Tino Santander
¿Durará el gobierno?

Se necesita cambiar el gabinete y convocar a uno de ancha base política
Comienza a sentirse por calles y plazas que estamos ante un gobierno débil, desorganizado y desorientado. Lo demuestra la preocupante caída de la aprobación presidencial en las encuestas. Muchos sectores comienzan a percibir que el país está paralizado entre sonoros eslóganes marketeros, pero no ven a PPK gobernando y dudan de que se concreten sus espectaculares anuncios. "Estos eslóganes —dicen los comentarios— encubren la incapacidad gubernamental". Según el periodista Mirko Lauer, el gobierno ha perdido la iniciativa política y su “superioridad moral” en la lucha anticorrupción con el descubrimiento de que el asesor presidencial Carlos Moreno implementaba un "negociazo" con la salud de los más pobres. Denuncias de los fundadores del partido gobiernista acusan al congresista de sus filas Gilbert Violeta de haber vendido candidaturas para el congreso y de aprovecharse de su privilegiada posición para hacer negocios.
Por otro lado, los empresarios juegan su propio partido. Quieren invertir en servicios básicos a través de las asociaciones público-privadas, para lo cual exigen un sistema de inversión más ágil y que elimine la sobrerregulación administrativa. Se reúnen entre ellos para reafirmar sus convicciones en favor de la inversión, con una prédica inútil que solo convence a los convencidos. No se comprometen con la "revolución social" propuesta por el presidente Kuczynski ni consideran conveniente aliarse con los sectores populares para compartir el esfuerzo y hacer realidad el proyecto presidencial. Los atemorizan sus cálculos y prejuicios; por eso prefieren ejercer el lobby para lograr sus objetivos, en lugar de contribuir a la lucha política por un país diferente.
El país que no ven ni conocen es el de los diez millones de peruanos que viven sin agua ni desagüe en los desiertos, en los cerros y en las provincias; sin seguridad, sin salud ni educación, ni transporte digno. Sin embargo, estos peruanos tienen esperanza, rabia y gran capacidad de lucha. Pero tienen otros miedos, distintos a los que siente el empresariado. Temen a la privatización, al aumento de las tarifas de los servicios públicos, a la prepotencia de la burocracia, a que nadie los defienda del abuso. No se comprenden por eso los conflictos sociales que se originan en estos escenarios de pobreza y marginación social. La tecnocracia liberal, desconectada de la realidad, afirma que tiene un software para prevenir y resolver los conflictos sociales; tal como lo señala alegremente Rolando Luque, jefe de la Oficina Nacional de Diálogo y Sostenibilidad de la PCM.
Sin que la elite se dé cuenta, se está organizando un enorme movimiento popular contra ella; sin ideología, sin líder, sin expresión en los medios de comunicación. Nace de la frustración de millones, agobiados por la inseguridad de las calles, que además ven con impotencia la corrupción política. Son los campesinos que luchan para que sus pueblos se conviertan en distritos y tengan acceso al presupuesto; es el medio millón de mineros informales excluidos. Ellos y otros están a punto de rebelarse, a pesar de la fortaleza económica que alaban los organismos internacionales. Es la paradoja de crecimiento económico con grandes desigualdades, que no se quiere ver con seriedad. La revolución social que propone Kuczynski es impostergable; pero ya no la puede hacer la tecnocracia liberal gobernante porque es tarea del consenso político. Por eso, el presidente Kuczynski no tiene otro camino que cambiar el gabinete y convocar a uno de ancha base política, que tenga credibilidad y legitimidad democrática. El otro camino es caer en el abismo del fascismo, a la moda en diversos países del mundo.
Tino Santander Joo
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