Darío Enríquez

Comercio informal, economía popular y tugurización

Fenómenos que se retroalimentan en ciertos espacios urbanos

Comercio informal, economía popular y tugurización
Darío Enríquez
30 de noviembre del 2021


Continuamos con nuestras entregas sobre el fenómeno de tugurización en nuestras ciudades, en especial el centro histórico de Lima. Se trata de un problema que tiene muchas aristas, y para su estudio muestra diversos puntos de abordaje. En esta ocasión trataremos sobre las complejas interrelaciones entre tal fenómeno con el comercio informal y la economía popular.

Desde que el problema del comercio informal desbordó nuestra ciudad capital (a inicios de los años ochenta, en el siglo XX), se hizo evidente que la “logística” de almacenamiento y distribución de ese comercio informal contaba con espacio disponible (poco propicio, nada recomendable y por lo general con riesgos tanto sanitarios como de siniestralidad) en los predios cercanos a su actividad comercial callejera. Literalmente, las familias mezclaban sus muebles y enseres con cajas rodantes, carretillas y toda suerte de contenedor “casero”. También se ocupaba cualquier espacio común en quintas, solares, callejones y terrenos desocupados o con inmuebles en ruinas. Se guardaban al final de la jornada y volvían a salir muy temprano al día siguiente. Entre la diversidad de cosas “almacenadas” encontrábamos plásticos, papelería en general, vestimentas, productos perecibles, alimentos procesados, artefactos eléctricos, sustancias inflamables, etc., todo entremezclado sin mayor noción de seguridad, idoneidad ni prevención de posibles siniestros.

Tampoco olvidemos que las conexiones “clandestinas” de electricidad (en verdad a la vista, paciencia, tolerancia y complacencia de las autoridades) no solo se tomaban de los postes de alumbrado en la vía pública, sino también desde predios aledaños. Igualmente, la provisión de agua y servicios higiénicos para los comerciantes de la calle (eventualmente para sus clientes), fueron el origen del lucrativo “se alquila baño” que se convirtió en práctica habitual y codiciada en los centros comerciales populares.

De hecho, con la ola de “formalización” a fines de los noventa y principios del siglo XXI, muchos predios del centro histórico fueron transformados para convertirlos en centros comerciales “populares”, muy pocos cumpliendo las normas establecidas y la mayoría forzando la adaptación de inmuebles con una vocación diferente a la comercial. En buena parte de estos casos, se trataba de inmuebles precarios y tugurizados cuya transformación ayudó a “disolver” tal situación; empero, en otros casos, la tugurización se realimenta con la precarización del espacio y la vocación de uso habitacional. Agreguemos además que hoy podemos encontrar muchos nuevos inmuebles de ladrillo y concreto, sin mayor sintonía visual ni arquitectónica con el entorno, que son los almacenes (casi) formales de la economía popular en esas zonas. También las construcciones de centros comerciales “populares” desafiando espacios, estética y proporciones en zonas como Mesa Redonda, Leticia, Pachitea, Ayacucho, etc. No tenemos registro ni información de ello, pero es muy probable que estemos frente a una gran e irreparable pérdida en patrimonio arquitectónico que se desprende de la demolición de centenares de inmuebles, convertidos en centros comerciales populares, almacenes insólitos o playas de estacionamiento (muchas de estas últimas también funcionan como depósitos nocturnos).

En este momento, la fuerte presión desde el comercio informal (o formalizado a medias) que es dominante en el centro histórico, juega un rol clave en cualquier proyecto de destugurización. Sea para que se haga una combinación virtuosa con soluciones habitacionales y comerciales bajo el modelo “vida de barrio” u otro con similares efectos, sea porque se desencadene un proceso con desalojo y desplazamiento de ocupantes, relativamente violento, nada deseable por supuesto. Notemos que la inmensa mayoría de ocupantes en predios tugurizados o precarizados del centro histórico, trabajan en espacios de economía popular en ese mismo territorio.

Hay mucho que procesar, filtrar y aprender de los procesos “privados” de destugurización que han tenido lugar en los últimos 30 años. Como en muchos otros contextos y tipos de actividad, suele ser mucho mejor en términos de resultados y sostenibilidad de soluciones, que éstas sean llevadas desde operadores privados y actores con intereses legítimos, mientras la autoridad puede acompañar el proceso con ciertos criterios de concertación o coordinación. Tenemos mucho por hacer en nuestra Lima.

Darío Enríquez
30 de noviembre del 2021

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