Miguel Ibarra
Entre el continuismo y la reforma
Sobre la nueva mesa directiva del Congreso
Es mayo y como todos los años, previamente a la elección de la Mesa Directiva del Congreso (en julio de cada año), los partidos políticos, a través de sus grupos parlamentarios, empiezan a realizar las coordinaciones y acuerdos previos para establecer las futuras alianzas que llevarían a una lista concertada y multipartidaria. Son alianzas en las que, más que coincidencias políticas, existe la lógica de la suma de votos, y en las que algunas veces se acuerdan rotarse la candidatura a la presidencia del Poder Legislativo.
Sin embargo, dentro de los acuerdos de distribución de cargos en la mesa directiva de estas denominadas alianzas, hay un conjunto de áreas que dependerán exclusivamente de las vicepresidencias, las mismas que tienen módulos de personal y áreas o direcciones a su cargo, aquellas sobre las que no tendrá mando alguno ni el presidente ni el Oficial Mayor del Congreso, aunque usted no lo crea. ¿Por qué? Por qué casualmente estos puestos forman parte de un acuerdo en el que se distribuyen cuotas de poder dentro del parlamento, y al que se suman la repartición de algunas importantes comisiones ordinarias del Congreso.
Estas formas complejas de cogobierno, si bien forman parte del juego democrático de las mayorías, son la prueba indubitable de la crisis de nuestro sistema de partidos, reflejada en las múltiples y atomizadas bancadas. ¿Esto constituye un juego lícito y transparente de la democracia parlamentaria? ¿Es esto un ejemplo claro de eficiencia, gobernanza y ética pública? ¿Esto fortalece la carrera pública del servicio parlamentario y su meritocracia?
Si bien las alianzas políticas forman parte de juego democrático, los postulantes al sillón de Francisco Xavier de Luna Pizarro, deberían fortalecer los mecanismos de transparencia parlamentaria y presentar un plan de trabajo o plan de acción, o tareas prioritarias del Congreso para su periodo anual de sesiones, con propuestas y prioridades tanto de carácter legislativo como administrativos, documento por el que, además, deben asumir en conjunto responsabilidad política solidaria y compartida por sus decisiones.
Desde el ámbito de las leyes, preocupa la reducida calidad de la producción legislativa en el Perú llena de leyes declarativas, como las que han creado recientemente doce universidades sin infraestructura, sin presupuesto, sin condiciones básicas de calidad, etc. Los legisladores y su organización parlamentaria (cuyo número de secretarios técnicos es limitado), no solo están dejando de observar los requisitos mínimos aplicables al diseño de una norma, sino que además están generando leyes vacías y simbólicas. Gastamos miles y millones de soles en el trabajo de asesores de despacho y secretarios técnicos de comisiones para que estudien, analicen y propongan leyes declarativas. Tenemos incluso comisiones ordinarias que literalmente tiene una casi nula producción legislativa, pero con todo un módulo de personal contratado. Pareciera que la eficacia y la eficiencia en el gasto por resultados no forma parte del argot parlamentario.
Los ciudadanos quieren saber, además, que se hará en temas de carácter administrativo en el Congreso, habrá por ejemplo austeridad presupuestal, reducción de personal en áreas hacinadas, se implementará el estatuto parlamentario, habrá concursos públicos de plazas, cómo se manejará la transparencia en compras etc.
La elección de esta Mesa Directiva 2024-2025 es importante, porque marca el inicio del proceso de transferencia del modelo unicameral al bicameral encargado por la Ley N° 31988, “Ley de Reforma Constitucional que restablece la Bicameralidad en el Congreso de la República del Perú”. Una reforma que requiere: experiencia parlamentaria para proporcionar los espacios de diálogo necesarios para la aprobación de los reglamentos de las nuevas cámaras; una visión institucionalista (que reoriente la gestión administrativa y proteja la vida institucional del Congreso mediante la transparencia y la meritocracia, así como la independencia de poderes); y una actitud democrática abierta al diálogo, pero con liderazgo y autoridad.
Los escenarios políticos venideros traerán interpelaciones a ministros y quizás censuras, así como más pedidos de vacancia por incapacidad moral permanente, contra una presidenta cuyo gobierno se cae a pedazos cada día, y sobre el cual este Congreso soportará más críticas por su falta de liderazgo e iniciativa.
El Congreso necesita ganar su batalla contra el desprestigio para no caer en lo que decía Georg C. Lichtenberg, científico y escritor alemán, que decía “Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”; y en recordar la frase de Abraham Lincoln, quien decía “Se puede engañar a parte del pueblo parte del tiempo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo”.
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