Guillermo Molinari
Neuropolítica: ¿Cómo votarán los electores en el Perú? (II)
Las promesas de los aspirantes moldean la percepción del mundo de quienes votan

Nos hemos preguntado: ¿qué ocurre con la actividad mental de los votantes durante las campañas? ¿Qué pasa por sus mentes cuando se dan los debates? ¿Qué áreas y estructuras cerebrales se movilizan? Los expertos señalan que, en la corteza cerebral, los lóbulos frontales son los que más se activan. Estos poseen la capacidad de crear representaciones del futuro y de forjar visiones específicas de lo que está por llegar. Las expresiones de los aspirantes moldean la percepción del mundo en la mente de quienes votan.
En estos procesos intervienen las neuronas espejo, un conjunto de células que conectan directamente con el plano subconsciente de las emociones, sentimientos, afectos y con las acciones de los candidatos observados.
Si bien el proceso de decisión involucra una red neuronal extensa, el sistema límbico es el núcleo donde se generan y gestionan las emociones. Dentro de él, la amígdala cumple un papel central en nuestras respuestas emocionales frente a distintas situaciones. Esta estructura resulta clave en la preferencia o rechazo hacia un candidato, porque su función es hacernos sentir antes que pensar.
Surgen entonces preguntas inevitables: ¿por qué, a pesar de las promesas incumplidas, se sigue votando por el mismo candidato o partido? ¿Por qué las encuestas incluyen incluso a candidatos que no pueden postular? ¿Qué explica que justifiquemos propuestas inviables cuando provienen de alguien que representa nuestra ideología?
Desde la neuropsicología, las respuestas se encuentran en los sesgos cognitivos, que emergen en todo proceso de posicionamiento y toma de decisiones. Investigadores como Kahneman —Premio Nobel de Economía en 2002— y Tversky cuestionaron las teorías racionales sobre la elección política. Ellos demostraron que los sesgos cognitivos actúan de forma automática e inconsciente, alterando nuestra capacidad de interpretar adecuadamente la información. Así, las emociones y ciertos patrones influyen, y como consecuencia nuestro proceso de decisión se vuelve irracional.
En nuestro país hemos visto cómo muchas personas valoran más la forma de presentación de la información que el contenido mismo. Las palabras usadas tienen gran poder: los términos positivos son más apreciados que los negativos y, frente a dos propuestas similares, los votantes tienden a elegir la que utiliza un lenguaje amable y favorable.
Otro fenómeno frecuente es el efecto arrastre: aceptar algo solo porque muchas personas lo creen. La tendencia humana a formar grupos, seguir modas o sumarse a movimientos de opinión facilita este efecto. Por eso, en política se suele mencionar a colectivos, asignarles características y una mentalidad común, con el fin de que los percibamos como un bloque.
Como puede notarse, cognición y emoción están estrechamente ligadas. Los prejuicios distorsionan nuestra visión, nos llevan a conductas automáticas y terminan influyendo en nuestras elecciones y en el voto que emitimos.
En una realidad política como la peruana —anacrónica y desgastada, marcada por la volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad—, resulta fácil que aparezcan los sesgos cognitivos al momento de decidir.
Estos prejuicios son difíciles de modificar, pero conviene reflexionar: la próxima vez que escuche a un aspirante, piense en cómo sus propios sesgos influyen en su postura y decisión. No repita patrones de voto como en elecciones pasadas. Recuerde que la confianza es crucial para la seguridad y el bienestar tanto individual como colectivo. Muchas personas no tienen claro a quién elegir porque la información es confusa y las afirmaciones de los postulantes suelen ser poco verificables.
En elecciones complicadas como las que se avecinan, con tantos candidatos, diversas investigaciones internacionales usando técnicas de neuroimagen han mostrado que el cerebro no siempre opera de manera lógica, sino que recurre a atajos mentales. La imagen de los políticos es uno de estos atajos. La expresividad emocional y la estructura del rostro de un candidato resultan determinantes en decisiones de gran importancia. El procesamiento que el cerebro realiza a partir del rostro de una persona para atribuir confianza o desconfianza es automático y depende de estructuras como la amígdala y la ínsula anterior.
Tengamos cuidado con el voto por contagio, que aparece cuando la elección es difícil y la persona duda de sí misma: mira alrededor y, como salida fácil, termina imitando lo que hacen los demás. Estudios en neurociencia, psicología experimental y economía del comportamiento muestran que vecinos, amigos, grupos sociales y familias tienden a votar de manera similar.
En la última década, la neurociencia ha permitido identificar las áreas cerebrales que se activan al ver anuncios políticos. Los resultados revelan que la mayoría de las personas se dejan llevar más por el miedo y la emoción que por argumentos racionales. En el Perú, hemos comprobado que los votantes son más susceptibles a mensajes negativos que a positivos.
Finalmente, tengamos presente los mensajes que circulan en redes sociales. Muchos de ellos emplean inteligencia artificial para dirigir nuestros pensamientos y favorecer a determinados candidatos.
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