Luis Hernández Patiño
Cosas de los comunistas
Son los maestros del doble lenguaje, de la narrativa sucia
En el Perú vamos a la segunda vuelta del proceso electoral para elegir al presidente. Y entonces los comunistas se acercan a los diferentes grupos sociales, hablándoles cositas lindas, cautivadoras, en algunos casos emotivas, con lágrimas de yapa. En cuanto a los jóvenes, les recitan, les cantan, los cortejan y los adulan, enfrentándolos a los viejos, diciéndoles que esos viejos ya fueron. Sin embargo, mucho ojo en este punto, porque si de viejos se trata, los comunistas ocupan algunos de los lugares más preponderantes en el álbum de la historia de los dos siglos pasados; y para su propio pesar, borrar sus figuras de aquel álbum les resulta imposible.
En su manifiesto, Marx dice que hasta ahora los movimientos han sido hechos por minorías, al servicio de minorías; y resulta que los comunistas se han dado maña para arrimarse y ser parte de esas minorías. Es por eso que hoy los vemos en el rol de grandes funcionarios de las instituciones del imperialismo global, imperialismo que en el Perú tiene a los del Partido Morado, como sus aplicados empleados.
En la práctica, los comunistas son la vejez vestida de novedad, el atraso disfrazado de progreso, el hambre proclamado como abundancia, el golpe arropado de democracia. Los comunistas encarnan lo falso como si lo falso fuese cierto. Son los heraldos de un visceral odio que ellos venden como si ese odio fuese amor. Promueven lo más intolerante de lo intolerable bajo la etiqueta de tolerancia. Representan lo más retrógrado en cuanto a ideas, programas y planes políticos que, habiendo ya fracasado, ellos pretenden presentar como alternativas modernas, viables y efectivas, para ganar las simpatías de los jóvenes votantes y de ese modo llegar al gobierno.
Los comunistas saben más por viejos que por comunistas. Y es por eso que han sido capaces de encaramarse en el poder, aunque no los hayan elegido, haciendo gala de una gran habilidad para maniobrar en el terreno político, tal como lo demostraron el pasado mes de noviembre, en medio de la crisis política que nos tocó enfrentar en el Perú. Ya en el siglo XIX, cuando vieron que la lucha de clases no iba a ser el motor de la historia, tal como su amado Marx planteaba, ellos se encargaron de robarle a la historia su motor. Es decir que se apropiaron de la lucha de clases, la cual pasó a ser un rubro de servicio político que los comunistas ofrecían a quienes pudiesen estar interesados en contratarlos, como proveedores de agitación y violencia revolucionaria. Al respecto, sería interesante ver de dónde salió el dinero para costear la revolución soviética de 1917.
Los comunistas son los maestros de la paradoja, del doble lenguaje, del doble pensamiento, de la narrativa sucia, de la versión prostituida de los hechos, de la instigación más maquiavélica que se puede imaginar. Poseen una gran experiencia para revirar el sentido original de las cosas. Son muy hábiles a la hora de presentar lo que no es como si fuese. Así, hacen aparecer a los más desalmados asesinos como si fuesen héroes y a los héroes como algo peor que asesinos. De ahí su amor al tal Guevara, a Guzmán y a todos los criminales que ellos idolatran.
Felizmente, en el Perú hay jóvenes que no están dispuestos a dejarse engatusar, y a esos jóvenes me gustaría invitarlos a investigar. Los exhorto a que investiguen, para que se den cuenta de todo lo negativo que los comunistas llevan en su pesado morral. Aquí no se trata de insultar a los comunistas, porque eso los pondría como víctimas y les daría motivos para que empiecen a lloriquear. ¡Eso es lo que ellos buscan y quieren con afán! De lo que se trata es de ponerlos al descubierto, despojándolos de todo ese ropaje de nueva “santidad” que ellos mismos se han puesto. Lo que menos quieren los comunistas es que se les desnude, y lo que hay que hacer es investigar para mostrar sus andanzas, sus fechorías históricas y sus vínculos financieros, porque los comunistas no mueven ni un solo dedo si no es por dinero.
En un sentido metafórico, los comunistas se parecen a un viejo leñador que andaba por el campo buscando a un joven para que le haga el favor de afilar su hacha. Cuando el joven apareció por el camino, el viejo lo llamó y le dijo: “¿Ves ese bosque que está al frente? Bueno, si tú afilas mi hacha, yo compartiré la mitad del bosque contigo”. Mientras el joven hacía el trabajo, el viejo le sobaba la espalda, le recitaba lindos poemas y le recordaba que gracias a su colaboración iba a salir de pobre, que ya no iba a necesitar trabajar para algún patrón. Entusiasmado, ilusionado, más que emocionado, el joven hizo su tarea y una vez que tuvo el hacha en sus manos, el viejo se marchó sin decir nada. Se dirigió al bosque y empezó a derribar los árboles. El joven le recordó la promesa que le había hecho, pero el viejo ni lo escuchó. Entonces, el joven alzó la voz, y el viejo lo miró de una forma severa, como advirtiéndole. Cansado, el joven se quiso revelar, pero entonces el viejo, en vez de darle a los árboles, le empezó a dar a él con su hacha para eliminarlo y no tener ni un solo oponente.
Hoy, frente al riesgo en el que nos encontramos, y por una cuestión de patria y de conciencia, no permitamos que los comunistas se apoderen del Perú. Nuestro país no tiene por qué entregar su presente ni hipotecar su destino a una minoría totalitaria que busca convertir a los miembros de nuestra sociedad en sus esclavos.
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