Jose Antonio Torres

Donald Trump: duro de matar

Ha salido ileso de más de un atentado en plena campaña electoral

Donald Trump: duro de matar
Jose Antonio Torres
16 de octubre del 2024


Estados Unidos se precia de ser la primera economía del mundo y garante de las libertades ciudadanas, que hacen posible que cada cuatro años sea elegido un presidente de la República. Pero las elecciones a desarrollarse el próximo 5 de noviembre tienen características singulares que vale la pena analizar.

La declinación del presidente Joe Biden y la proclamación de Kamala Harris como candidata demócrata fue forzada por el bajo desempeño de Joe Biden en el primer debate presidencial. Y fue decidida, sobre todo, a pesar de la renuencia de Joe Biden a dar un paso al costado, luego de que el ex presidente Donald Trump saliera ileso del atentado del que fue víctima a fines de julio. Las imágenes de Trump con el puño en alto fueron tan contundentes que obligaron a estrategas, asesores, cooperantes de la campaña y a las bases del partido Demócrata a coincidir en la necesidad de que sea la vicepresidenta Kamala Harris la abanderada demócrata.

El sistema electoral norteamericano hace posible la elección del presidente por parte del Colegio Electoral, y no en función del voto popular, lo que afianza los pesos y contrapesos. Se trata de una democracia que asigna dos senadores a cada Estado, sin importar la densidad electoral y que a la par permite la elección en la Cámara de Representantes en función del número de electores en cada Estado.

Con las elecciones parciales de "medio tiempo" se garantiza una mayor movilidad en la formación de mayorías en ambas cámaras. Ambos partidos, tanto el Demócrata como el Republicano, tienen presencia en todo el país, lo que no impide la participación de otros candidatos presidenciales, que al no estar en las papeletas de los 50 estados, ciertamente tienen escasa opción de ser electos.

El debate político en la presente campaña está marcado por la inflación y el desempleo en el plano económico, y por la migración y el narcotráfico en materia de seguridad interna. Y cada vez es más gravitante la confrontación sobre los derechos reproductivos de la mujer, las políticas en torno a la familia y a los derechos LGTQ+.

Los temas de política exterior y de seguridad internacional han pasado a segundo plano, a pesar de la invasión de Rusia a Ucrania, las acciones terroristas de Hamas y la reacción militar de Israel luego de haberse cumplido un año de los condenables sucesos del 7 de octubre. Ciertamente que para los grandes grupos de poder sí importa la crisis de Medio Oriente y el apoyo al Estado de Israel. Si en los años sesenta y setenta del siglo pasado la política norteamericana estuvo signada por la Guerra de Vietnam y el ejercicio de los derechos civiles, hoy la agenda política tiene matices relacionados con los puntos fundamentales de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas.

El gran electorado de las grandes ciudades, tiene una mirada distinta a la del electorado que reside en ciudades intermedias, con poblaciones ajenas a los grandes temas internacionales, así como al cosmopolitismo o a la confrontación o batalla cultural que se libra en las grandes universidades y ciudades de la unión americana. El partido Demócrata está influenciado por el progresismo, por lecturas y miradas políticas en las que un meomarxismo sutil parece inspirar un discurso contestatario en temas como la familia, el derecho al aborto, el matrimonio igualitario o el cambio climático. Y el liderazgo internacional de Estados Unidos ha declinado ante el peso mayor de economías emergentes como China o la India. Por su parte sus aliados tradicionales de Occidente, la OTAN y una Unión Europea burocratizada, parecen perder el paso ante un escenario internacional cambiante. 

Las elecciones norteamericanas son observadas en Latinoamérica desde la perspectiva migratoria, preocupando la suerte de millones de migrantes que siguen llegando a territorio norteamericano. La migración no sólo procede de México o Centroamérica, también hay migrantes procedentes de Cuba, país marcado por una revolución fracasada que "facilita" la migración de sus jóvenes hacía Estados Unidos, promoviendo los vuelos entre La Habana y Managua.

La política laxa de Joe Biden ha alentado que desde Venezuela en especial, y a través del Darién panameño, miles de personas en las peores condiciones se atrevan a iniciar un largo periplo arriesgando su vida. En el camino son víctimas de bandas organizadas, que se han especializado en "ayudar" a que los migrantes ilegales ingresen a territorio norteamericano. Donald Trump ha endurecido sus críticas a los demócratas por permitir la vulneración de las fronteras, apoyándose en hechos ciertos, como la presencia de integrantes del "tren de Aragua" en New York y otras importantes ciudades. Siendo el voto libre, la disputa final, como ha ocurrido otras veces, se dará en los llamados estados "pendulares", en los que no existe una amplia ventaja a favor de determinado candidato.

Las tiranías latinoamericanas parecerían ser menos importantes para los demócratas y Kamala Harris. El tirano Nicolás Maduro espera una victoria de Harris y confía que su gobierno seguirá el accionar complaciente de la administración Biden. Por el contrario, existe un temor mayor en términos políticos por parte de Maduro, Díaz Canel o Daniel Ortega ante una eventual victoria de Donald Trump. Si el presidente Jimy Carter asignó importancia a la política de Derechos Humanos y al retorno a la democracia en América Latina, durante los gobiernos de Clinton y Bush se impulsó la suscripción de Tratados de Libre Comercio con países como México, Colombia, Perú y Chile.

El presidente Obama fue amigable con la dictadura cubana y el gobierno de Venezuela, demostrando ingenuidad o en todo caso poniendo de manifiesto la influencia de asesores progresistas con una mirada meomarxista. Donald Trump dirigió la política exterior con altas dosis de pragmatismo, exigiendo a los países integrantes de la OTAN que aumenten los fondos estatales para cubrir el presupuesto de defensa, liberando a Estados Unidos de un peso desproporcionado en el financiamiento del gasto militar. Donald Trump a pesar de que afronta cargos penales, es el líder republicano de un partido que hoy goza de mayor aprecio entre los trabajadores industriales y que tiene su base electoral entre los electores alejados del cosmopolitismo, que se sienten nacionalistas, defensores de la familia tradicional y cercanos a un credo religioso.

El partido Demócrata ha perdido el apoyo tradicional de los sindicatos, de los sectores obreros y de ciudadanos, que tienen la mirada puesta en los Estados Unidos y no en el resto del mundo. Mientras que Joe Biden parece un presidente ausente, el discurso de Kamala Harris utiliza la victimización como arma política, poniendo énfasis en su origen, narrando su historia personal de lucha y superación. Donald Trump por su parte es descrito por sus opositores como prepotente, altanero, machista o violador del orden constitucional; sin embargo ha afianzado su liderazgo en sectores tradicionales de un país orgulloso de su historia y en el que millones de electores, considera que la agenda globalista abrazada por los demócratas no coincide con sus ilusiones y aspiraciones.

Donald Trump ha salido ileso de más de un atentado en plena campaña electoral. Estados Unidos tiene una historia marcada por los magnicidios, no dudo que el ex presidente Trump resulta incómodo para determinados sectores políticos. Las investigaciones sobre los atentados no han concluido, sin embargo en el imaginario popular que no tiene límites en materia de relatos, existe la impresión de que Donald Trump puede acuñar como frase final de su campaña: Donald Trump, duro de matar.

Jose Antonio Torres
16 de octubre del 2024

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