Hugo Neira

¿Crimen organizado o delincuencia?

¿Crimen organizado o delincuencia?
Hugo Neira
06 de noviembre del 2017

En el Perú se destrozan clases políticas enteras

 

Una calculada confusión semántica. A mí, de chiquito, mis abuelas y en el colegio fiscal 429 en Lince me enseñaron una cosa que se llama gramática. Era un tiempo en que la enseñanza se hacía para transmitir conocimiento y por cursos, no por “áreas” como ahora. Y las profesoras venían de la Normal. Aprendí, pues, que crimen es asesinato. Algo que tiene que ver con homicidio, fratricidio, parricidio. Crimen es cuando la fechoría es de tal dimensión como en Cajamarca, en la provincia de Chota, «una bebe de un mes de nacida es ultrajada y asfixiada por su padre, un adolescente de 17 años». No es lo mismo que cuando ordenan prisión preventiva al vicepresidente de Ecuador, Jorge Glas, «por el pago de sobornos». Por mucho que tenga que ver con coimas con Odebrecht —salvo que se negocie bajo la amenaza de un revólver— ahí no puede usarse el adjetivo de criminal. Lo correcto es delincuencial.

Me pregunto, sin embargo, por qué no se usa. No soy jurista, pero sí creo que no se juega con el significado de las palabras. Noto, por ejemplo, que Alberto Bustamante, abogado y catedrático en la PUCP, quien escribe sobre los últimos trece meses del gobierno de Alberto Fujimori y que se ocupa de los trajines ilícitos en la “fábrica”’ de Montesinos —a quien llama “el diablo”—, describe a las personas sindicadas como autores «del delito de lavado de dinero», en un libro notable no solo por su franqueza sino por su humor, y dice «delito» y no «crimen» (Del diablo su país, Norma, p. 69). No podemos confundirnos, como ahora estamos. Una cosa es estafar a alguien y otra pegarle un plomazo.

Delito es depredación, dolo, encubrimiento, soborno, falsedad y fraude. Por ejemplo, «Ex gobernador de Pasco es condenado a 15 años de cárcel» (El Comercio, 23.09.17). Hay 17 gobernadores regionales entre sentenciados, procesados e investigados. Todo eso es delincuencial. En prisión está el exgobernador de Ancash, Waldo Ríos, y su sucesor Enrique Vargas. Procesados por delitos y no por crímenes. El Poder Judicial los consideró culpables de haberse servido del cargo para favorecer licitaciones. En la misma página del mismo diario, viene la noticia de que un policía muere en una emboscada en el kilómetro 116 de la Carrera Interoceánica. Según los testigos, los agentes fueron atacados con armas de fuego. ¿Y eso qué es? Eso es un crimen. Por lo demás, crimen es una metáfora muy general del mal. Decimos es «un crimen matar a las ballenas» con lo cual se manifiesta un respeto por la vida animal. También es un crimen dejar una piedra, adrede, en la carretera norte, provocando un accidente.

Hoy se usa el término “crimen organizado” para señalar delitos. Me pregunto, modestamente, su origen. Hay dos posibilidades. Viene de la sumisión de las élites peruanas al idioma inglés. En efecto, en el mundo anglosajón se usa lo de asociación criminal. Pero eso proviene de su propia historia. El mítico Chicago de los treinta, que es mito cinematográfico y verdad histórica. Al Capone practicaba el viril deporte de agarrar a palazos a alguno de sus socios, delante de otros gánsteres, aterrados. O sea criminal y delincuencial. El Poder Judicial puede y debe investigar. Pero ¿desde el a priori del “crimen organizado”!? La cosa es obvia. Lo que cuenta es el efecto mediático.

Un sociólogo, Danilo Martuccelli, dice que en la política limeña el «humor es el del aplaste». Martuccelli no vive en Perú y no está en las sectas de la opinión, dice las cosas libremente, modesto profesor de París-Descartes, autor de una veintena de libros, el citado es Lima y sus arenas (Cauces Editores). ¡Cómo nos conoce! Sanciones a Caretas, por unos. Sanciones a Aldo Mariátegui, por otros. La polarización asesina civilmente a esos que no dicen lo correcto de un lado al otro de las facciones.

Me sorprende que no se haya usado, para esa investigación exhaustiva de personas sospechadas, algo que de entrada no insulte. Por ejemplo, «Comisión de estudio de posibles crímenes y delitos». Lo que se ha hecho es etiquetar a una serie de políticos con una calificación que los desacredita hasta el fin de los tiempos. En el Perú nadie va a volver a tratar de la misma manera a una persona que ha sido tratada públicamente de cabecilla del “crimen organizado”. El camino a la Presidencia para el 2021 está abierto, es lo que creen algunos. Yo veo en cambio outsiders temibles.

La historia del poder en el Perú es muy extraña. Se destrozan clases políticas enteras. Eso hizo Leguía deportando civilistas, mientras entregaba concesiones apetitosas a la Peruvian Corporation, a la London Pacific Petroleum. Luego llega Sánchez Cerro, «que emplea a su familia entera» (Alfonso Quiroz, Historia de la corrupción en el Perú, IEP, p. 255). Pero después del moralista José Luis Bustamente y Rivero vino el general Odría, y «hubo transacciones privadas que nadie se animó a revelar». Odría no bromeaba.

¿Crimen organizado? Nuestra delincuencia es oportunista e inacabada. El «dame veinte millones» de un expresidente. Y los fondos del “doc”, en el extranjero. O sea cutre, chicha, aunque nuestros jueces abordan el tema como si se jugara en las grandes ligas mundiales del delito.

Hugo Neira

 

Hugo Neira
06 de noviembre del 2017

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