Raúl Mendoza Cánepa

El bullying es más

Memear al que piensa distinto es un signo de nuestro tiempo

El bullying es más
Raúl Mendoza Cánepa
06 de marzo del 2017

Memear al que piensa distinto es un signo de nuestro tiempo

El bullying suele centrarse en la violencia escolar, aunque se vive en todos los estratos de la sociedad y es más tangible en las redes sociales, donde prevalece la injuria y ralea el razonamiento. El agravante de la escritura en Internet es que el insulto o la infamia permanecen como una señal del tiempo, aunque el tiempo sea cambiante como el itinerario de la subjetividad de las personas ¿Y qué es del derecho a la memoria?

Leía de la web del Minedu lo siguiente: “A diferencia de un adulto que tiene más habilidades socioemocionales desarrolladas, los niños y adolescentes —cuya autoestima se encuentra en proceso de formación— tienen menos capacidades para solucionar por sí solos un caso de bullying o de acoso permanente en la escuela. Por ese motivo es necesaria la inmediata intervención de los adultos para asistirlos y resolver este problema que puede llegar a tener consecuencias tan graves como la depresión o el suicidio”.

En realidad, también en la adultez se comprometen mucho y más la reputación, el empleo, el matrimonio, las relaciones sociales. La afectación moral puede ser grave por sus consecuencia: perder el empleo (o la dificultad para conseguir uno), conflictos familiares con efectos en terceros y, desde luego, impactos psicológicos que no deben desdeñarse. En el suicidio de adultos también puede observarse un resquebrajamiento brutal de la autoestima. Lo mismo puede aparecer como una opción de fuga el alcohol y la droga, cuando no la violencia.

El cyberbullying, por ejemplo, afecta la honra y neutraliza capacidades. No es para tomárselo a la ligera. Y aunque se subsuma en delitos contra el honor, merecería un trato especial, pues la interacción se retroalimenta y multiplica; y la mancha deviene en horda incontrolable. En una sociedad donde la argumentación escasea, crecen el insulto y la imputación fácil. La prueba plena y la certeza son asuntos de jueces. Lo grave es que la honra y el buen nombre no son renovables, imprimen una huella. En las redes sociales la ignorancia del derecho es comprensible. La presunción de inocencia no existe, es un submundo en el que la culpa precede a la prueba y el linchamiento al debido proceso. Si no lo saben, en el mundo real rige la presunción de inocencia, que solo culmina cuando el juez sentencia y la sentencia queda firme y ejecutoriada.

El ciberbullying resta a la libertad de expresión. Ir contra la corriente de opinión no es solo perder amigos, es ser objeto de la canallesca, de la masa que vitupera y de los flechadores ocultos en el anonimato. La cobardía del teclado es un signo de los nuevos tiempos, cuando ya no nos decimos las cosas en la cara y el pecheo apenas se sintetiza en un signo. El coraje falsificado es la impronta del Facebook y del Twitter.

Serás víctima, objeto, si defiendes o más si impugnas algún postulado de nuestras guerras ideológicas modernas: unión civil, ideología de género, aborto, etc. En muchas ocasiones, serán precisamente los nuevos liberales quienes actúen como los cruzados de una fe contra aquellos a los que llaman, precisamente, “los cruzados de la fe”. En este terreno la libertad y la tolerancia se vuelven difusos o contradictorios. Se trata de ganar más que de razonar. Llamar “idiota” o memear al que piensa distinto es un recurso poco hábil y sutilmente demostrativo de ciertas carencias, pero ese es el nuevo signo de nuestro tiempo. Las redes sociales no solo enardecen y alimentan polémicas, las reducen al simple desahogo, al cacareo bruto, al ladrido con ecos.

El bullying es grave en los niños, pero poco sirve minimizar sus efectos perversos en los adultos. Estos finalmente se enriquecen o se envilecen ante tal infortunio. Las consecuencias son imprevisibles.

PS. Por cierto, el bullying escolar suele centrarse en las características físicas. En la escuela empezamos por no tolerar al que tiene sobrepeso, al que no tiene la estatura, al que tiene por demás algún rasgo en el rostro y al que la horda convierte en una caricatura. Ya adultos, el físico es marginal, atacamos a quien piensa diferente, al que tiene otra fe, al que la tiene, al que no la tiene, al que opina o incluso al que se abstiene de opinar.

 

Raúl Mendoza Cánepa

 
Raúl Mendoza Cánepa
06 de marzo del 2017

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