Guillermo Vidalón

¿El retorno del péndulo?

La alternancia de demócratas y golpistas en nuestro Gobierno

¿El retorno del péndulo?
Guillermo Vidalón
10 de septiembre del 2019

 

Durante su vida republicana, el Perú ha enfrentado diversos periodos funestos, ocasionados por conflictos internos o externos. Los más frecuentes han sido los internos. Por ejemplo, Augusto Bernardino Leguía decidió prolongar su mandato mediante reelecciones sucesivas, se quebrantó el orden constitucional y una de las democracias civilistas (bajo los parámetros de entonces) pierde vigencia. El oncenio llegó a su fin arrastrado por la crisis económica internacional de 1929, la pérdida del respaldo del clero y el levantamiento del piurano Sánchez Cerro desde la ciudad de Arequipa.

La nueva primavera democrática fue liderada por Manuel Prado Ugarteche, quien sucedió al Mariscal Oscar R. Benavides, y luego de seis años en el poder le entregó el mando a José Luis Bustamante y Rivero, quien gobernó entre 1945 y 1948, cuando fue depuesto por tras el golpe militar que encabezó Manuel A. Odría. Ocho años después, en 1956, Odría, el general de la alegría, había perdido el siempre efímero respaldo popular y los cuestionamientos a los manejos de los fondos públicos no se hicieron esperar. El general convoca a elecciones y resulta electo Manuel Prado para un segundo período gubernamental.

Prado fue duramente criticado por Pedro Beltrán Espantoso, director de La Prensa, un diario vinculado a Sociedad Nacional Agraria, que entonces hacía contrapeso al decano de la prensa nacional, El Comercio. El debate sobre el modelo de desarrollo a implementarse en el país permitía que la ciudadanía se informe y se nutra. Ante la crisis económica, Prado decide convocar a Pedro Beltrán al Ministerio de Hacienda, quien puso en orden la caja fiscal y el país nuevamente se enrumbó hacia el crecimiento.

En 1962 se convocó a elecciones y el líder y fundador del partido aprista, Víctor Raúl Haya de la Torre, ocupa el primer lugar, pero no llega a contar con el número de representantes necesarios en el Congreso de entonces para lograr ser ungido presidente. Prado no culmina su mandato y la democracia otra vez naufraga. El otro candidato con arrastre popular fue Fernando Belaunde Terry, quien denunció fraude y se levantó en Arequipa.

Los militares vuelven a tomar el poder, esta vez encabezados por una Junta Militar presidida por los generales Ricardo Pérez Godoy y Nicolás Lindley, que ocuparon el sillón presidencial por un año y convocaron a elecciones. Fernando Belaunde es electo presidente constitucional pero no llega a culminar su mandato. El escándalo de la pérdida de una página en un contrato petrolero (real o ficticio) generó el escenario suficiente para una nueva interrupción de la democracia.

En esta oportunidad el general Juan Velasco Alvarado toma el poder y gobierna por siete años bajo las banderas de la recuperación de la dignidad nacional. En 1975, Velasco es depuesto por su vicepresidente, el general Francisco Morales Bermúdez. Se dice que tomó el poder para evitar un conflicto bélico externo. 

En 1978, Morales Bermúdez convoca a elecciones para elegir representantes, quienes tenían por misión redactar una nueva Carta Constitucional en un período de un año. En 1980, Fernando Belaunde es electo para un nuevo período de gobierno. La crisis económica, el fenómeno del Niño de 1983, la creciente acción subversiva y las denuncias de malos manejos hicieron que su partido sea sancionado por la ciudadanía en las elecciones municipales de 1983, en las que la izquierda logra presidir por primera vez el Concejo Provincial de Lima.

En 1985, el partido aprista llega al gobierno con Alan García. No obstante las denuncias de corrupción, el mal manejo económico y el terrorismo, la democracia se mantuvo a flote. En 1990, Alberto Fujimori es electo y decide bajo el aplauso de la calle dar un golpe de Estado que es aprobado masivamente por la ciudadanía, en las encuestas y en la calle, como se suele decir afirmar en la en la actualidad. Diez años después, tras derrotar al terrorismo y acabar con la hiperinflación, renuncia a la presidencia por actos de corrupción que comprometen a su gobierno, además de las denuncias de violación de derechos humanos por las que fue juzgado y padece condena.

Los próximos cinco gobiernos –Valentín Paniagua, Alejandro Toledo, Alan García II, Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski y el actual Martín Vizcarra– han recibido el beneplácito de la calle, que ha demostrado ser efímero. La algarada no genera ni estabilidad ni confianza. Un país creíble es aquel que se somete a las leyes porque ve en ellas el camino más adecuado para refrenar sus ambiciones.

 

Guillermo Vidalón
10 de septiembre del 2019

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