Dante Bobadilla
Cuentos oficiales
Mitos y leyendas para engañar al pueblo

A medida que avanza el gobierno de Vizcarra, el Perú se va convirtiendo cada vez más en un país de mitos y fantasías urdidos para mantener al pueblo en el ensueño. Mientras la realidad se deteriora día a día, los cuentos crecen en audacia, como en una serie dramática que en cada capítulo se hace más truculenta. Tenemos varios cuentos que nos cuentan a diario. Veamos.
El cuento del momento es el de la grave crisis política de la que solo el adelanto de elecciones podrá salvarnos. Es un psicosocial bien coordinado entre Palacio y los periodistas adictos a Vizcarra. Pero la realidad es que tenemos un gobierno que gobierna con plena tranquilidad, aunque lo haga mal y con desidia, pero allí está; lo mismo que el Congreso y las demás instituciones. Todos siguen su curso regular. ¿Dónde está la crisis? No existe. Es puro bururú. Detrás de este cuento está la desesperación de la mafia caviar por cerrar el Congreso.
Luego está el cuento de la cuestión de confianza sin límites. Este cuento corre a cargo de constitucionalistas contratados por Palacio para convencernos de que el presidente puede usarlo como le venga en gana, y convertirse en una especie de Ultramán, lanzándole rayos gama a los monstruos del Congreso. Curiosa interpretación de un recurso que está destinado al uso de los ministros para defender su gestión y política pública, y no para que el presidente se lo arroje al Congreso como dardos venenosos. Es otro cuento destinado a facilitar el ansiado cierre del Congreso, sueño obsesivo de la mafia caviar.
También nos cuentan el cuento del pueblo omnisapiente cuya voluntad está por encima de la Constitución y la ley. Resulta que el pueblo es quien gobierna al presidente y quien dirige la política nacional con su inmarcesible sabiduría. Las autoridades solo deben acatar el griterío de las masas en las plazas. Es un cuento bastante hipócrita cuando sabemos que tenemos uno de los pueblos más ignorantes del planeta, con una añeja cultura de corrupción, que al final se refleja en las autoridades que emergen de su seno. Como bien dijo el señor Carlos Mesía: al pueblo no se le obedece, se le gobierna y punto. Así es como funciona el mundo.
Pero el cuento más desaforado es el del psicópata fiscal Pérez, quien asegura que Keiko Fujimori es cabecilla de una organización criminal, cuya fachada es Fuerza Popular, y que está destinada a lavar activos provenientes de Odebrecht bajo la modalidad de aportes de campaña. Ha escogido ese cuento porque sabe que como aportes de campaña no podría acusarla de nada. Entonces inventa el mito macabro de la organización criminal y el refrito del lavado de activos para desmantelar al fujimorismo y acabar con el partido más grande del país y de oposición. Y ahora está desesperado por mantenerla presa como sea. Es el sicario de la mafia caviar. Y no es una etiqueta exagerada ni muy alegórica.
Mientras tanto, el Poder Judicial, sintiendo algún remordimiento de conciencia por la funesta actuación de jueces de quinta categoría que parecen cómplices de fiscales convertidos en chacales políticos, ha emitido una resolución fijando límites claros a la prisión preventiva. Es un poco tarde para algunos líderes políticos. Veremos más adelante si el Tribunal Constitucional se atreve a resistir la feroz arremetida de la mafia caviar en los días previos a ver la causa de Keiko Fujimori. Ya empezó la sucia campaña de intimidación por parte de los medios de la mafia. Pero sin duda veremos aún más, incluyendo el numerito del fiscal Pérez interrogando a Montesinos sin ninguna otra finalidad que el espectáculo morboso.
Así transcurre la vida en este país donde la mafia que controla los medios tiene el poder para propalar a diario sus cuentos, mitos y leyendas. La prensa no se ocupa más de la verdad. Todo es sensacionalismo y mito. Ya no quedan periodistas. Todos están convertidos en activistas de Palacio, repiten el libreto de Palacio y son agentes de la mafia caviar, cuya misión es convencernos de que hay una crisis, que el adelanto de elecciones es la única solución. Y que si el Congreso no se allana a la voluntad del pueblo, el presidente sacará el as de la cuestión de confianza para disolver al Congreso. Estamos avisados.
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