Hugo Neira

Donald Trump. ¿Del negocio inmobiliario al salón oval?

Donald Trump. ¿Del negocio inmobiliario al salón oval?
Hugo Neira
03 de octubre del 2016

Lo que le atrae más simpatizantes es no ser político

Muy pronto serán las elecciones norteamericanas y conviene tratar de entender a Donald Trump y la América de estos días. No comenzaré por admirar el que sea un magnate, un millonario —en USA los hay como cancha—, sino quién es. Cómo se hizo rico y qué oficios ha tenido el hombre que quiere llegar a ser el 45° presidente de los Estados Unidos. Millonarios en USA hay unos 10 millones (al 2014). Y que sepamos, ninguno ha querido ser jefe de algo que no conocen, el Estado. Y que tiene otra lógica que los negocios. Ni mejor ni peor, otra. El bien común. A ver si nos entendemos.

Diremos también quiénes son sus partidarios. Adoran sus seguidores que en sus discursos —muy aplaudidos— la palabra que más usa el candidato al salón oval comienza con efe (fuck), en especial cuando se refiere a mexicanos y musulmanes. Voy a proporcionar al amable lector datos básicos sobre el candidato Trump. ¿Quién es? ¿Qué hizo? ¿Qué sabe?

Nace Donald Trump el 14 de junio de 1946 en Nueva York. En 1971 toma las riendas de la sociedad inmobiliaria del padre, y la bautiza como The Trump Organization. En 1996 adquiere los derechos sobre los concursos televisados en torno a Miss Universo y Miss América. En el 2003, es el presentador de la emisión de telerrealidad The Apprentice. Y es en junio del 2015 que se propone como candidato por el partido republicano a las presidenciales del 2016.

En resumidas cuentas, es un tigre en el campo de las inmobiliarias, no por ello un urbanista o un constructor. Compra y vende casas, edificios, condominios. Nada del otro jueves. Lo que mis abuelitas cusqueñas dirían “un mercachifle” con éxito. Y además, vedette en la televisión. Y en la función pública, “ni un solo día”, dice en el New York Times Peter Wehner, un republicano que trabajó al lado de Ronald Reagan y de George Bush padre. Pero que hoy es gran crítico de Trump.

“En su campaña —añade el columnista— muestra su ignorancia en temas elementales de interés nacional. Trump no sabe qué tipo de misiles nucleares tenemos, en tierra, aire y mar, ni sabe diferenciar la Fuerza Aérea Al-Qods (que es de Irán) de los kurdos o los ensayos de los norcoreanos”. Hay algo en Trump que lo irrita. “Ningún otro candidato a la presidencia ha despreciado tanto el conocimiento, al punto de ser insensible a su propia ignorancia”. Trump, pese a todo eso, consigue ser ovacionado cuando propone construir un largo muro en la frontera sur de los Estados Unidos y expulsar inmediatamente a 11 millones de inmigrantes clandestinos, en gran parte mexicanos. O cantarle las cuarenta a China.

¿Qué tipo de público lo escucha favorablemente? Ha visitado durante su campaña, de preferencia, las zonas más golpeadas. A Mobile en Alabama, Illinois. Ha estado en Massachusetts, “donde un habitante sobre cinco tiene un diploma universitario”. Es decir, el más bajo en cultura en USA (The Washington Post). Su manager de campaña, Corey Lewandowski, dice que se ha elegido para mítines “esos pueblos cuyos habitantes están convencidos de no haber sido escuchados ni por demócratas ni por republicanos”. O personas de situación precaria. Un ex gerente de restaurante que ha cerrado en Oklahoma porque cerraron un pozo de petróleo cercano. O aquel ciudadano que no le pasa nada, Alexis Aronson, 36 años, pero tiene la impresión “que el país no se mueve”. Hay entre los entrevistados, vendedores de tractores sin clientes, desempleados obreros y jóvenes que admiran a Trump “por su mentalidad de businessman”. La cosa es clara. Trump se presenta como un outsider. La mayor razón que argumentan sus simpatizantes es simple como el iceberg que hundió al Titanic. “Nos gusta Donald Trump porque no es político”. Por lo visto se han olvidado de que Roosevelt, un político, los sacó de la crisis, y no los banqueros.

Trump promete algo que pondría los pelos de punta a los “padres fundadores”. “Honestamente, no voy a tener el tiempo de hacer 100% de honestidad”. “Es un demagogo —dice Wehner—, va a derrumbar nuestro sistema institucional”. “Es el fin del sueño americano”, dicen unos. Otros, más agudos, se preguntan cómo va a enfrentar Donald Trump al ruso Poutine. Trump es bueno para el contacto directo y con gente simple. ¡Es un vendedor! ¿Pero ante Poutine? El ex soviético no proviene del mercadeo de casas, sino de dirigir la KGB. ¡Pobre América, Bush hijo nos va a parecer un príncipe del Renacimiento cuando gobierne Trump! De la crisis de las elites tendríamos, entonces, que hablar. Cuando había un Churchill, un Mao, un De Gaulle, no había populistas.

Caramba, ¿también en USA «cualquiera es presidente»? Eso nos ocurrió el 2011. Por caminos inesperados, la sociedad civil americana y la peruana se están pareciendo en esa ideología del desdén a la política y la adoración al becerro de oro, al dinero a cómo dé lugar, tan de moda. Pero que nosotros no salgamos del pozo del “todo mercado” y la justicia solo para los que tienen enchufe y que se pueda cachetear a un policía, es una cosa, y otra que se hunda USA. ¡Y nosotros con ellos!


Hugo Neira

Hugo Neira
03 de octubre del 2016

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