Hugo Palma

Cumbre de las Américas. Que no vengan (segunda parte)

Si adscribimos a la democracia, probémoslo fehacientemente

Cumbre de las Américas. Que no vengan (segunda parte)
Hugo Palma
27 de febrero del 2018

 

Importa tener en cuenta la fluidez de los sucesos políticos en la región. Abril es el largo plazo y, mientras tanto, avanza cada vez más rápido el propósito del Gobierno cubano-chavista de que salga de Venezuela el mayor número de personas. Hay que ser muy ingenuo para creer que Maduro lamenta la tragedia personal y familiar de millones de venezolanos, cuando su régimen es la causa principal; y por ello agrava la crisis prohibiendo cualquier ayuda humanitaria que pudiera aliviarla. Mientras menos gente quede en Venezuela, el régimen quiere creer que ganará algo más de tiempo y tendrá menos oposición. ¿Acaso no es lo que ha hecho y sigue haciendo Cuba? La exclusión del dictador será una señal histórica de que todo lo que hace su régimen y sus pares y aspirantes en la región, no será indefinidamente silenciado ni tolerado. La Unión Europea está alistando nuevas medidas en contra de la dictadura chavista. ¿Serán más concretas y eficaces que nuestros llamados “consensos”? Por ello, la decisión peruana es oportuna.

Se preguntará igualmente ¿y si no vienen todos?, ¿y si no hay cumbre? Serenidad. Si algunos gobernantes deciden no venir por la exclusión de Maduro, bienvenida sea su decisión. No hacen falta en una cumbre que tratará de democracia y lucha contra la corrupción, cuando el autoritarismo y la dictadura son los espacios donde este flagelo golpea más que en ningún otro. Y no se diga que eso depende de los actores, porque Pinochet, “el dictador diferente”, terminó como los otros, empeñado en asegurar el bienestar de sus descendientes. El éxito de la cumbre no depende de que vengan todos, sino de que los resultados impacten positivamente el tema que la convoca. Los pueblos no esperan un texto elegante y bizantino, sino resultados. De eso se deben preocupar los asistentes, inclusive proponiendo garras para la Convención Interamericana contra la Corrupción e identificando mecanismos eficientes y eficaces de cooperación. Para que los propósitos comunes, tantas veces ya enunciados, no terminen estrellándose contra la falta de voluntad política, la ineficacia y la negligencia.

¿Y si no hay cumbre? Serenidad. Por cierto no es deseable que ello ocurra, pero si pasara podría tener un efecto positivo. Demostrará, más allá de toda duda, que compartir espacios geográficos o afinidades históricas o de cualquier otro tipo no es suficiente para lograr propósitos que proclamamos comunes. Ya es tiempo de que mostremos las cartas. Si decimos adscribir a la democracia, debemos probarlo fehacientemente. No vale la pena seguir con sutilezas, eufemismos y ofrecimientos, pues llevamos doscientos años haciendo eso. No es mandatorio, en aras de un consenso, considerado como valor en sí mismo, seguir diluyendo compromisos hasta su total irrelevancia. Por último, si todos los gobiernos del hemisferio no estuvieran dispuestos a enfrentar seriamente los enormes desafíos de la consolidación de la democracia y la lucha contra la corrupción, nada impide intentarlo entre aquellos que lo consideren indispensable. Los acuerdos entre Estados cabalmente dispuestos a asumir obligaciones claras y exigibles serán más valiosos que la palabrería que exige la inexistente “necesidad de que estén todos”. Con la fluidez de la política, en su momento otros gobiernos decidirán si conviene a sus pueblos adscribirse a los compromisos de verdad.

¿Afectaría esto a la fraternidad latinoamericana? No a la auténtica. Los pueblos sabrán leer y en el tiempo verán si están perdiendo algo importante y lo reclamarán. ¿Y la de los gobiernos? Si algunos acuerdos relevantes sobre democracia y lucha contra la corrupción la afectan, en buena hora.

 

Hugo Palma
27 de febrero del 2018

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