Horacio Gago

El Perú nació serrano

Lo que el papa Francisco no vio en Madre de Dios

El Perú nació serrano
Horacio Gago
24 de enero del 2018

 

La presencia del papa Francisco en Puerto Maldonado y su defensa de los pueblos originarios amazónicos, básicamente resumida en el apoyo a sus reivindicaciones (muy justas desde luego) y la condena a la ignominiosa trata de personas, se ha interpretado como un deseo de conocer la problemática compleja de esas tierras, una mezcla de naturaleza y humanidad agredidas. Pero también pudo ser una oportunidad para acercarse a las causas de tanto problema y de lanzar palabras de orientación para resolverlos. Esto no fue así, por lo menos no al ciento por ciento.

En tiempos recientes el drama de los peruanos amazónicos se ha complicado (aún más de lo que ya eras desde los tiempos del caucho) debido a la difícil relación con los peruanos no amazónicos, que llegan a sus tierras para afincarse como colonos agricultores o pequeños mineros informales. Venidos fundamentalmente de la sierra peruana, esos colonos traen al llano amazónico un concepto de progreso sustentado en el potencial agrícola y minero ahí existente. Madre de Dios quizá no sea un emblema de región agrícola, pero es indudable que el cultivo del cacao, café, cítricos y orquídeas, así como la piscicultura y los mariposarios, son posibles. Madre de Dios no solo podría atraer colonos por el oro de sus cuencas, sino también por esas otras actividades.

El punto está en la demonización del pequeño minero informal, al que todos los opinantes y periodistas llaman “pequeños mineros ilegales”. Es la regla general y la muletilla permanente que repiten quienes no entienden nunca de las causas de los problemas, sino solo de los síntomas. Madre de Dios está como está debido a que la gran minería, a causa de la puerta giratoria y sus lobistas, ha logrado establecer políticas públicas que el Estado ha convertido en leyes y reglas formales para expulsar y esfumar la pequeña minería del oro.

Para estos grandes intereses, la explotación del oro, la plata y el cobre simplemente es feudo exclusivo de la gran minería, su coto cerrado, una chacra. Desaparecer cerros enteros y lavar oro a veces contaminando el agua que beben después los pueblos es algo usual y legal para ellos. Ahí está para atestiguarlo la agresión a la naturaleza en Cajamarca. ¿No se multiplicaron los bares y la prostitución en Cajamarca en los años gloriosos de la empresa Yanacocha? ¿No creció la población de la ciudad casi al doble y convirtió muchas de sus calles en tugurios?

La trata de personas, la agresión a la naturaleza y el tráfico ilegal en general son las consecuencias (y no las causas) de organizar las actividades humanas con sesgo excluyente, tal como ocurre en el tema minero en el Perú.

Por favor no se confunda. Esta no es una defensa del maltrato a la naturaleza que ocurre en Madre de Dios a manos de informales venidos de las serranías, sino un intento de explicar que ese maltrato es producto del empeño por impedir una pequeña minería formal bien organizada, encauzada y apoyada por una legislación plausible y adecuada al pequeño peruano emprendedor. Mientras más adversas sean las realidades legales, la informalidad mostrará su peor rostro y aparecerá incentivada por una promesa de progreso, aun a costa de riesgos altos.

¿Sabrá el papa Bergoglio que los antiguos peruanos entendían la geografía de modo transversal? Es decir, cubriendo todos los pisos ecológicos —desde los más altos en los nevados hasta los más bajos en la costa y en la selva alta amazónica— para así asegurar la explotación de los recursos de un modo racional y ordenado. Seguro que el Papa sí sabe de esto. Entonces cabe la pregunta de por qué no habló de los colonos y de los pequeños mineros informales. Ojalá Francisco visite Cajamarca, Cerro de Pasco o La Oroya.

 

Horacio Gago
24 de enero del 2018

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