Juan Sheput

Defendiendo a Dina: la falacia ad hominem

Cuando no hay argumentos para ocultar los errores

Defendiendo a Dina: la falacia ad hominem
Juan Sheput
05 de abril del 2024


Una falacia es simplemente un engaño, una mentira, una farsa. La categoría
ad hominem significa algo que está dirigido contra el hombre. Una falacia ad hominem es una farsa que ataca al hombre y no a sus argumentos. Busca descalificar al oponente, no yendo contra sus ideas o planteamientos, sino descalificándolo. O contaminando aún más, buscando desviar la atención hacia el terreno de la amenaza, del hecho catastrófico. Por ejemplo, si alguien defiende un proyecto de ley, en lugar de debatir sobre sus argumentos, se le descalifica llamándolo desordenado, indisciplinado o borracho. O si alguien defiende una propuesta, responder que si se acepta la misma la situación será peor, un desastre. Todo vale con tal de desviar la atención.

La falacia ad hominem se ha convertido en el principal instrumento de batalla de los escuderos de Dina Boluarte, los que la justifican por todo. Si alguien condena las joyas de la presidenta se le acusa de caviar. Si se dice que la inmoralidad justifica la vacancia presidencial se le sindica como enemigo de la institucionalidad. Si uno osa decir que el clima de deterioro es de tal magnitud que lo mejor para el país es el adelanto de elecciones a uno se le acusa de querer el adelanto “para postular” o ser parte del “eje del mal” o, peor aún, que la situación será peor pues se elegirá a una calamidad. 

Eso sucede porque los defensores de Dina Boluarte no tienen argumentos para ocultar su evidente complicidad. Tienen que recurrir a la falacia ad hominem para ponerse a la defensiva o desviar la atención de los hechos concretos que abruman a la presidencia. Esos hechos concretos, que son posesión de joyas y relojes por centenas de miles de dólares, cuentas bancarias por millones de soles, incompetencia en la gestión o indicios de enriquecimiento ilícito tratan de ser desviados, atacándose a la persona o dibujando en el futuro escenarios de catástrofe. Uno se convierte en terrorista, golpista, caviar, anti institucionalista, parte del eje del mal o causante de un triunfo electoral antisistema. Obviamente a esta confusión se prestan los diversos medios de comunicación cargados de analistas o abogados que todo lo ven desde el punto de vista teórico o jurídico, cuando el problema es eminentemente político.

Soy de los que piensa que lo mejor para el país es el adelanto de elecciones, y que la pregunta que debemos plantearnos es si el país podrá resistir dos años y medio más en esta situación. En lo personal, pienso que no. El nivel de deterioro será muy grave de llegar al 2026. Y antes de pensar en términos de izquierda o derecha analicemos el asunto con más profundidad y pensemos en relación a la supervivencia del Estado, ahora amenazado por la delincuencia organizada, el narcotráfico y otros graves problemas que afectan a nuestra sociedad. En el 2026 puede ser demasiado tarde. Y la forma como llegue el país a ese año, si es que no se hace nada, será responsabilidad del elenco político, mediático y empresarial actual.

Juan Sheput
05 de abril del 2024

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