Guillermo Molinari
Neuropolítica: ¿Cómo votarán los electores en el Perú? (I)
El cerebro como escenario de la decisión electoral

Hoy en día, los nuevos métodos y estrategias para aplicar la neuropsicología en diversas ramas de la actividad humana —incluida la política— ofrecen aportes valiosos a asesores, politólogos y analistas, permitiéndoles encontrar respuestas donde antes no las había.
Nuestra intención es comprender cómo reacciona el cerebro humano ante hechos y situaciones que captan su atención y lo emocionan. Si logramos entender cómo funciona el cerebro en el momento de elegir, podremos anticipar la decisión que tomará un votante frente a una imagen, un mensaje o una campaña política.
Desde hace algunos años, la inteligencia artificial y el neuromarketing político vienen demostrando que, en milésimas de segundo y sin que seamos conscientes, nuestro cerebro ya ha tomado una decisión antes de que la racionalicemos.
El uso de las redes sociales, los medios de comunicación y la educación ideologizada configuran escenarios diseñados para orientar al elector hacia determinadas marcas políticas, audiencias y candidatos. Se busca impactar la mente del votante mediante videos, fotos, textos, audios o cualquier estímulo capaz de activar el inconsciente en el menor tiempo posible, incluso en un segundo.
El neurocientífico Diego Redolar, profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), analiza cómo ocurre este fenómeno tanto en situaciones simples —como la elección de un producto en el supermercado— como en procesos complejos, como votar por un candidato en unas elecciones. Redolar sostiene que la inclinación hacia un político depende no solo de factores históricos, políticos, socioeconómicos y culturales, sino también de mecanismos cerebrales de toma de decisiones.
Hoy en día, varios estudios muestran que cuando la población se inclina por una opción política —sea un candidato, líder o figura pública—, la decisión no solo depende de factores ideológicos, culturales o socioeconómicos. Intervienen además una serie de mecanismos y sistemas cerebrales capaces de alterar lo que previamente había establecido nuestra conciencia. Algunos expertos en neuropolítica afirman que los votantes ya no somos dueños de nuestros pensamientos; otros, más atrevidos, sostienen que nunca lo hemos sido.
La neuropolítica ha permitido entender cómo se aplican determinadas estrategias para adaptar mejor el mensaje político a distintos segmentos de votantes. Por ejemplo:
- ¿Cómo reacciona una persona joven de entre 20 y 35 años ante una noticia política?
- ¿Cómo lo hace alguien mayor de 60?
- ¿Qué ocurre con un habitante del centro o del sur del Perú?
- ¿Y qué pasa si la campaña se dirige a poblaciones rurales amazónicas o altoandinas?
Surge entonces la pregunta: ¿qué tanto de los modelos predictivos del neuromarketing político y del análisis de candidatos se utiliza hoy en las campañas en el Perú? ¿Cuál es la fotografía actual frente a las elecciones de 2026?
Las personas tomamos decisiones a diario. Algunas son triviales —como qué ropa vestir o qué ruta tomar para ir al trabajo—, pero otras tienen consecuencias trascendentes y duraderas, como elegir a nuestras autoridades en las urnas.
A diferencia de lo que se creía décadas atrás, la neurociencia y la neuropsicología muestran que la elección de un líder o de una postura política no es un proceso puramente racional, meditado y consciente. Los factores emocionales cumplen un papel crucial: las emociones nos motivan a actuar, y una vez tomada la decisión, recurrimos a la lógica para justificarla desde un plano analítico.
Todas nuestras elecciones, incluso las cotidianas, están impregnadas de emociones —por ejemplo, qué color de ropa nos hace sentir mejor—, y el marketing político aprovecha esa realidad. Su objetivo es entrenar a los candidatos para conectar emocionalmente con sus públicos.
No todas las emociones son eficaces; solo lo son aquellas capaces de movilizar a la base electoral y captar la atención de los indecisos, quienes podrían optar por otras alternativas dentro de la misma corriente ideológica. Los votantes responden neurológicamente a estímulos políticos ligados a emociones, que determinan cómo procesamos la información y nos inclinan positiva o negativamente hacia un estímulo. Hoy, la fotografía electoral muestra que alrededor del 38% del electorado está indeciso, y hacia allí se orientarán los esfuerzos de los candidatos.
En consecuencia, no sirve cualquier emoción en una campaña. Funcionan únicamente aquellas que movilizan a la base y atraen a los indecisos. Las emociones juegan un papel clave en cómo percibimos la información política y en la manera en que respondemos a ella.
En este punto, los mensajes de campaña responden con distintas emociones:
- Algunos apelan al miedo sutil, advirtiendo lo que pasará si no ganan.
- Otros refuerzan la confianza y la seguridad como promesas de estabilidad.
- Hay quienes apelan a la desolación y el vacío, señalando la inacción de partidos anteriores y el cansancio ciudadano frente a la falta de visión.
- Otros movilizan desde la indignación y el enfado, llamando a recuperar el espíritu nacional.
- También están los que buscan un equilibrio entre lo racional y lo emocional, transmitiendo coraje mediante propuestas claras y límites definidos.
- Finalmente, algunos recurren al resentimiento, recordando promesas incumplidas.
En un país como el Perú —multicultural, multilingüe y multiétnico, con marcadas diferencias históricas, sociales e ideológicas entre regiones—, las estrategias deberán ser diversas. Los partidos políticos tendrán que combinar las emociones colectivas con las emociones personales de sus candidatos, quienes en debates y campañas mostrarán su verdadero perfil y características.
En la segunda parte de este análisis profundizaremos en cómo reacciona el cerebro de los votantes frente a debates, publicidad, sesgos y, finalmente, en el momento decisivo frente a las urnas.
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