalismo, la creación de una identidad distinta que debe ser reivindicada y deviene en la proliferación de un resentimiento entre los “indígenas”. Al ignorar que todos somos ciudadanos iguales comienzan los privilegios para aquellos diferenciados en lugar de proveerles los mismos servicios que a cualquier otro ciudadano le corresponden. Se crea así una suerte de apartheid en pleno siglo XXI.
Esta situación ha sido capitalizada por el wokismo en otros países. El wokismo es una de las formas más irracionales de la izquierda, pues no solo promueven la lucha de clases por identidades (LGBT, indígena, negra, de género, etc.), sino que consideran que la discriminación y la opresión prevalecen en toda interacción social. Recientemente, en Nueva Zelanda, país donde los maoríes gozan de privilegios económicos, educativos e incluso cuotas en las instituciones de gobierno, hubo controversia y protestas por la presentación de un Proyecto de Ley que intentaba acabar con dichos privilegios y dotar de un tratamiento igualitario a todos los ciudadanos. En Perú, parte de la izquierda woke ha intentado aprovecharse de los movimientos indígenas. No solo actores políticos como Verónika Mendoza, sino también medios y colectivos como Manuela Ramos cooperan con la AIDESEP, una organización indígena que congrega con agenda antiminera y dice ser la vocera de múltiples comunidades.
Entre estos movimientos debemos prestar atención a un ejemplo peligroso: el autodenominado Gobierno Territorial Autónomo Awajún (GTAA). Un colectivo que se presenta no solo en nombre como una unidad paralela al Estado peruano, sino que en sus estatutos y organización refleja sus claras intenciones de autonomía. El GTAA posee una “estructura de gobierno”, diferenciada en poder Ejecutivo y Legislativo, ha identificado un territorio propio, ha consignado la existencia de una lengua oficial, de una sede de gobierno, además de exigir lealtad a sus integrantes [Título III. Artículo 10. (f) Lealtad al GTAA. Artículo 11. (d) No traicionar al pueblo Awajún ni a su organización representativa.] ¿Cómo es posible que una unidad social pretenda crear prácticamente una “zona liberada” dentro del Estado peruano?
Pero no solo buscan un gobierno dentro del Estado, sino que también apuntan a evitar cualquier actividad económica en “su territorio”. Dentro de sus objetivos puede leerse que apuntan a “(e) Uniformizar una sola visión sobre uso y acceso a los dones de la naturaleza para fines de subsistencia.” ¿Subsistencia? ¿Quién quiere subsistir? ¿Qué pretenden decirnos, que, si cualquier recurso dentro de “su territorio” no se explota de forma artesanal y solo para uso de ellos, no formará parte del intercambio económico del país, así genere grandes riquezas para todos los peruanos?
Todos los ciudadanos deberían ser incluidos en la vida civilizada y no se debería fomentar desde el Estado ni el identitarismo ni el tribalismo. La modernidad es obra de la humanidad. Es un momento de la historia que vino de la mano del avance científico y tecnológico y nos ofrece beneficios mayores que las formas de convivencia arcaicas. El caso del identitarismo indigenista solo genera división en una comunidad que debe proyectar un futuro común y en el camino termina por crear privilegios para los supuestos oprimidos. Si no actuamos pronto, podría devenir no solo en la búsqueda de privilegios para un grupo de ciudadanos, sino en la creación de comunidades con un estatus de cuasi independencia dentro de nuestro país.
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