Hugo Palma

¿Los otros homicidas?

El Estado hoy trata a los peruanos como enemigos.

¿Los otros homicidas?
Hugo Palma
19 de junio del 2025


El homicidio es un crimen horrible. Matar deliberadamente a un ser humano, semejante a uno en casi todo es inadmisible, aunque lo hacemos desde las cavernas y no paramos los genocidios. Acabar con la matanza debe ser la primera responsabilidad y tarea de la humanidad. Todos los países lo sancionan como delito muy grave; aunque en la práctica el autoritarismo lo hace todos los días. ¿O cree que su vida vale algo en Corea del Norte, Rusia, China y su larga lista de seguidores, incluidos latinoamericanos?

El Perú así lo entiende en sus Códigos. Homicidio Simple. Lesiones graves. Parricidio. Homicidio calificado o asesinato y sus agravantes ferocidad, codicia, lucro, placer, gran crueldad o alevosía, fuego, explosión, etc. Es doloso cuando el autor tiene la intención de matar o culposo si la muerte resulta de una acción imprudente, negligente o dañosa. Ej. riña, golpes, atropellos, etc. Sus elementos son la intencionalidad o no y la inmediatez.

Pero también mucha gente muere por razones que no son “naturales”; sino resultado de daños producidos deliberadamente por otros. Ninguno de ellos desea la muerte de nadie, pero tampoco se abstienen de actuaciones delictivas que causan daños y perjuicios que, aisladamente, no deberían matar a las personas pero que acumulados la producen. Es morir a pocos por el pérfido actuar de muchos.

Las ratas son un peligro real por su sola cercanía. Transmiten numerosas enfermedades: peste, salmonelosis, enteritis, leptospirosis, tifo murino, etc. Su mordida puede producir gangrena. Temen a los humanos y suelen huir. Pero si la persona está indefensa, como una criatura dormida o está malherida o sin capacidad de moverse, las pueden matar y de hecho lo hacen, aunque no sea frecuente.

Los humanos nos hacemos daño muchas veces, incluso involuntariamente o sin conciencia clara de lo que podría sobrevenir. Pero también deliberadamente y sabiendo que es un delito o falta grave, porque dañar a otros nos produce un beneficio. Naturalmente, negaremos que lo estamos haciendo o lo relativizaremos con todos los pretextos. Nadie quiere asumirse culpable y hará todo lo que esté a su alcance para librarse de su responsabilidad y escapar del castigo. Fugarse, sobornar, acusar a otros, hacerse impune y hasta herir o matar.

Quienes lo hacen, actúan como las ratas. No querrán matar, pero su accionar mata. El actor individual sólo quiere hacer el daño que le baste para obtener su meta económica o mantener su poder. Obviamente, a mayor poder mayor daño. El tema es el del poder político, económico, delictivo o cualquiera otro. Y empezarán la letanía exculpatoria del “yo solo” que es interminable pues abarca todas las actividades; sectores económicos; ciudades y villorrios, etc.

Su variedad es gigantesca: exámenes médicos innecesarios; abogados especialistas en coimas; conductores salvajes que acumulan accidentes y papeletas; profesionales del seguro social que atienden “fuera”; profesores que exigen dinero, manoseos o peores cosas, rectores que venden cartulinas “A nombre de la Nación” con el título que quiera usted pagar; alumnos que plagian; empresarios abusadores o mercantilistas; comerciantes que trampean el peso o venden productos bamba; policías de tránsito que sugieren que “nos ayudemos”; funcionarios de ventanilla que siempre encuentran que “falta algo”; “inspectores que encuentran una aguja en un pajar”; todos agitados por la pesadilla de que se les acabe.

El Estado existe para proteger a sus ciudadanos; pero hoy nos trata como a enemigos. Obviamente hay muchísimos funcionarios competentes y honestos. Pero no pueden contra el poder político. ¿Qué instituciones públicas suscitan respeto? Banco Central, Superintendencia Banca Seguros, Marina de Guerra, Servicio Diplomático, institutos científicos y algunas otras. Lo demás, es otra cosa. Una Jefe de Estado que deambula como un holograma; un Ejecutivo que desconoce mayormente con mayoría de improvisados, mediocres, apocados, nepotistas, opacos e improductivos; gobernadores regionales, provinciales y municipales que reciben más y más dinero que se esfuma por millares de agujeros. 

¿Dónde están los miles de millones recibidos por el distrito de San Marcos, en Áncash, en más de veinte años? ¿A sus casas sin desagüe, veredas sin pavimento, desnutrición infantil, falta de colegios y agricultura sin riego? Y como ese, casi todos, en distinta medida pero igualmente carentes de lo esencial, por obra y desgracia de sus autoridades elegidas y quienes estos designen. Y la población del país, además ahora aterrorizada y víctima de una delincuencia feroz, creciente, incontrolable y cada vez más numerosa y poderosa; ¿a quién le interesa? ¿Y los otros poderes: Ministerio Público, Justicia, Tribunal Constitucional, Junta Nacional de Justicia, organismos, etc.? ¿Alguien entiende lo que están haciendo? ¿O son apenas edificios poblados por fantasmas intercambiables donde desaparece el dinero y la esperanza del pueblo?

Pero nada le gana al Congreso. Primer (y para sus miembros) único poder del Estado. Cada día recuerda más a Sodoma y Gomorra (incluyendo los servicios de trabajadoras especiales) y que Dios habría perdonado si encontraban diez justos. Debe haber diez congresistas “justos”, pero no pueden hacer nada frente a los “bloques” dominantes de membresías mutantes de lumpen congresistas. La borrachera de poder debe ser por el fentanilo. Ya nada los detiene. La Constitución sigue siendo modificada o simplemente descartada a la medida de sus caprichos e intereses. Su artículo 79 establece que: “Los congresistas no tienen iniciativa para crear o aumentar gastos públicos, salvo los relacionados con su propio presupuesto”. Pero con ayuda del Tribunal Constitucional que hay, eso ya fue. Se rompió el dique y todo vale. Ya no sólo la inflación descomunal de su propio presupuesto con derroches que apestan desde muy lejos, millares de asesores, secretarios asistentes y asistentas que no entrarían en el creciente número de locales (hasta en una playa de lujo) y cuyas hojas de vida o prontuarios o vinculación con congresistas y partidos deberíamos conocer.

Proponen y logran con o sin conformidad del Ejecutivo, enormes y obscenos dispendios populistas que acabarán destruyendo una economía que podría haber seguido creciendo a tasas admiradas en el mundo; y nos retrocederán al final del primer gobierno de García. Quieren aprobar todas las leyes que puedan para beneficio propio, incluyendo las que favorecen a la delincuencia empezando por su inminente impunidad, su permanencia en puestos de poder en el Estado y hacer daño al país y al pueblo al que nunca representaron. Han logrado el inédito desastre de convertir al Poder Ejecutivo en una suerte de empleado doméstico maltratado. Su relación de “apoyémonos” porque la cárcel se acerca, durará hasta que les sea útil traicionarse. Y cada día dicen o hacen una estupidez peor que otra. El pueblo, 34 millones, ya solo espera de ellos más calamidades. Es la institución más desprestigiada y repudiada del país, pero tiene sentido del humor: una “Oficina de Calidad Legislativa”.

El Estado en general, ya no puede ocultar su cercanía, vinculación y cooperación con la delincuencia y la criminalidad. Hay tanto dinero que la vida de las gentes no les preocupa nada porque “solo” les quitan un pedazo de carne: alimentación escolar y destrucción del empleo formal, millones de niños anémicos, servicios de salud con más dinero y peores resultados. Lo mismo en educación, la esperanza más valiosa del pueblo, que se frustra por el ejemplo de las autoridades, la legislación hecha por quienes no aprobaron ni un examen, ahora empeñados en destruir la meritocracia que costó tanto establecer en el Magisterio y la satisfacción de haber emasculado a la Sunedu y así acercarse a su sueño de la universidad-partido-dueño del gordo de la lotería e impune.

¿La cultura? Destruir, destruir. Y casi todo lo demás a la deriva: millares de obras paralizadas y de autoridades denunciadas, investigadas, procesadas y sentenciadas, nepotismo abierto y extenso, asalto a las cajas de crédito y cargarse el botín del Estado mientras “regalan” su propia plata a los futuros pensionistas para que cuando no tengan un pan, vayan a rogarles que les den las migajas que les sobren.

A eso hemos llegado por la conjunción mortífera de la corrupción con la incompetencia, la ignorancia, el populismo salvaje, la cien veces fracasada pero tenaz ideología extremista, el descontrol de las finanzas públicas, la persecución a todo lo que sea formal, decente, productivo y meritorio. Su ideal sería convertirnos en el Congo donde unos pocos pueden disponer para su provecho de la vida de millones. Y volvamos a los homicidas. Ellos no matan a nadie de un momento a otro y como cada actor criminal solo nos roba un pedazo de carne y algo de sangre, no se les puede llamar homicidas en sentido legal. Pero usted lector que no sabe si su familia comerá hoy, si su hijo regresará vivo a casa, si no puede pensar en algo más lejano que mañana, que es extorsionado, robado y herido y que le han robado hasta sus sueños; usted, puede llamarlos como quiera. Y no necesita buscarlos porque ya sabe quiénes son.

Hugo Palma
19 de junio del 2025

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