Oscar Schiappa-Pietra

Gobernanza global del “sector tecnológico”

Especialmente de las industrias de información

Gobernanza global del “sector tecnológico”
Oscar Schiappa-Pietra
25 de enero del 2019

 

Las más altas autoridades gubernamentales de Japón, Sudáfrica, China y Alemania, reunidas esta semana en el Foro Económico Mundial, en Davos, han emitido pronunciamientos coincidentes abogando por el establecimiento de un régimen común de supervisión global para el llamado “sector tecnológico”, que comprende —entre otros rubros— a las industrias de procesamiento de información. Y es que, no obstante que clamamos vivir en la era de la información, este sector productivo se asemeja a una selva inhóspita carente de regulaciones y donde cada quién actúa según su libre albedrío. Los riesgos de esa ausencia de gobernanza son inmensos, variados y costosos.

La materia prima estrella de nuestros tiempos son los datos, particularmente aquellos referidos a la identificación personal, los hábitos de consumo, las relaciones personales, las opciones ideológicas o partidarias, las condiciones de salud y otros. Esos datos, principalmente los procesados a través de sistemas de inteligencia artificial, han adquirido un inmenso valor comercial y político. Pero, a la par, su almacenamiento, distribución y procesamiento ha generado inmensos riesgos que afectan a nuestra dignidad, privacidad y seguridad personales. De un lado, los riesgos generados por intrusiones ilícitas en sistemas de almacenamiento de datos (hackeos) representan gravísimos riesgos para la seguridad internacional, de los mercados y de las personas.

Pero, de otro lado, no podemos soslayar los inmensos riesgos que también emergen a partir del almacenamiento, distribución y procesamiento de datos personales por parte de actores que operan con plena legalidad, aunque dentro de un ámbito desregulado. Y es que, dentro del actual contexto en el cual se han creado monopolios naturales basados en la superioridad tecnológica —como lo son Google, Microsoft, Facebook, Amazon y varios otros— resulta exorbitante y descontrolada su capacidad para almacenar, distribuir y procesar información extremadamente sensible para la privacidad personal. No son ya solamente datos referidos a hechos anteriores, sino también a la capacidad que tales empresas han adquirido para predecir situaciones personales futuras a través del uso de sofisticados algoritmos. En suma, esos monopolios de la información han alcanzado la capacidad de conocer a cada individuo y de predecir su futuro mejor que él mismo, sin que se hayan desarrollado a nivel global parámetros de gobernanza para encausar tales desbordadas capacidades.

El primer ministro de Japón, Shinzo Abe, acaba de afirmar que su país usará su presidencia del G20 este año para impulsar un nuevo sistema internacional para supervisar cómo se usan los datos. La gobernanza de los datos será el tema central de la próxima cumbre anual del G20, a realizarse en Osaka en junio próximo. El énfasis de esas discusiones estará en la ampliación de las reglas de la Organización Mundial del Comercio para abarcar el comercio de datos, así como los bienes y servicios.

El primer ministro japonés no está solo: El presidente Cyril Ramaphosa de Sudáfrica dijo que una mayor supervisión del sector tecnológico también estaría en la agenda de los líderes de la Unión Africana cuando se reúnan, a principios del próximo mes, en Addis Abeba (Etiopía). La canciller alemana, Angela Merkel, pronunció un discurso abogando por un "mercado digital común" en la Unión Europea. Dijo que la supervisión internacional del uso de datos era necesaria para evitar la oposición a todo el sector tecnológico de quienes temen el ritmo actual del cambio tecnológico.

Hablando después de la canciller Merkel, en el Foro de Davos, Wang Qishan, vicepresidente de China, también sostuvo la necesidad de una mayor coordinación internacional en la supervisión del sector tecnológico, pero no mencionó la privacidad personal. En lo que parecía ser una referencia indirecta a los estrechos vínculos del gobierno chino con el sector tecnológico de ese país, que implica una amplia vigilancia de la sociedad civil, el vicepresidente Wang enfatizó que cada país también debería tener la libertad de establecer algunas de sus propias políticas.

Los comentarios de esos cuatro líderes no fueron concertados, y existe poca claridad entre ellos respecto a qué rubros del “sector tecnológico” requieren ser priorizados en los proyectos regulatorios, o cuál debiera ser la arquitectura de estos. A su turno, Estados Unidos tradicionalmente vienen privilegiando un enfoque privatista en la materia, consistente en dejar que el mercado se regule por sí mismo. Por su parte, los países miembros de la Unión Europea propician límites mucho mayores sobre cómo las empresas pueden usar los datos, en particular a través de la imposición de las estrictas reglas de privacidad mediante el reciente Reglamento General de Protección de Datos. En cambio, China no acepta la imposición de límite alguno a la capacidad del Gobierno para acceder a la información personal de las personas.

La canciller Merkel sostiene que la rápida difusión de la tecnología digital en la vida cotidiana, y las implicaciones que tiene en el futuro del trabajo y la seguridad de los datos requerirán una mayor cooperación internacional. Pero ella reconoció que nadie sabe cómo escribir las reglas, y que ni el enfoque estadounidense ni el chino funcionarían para los europeos, quienes valoran mucho la privacidad y la justicia social.

Y es que, como ha precisado el primer ministro Shinzo Abe, resulta excepcionalmente difícil diseñar un régimen global de gobernanza de la información que carezca de fronteras y a la vez proteja la privacidad personal, las acciones de inteligencia para la seguridad nacional y la propiedad intelectual. Su gobierno propugna expandir las competencias de la Organización Mundial del Comercio para regular el “sector tecnológico”.

Pero los riesgos de la era de la información van más allá. Un dato de la política contemporánea en muy diversos rincones de la aldea global es la erosión y fragmentación de los sistemas de partidos políticos tradicionales, y la transformación de los electorados que abandonan progresivamente el tradicional y robusto centro político para abrazar opciones polares y extremas. Diversos son los factores que concurren en la causalidad de esta crisis de la democracia representativa, pero existe consenso que la entronización de Internet y de las redes sociales vienen cumpliendo un rol regresivo. En efecto, ellos tienden a eliminar la intervención institucional de los medios de prensa y de los partidos políticos, permitiendo la emergencia de todo tipo de discursos y propuestas, sin el control de calidad y veracidad que solía caracterizar a esas tradicionales instancias.

Tal erosión y fragmentación de las instituciones partidarias viene generando grandes dificultades para el ejercicio gubernamental, pues ahora demandan negociaciones entre opciones diametralmente opuestas y entre un gran universo de reducidos actores partidarios. Las consecuencias son muy visibles en los Estados Unidos de Trump, en el Reino Unido del Brexit y en el Brasil de Bolsonaro, entre otros; y tambien, menos notoriamente, en los Países Bajos, cuyo actual partido de Gobierno controla solamente el 22% de los escaños parlamentarios y tiene que concertar con otras doce agrupaciones allí representadas.

En medio de nuestros escándalos de coyuntura nacional, los asuntos sobre la gobernanza global del “sector tecnológico” tienden a parecer distantes, pero no debieran serlo. Como ciudadanos del mundo tenemos el deber moral de entregar a las siguientes generaciones un entorno global sostenible. Además, en el marco de nuestra precaria institucionalidad reguladora de la economía de mercado, este debiera ser un factor catalizador de buenas prácticas para alcanzar un adecuado equilibrio entre los consumidores y las empresas proveedoras. Y ya hoy las redes sociales propician una peligrosa polarización, incluso mediante la propalación de fake news, que sin duda afectará las condiciones bajo las cuales dentro de un par de años, en 2021, elegiremos a nuestro próximo Gobierno.

 

 

Oscar Schiappa-Pietra
25 de enero del 2019

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