Dardo López-Dolz

Democracia: consenso y evolución

Sobre las reformas política y judicial

Democracia: consenso y evolución
Dardo López-Dolz
02 de octubre del 2018

 

La evolución saludable y sólida de una democracia supone capacidad de consenso. Como el consenso puntual (o lineal) es casi inalcanzable, incluso dentro una sociedad muy pequeña, y generalmente insostenibls en el tiempo, hasta para el mejor avenido de los matrimonios, la práctica y la razón han llevado a las democracias sólidas y a los partidos políticos que las integran a definir una banda o franja de opiniones con límites definidos acerca de lo que es deseable y lo que es inaceptable en materias consideradas fundamentales. Al interior de esos límites caben matices discrepantes, los cuales pueden incluso configurar facciones si logran estructurarse bajo un liderazgo y alrededor de un número importante de seguidores.

La velocidad de la vida contemporánea, el bombardeo de información (sea cierta, importante, irrelevante, inexacta o deliberadamente falsa) al que la media y las redes someten cada segundo al ciudadano, el constante cambio tecnológico, la velocidad con que se transmite hoy el conocimiento y el perfeccionamiento constante de los métodos de difusión (asolapada) de los intereses de los dueños del dinero grande, han relegado a las ideologías estructuradas a la categoría de un fenómeno anacrónico al que, en este mundo hedonista, cada vez menos jóvenes prestan atención. Lo dicho obliga a los partidos políticos al esfuerzo inteligente, constante, económicamente sostenible, proactivo, capaz de adaptarse al cambio constante sin perder norte ni esencia, ni abandonar la razonabilidad en aras del pragmatismo inmediatista, cuya costosa factura hemos tenido que pagar.

Estamos bastante lejos de lo propuesto, como lo refleja en la proliferación de “partidos” y candidatos ante cada elección, la “solución” traumática a las divergencias y tendencias al interior de un mismo partido, y la beligerancia destructiva con que se vienen enfrentando personas que comparten un mismo norte económico dentro de una banda ideológica compatible. La discusión de reformas constitucionales debería ser la oportunidad de ajustar aquelloss procesos en los que, tras años de aplicación, se evidencian necesarios cambios para fortalecer la democracia.

Para construir respeto y credibilidad de los poderes del Estado necesitamos mejorar el nivel académico y la experiencia requeridos para postular a puestos relevantes. Por lo menos al mismo nivel requerido para ser designado, nombrado o contratado en puestos de dirección pública. Con el nivel de conocimiento necesario para gestionar adecuadamente en pleno siglo XXI, resulta demagógico seguir llamando discriminatoria a una barrera razonable para quien será remunerado con nuestros impuestos.

En el caso de los jueces, nada solucionaremos definiendo quién elige a los miembros del fallidamente corporativista CNM. Lo que se debe hacer es elevar el mínimo nivel académico acreditado para ingresar a una carrera judicial (sin puertas falsas), y acompañarlo de un entroncamiento indirecto imprescindible con el voto popular y las tendencias prevalecientes en la Corte Suprema.

El financiamiento bancarizado es un avance. El aporte en cabeza del accionista libera a las empresas del rencor posterior de quien cree haber recibido poco favor de los dineros corporativos, pero resta sinceridad al interés que respalda cada opción. El financiamiento público resta recursos a las múltiples necesidades básicas de los ciudadano más necesitados. Sería más eficaz acompañar estos cambios de un aparejamiento remunerativo y provisional al mercado privado, de los aproximadamente 2,500 cargos públicos relevantes por elección o designación, acompañado de serias sanciones que hagan poco atractivo el “financiamiento paralelo” de la función y las servidumbres que genera.

Como el error recurrente es del votante, la popular no reelección absoluta es un desatino sin sustento racional posible. Mucho mejor hubiera sido una transición tendente a eliminar el voto preferencial, restringiendo su uso al senado (en uno o dos procesos) para permitir la adaptación o retiro de los que dedicaron su vida a la política. Quien más depende de una plaza, más arriesga y más le vale invertir en forma sostenida en el estudio, generación y sostenibilidad de esa plaza.

 

Dardo López-Dolz
02 de octubre del 2018

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