Hugo Neira

Chile. Crónica de un estallido enorme

El gran problema es la desigualdad

Chile. Crónica de un estallido enorme
Hugo Neira
05 de enero del 2020


Está en los diarios, en la angustia y conciencia de todos. «Caos total en Santiago: incendios, desmanes y saqueos alargan la jornada de evasión masiva en el Metro». Me explico, como todo periodismo se habla en código y para mis lectores limeños, debo explicar. Cuando se dice «evasión», en chileno, quiere decir que no pagas el precio de un transporte. En cuanto al «estallido social» tiene fecha de nacimiento, viernes 18 de octubre del 2019. Y es heterogéneo, o sea, diversos sujetos sociales. Los encapuchados, pequeños grupos, son los que rompen e incendian. Luego, gente de marchas pacíficas, llegaron a un millón el 26/10. Hay gente que sale a dar un cacerolazo en alguna plaza. Pero quienes inician el estallido fueron menores de edad, escolares que evadieron masivamente el metro,  días antes del 18 de octubre. Y continuaron para no pagar en las carreteras, quemando peajes. ¿Y eso fue todo? No, señor. 

El descontento de los ciudadanos, ese día, se traslada a las calles, al eje Alameda, como quien dice, la vía expresa de Lima. Un eje central. Entre tanto, los encapuchados meten fuego a las estaciones del metropolitano. Se  incendian unas 10 estaciones, desde metro Trinidad, a Los Quillayes y Santa Julia, las líneas 4 y 4A, y línea 5. Todavía no se han reconstruido, porque puede que vuelvan a incendiarlas. ¿Y eso es todo? Los ataques al metro, desembocan en el saqueo de locales comerciales, de tiendas, muchas de ellas muy modestas, o sea, por la tarde, entraron a robar masivamente en las calles. Por lo demás, por las redes sociales, se supo que al presidente de la República de Chile lo ampayaron en un restaurant llamado Pizzería Romería de Vitacura (una comuna residencial parecida a un 'Asia' para muy ricos, bastante lejos del centro). El caos reinaba en Santiago pero Piñera festejaba su cumpleaños con su familia. Lo cuento porque todo el mundo ha sido tomado por sorpresa. Cierto, después se ha puesto a 'monitorear' la situación. De paso, por qué usamos eso de 'monitorear', lo usaba Alejandro Toledo, que sabe más el inglés que el castellano. Podemos decirlo sin esa huachafería, dirigir, mandar, organizar, lo de 'monitorear' es un anglicismo innecesario.

Han pasado 70 días. Tengo dos maneras de describir algo al amable lector. La más fácil, decir cuánto ha perdido Chile por ese estallido. Decir, por ejemplo, que los destrozos ocasionados por los incendios y saqueos de tiendas se eleva a US$ 900 millones. También puedo decirles que las empresas afectadas son por lo menos 10 mil, el equivalente a nuestras pymes, y muchas han quebrado. Y han dejado sin empleo a 400,000 chilenos y chilenas. Es obvio que el PBI ha retrocedido. Pero, no sé, es la manera como los economistas explicarían el tema caótico.

Quiero contarles cómo es vivir en una capital caótica, en lo que era una de las más racionales y estables de la América Latina, el país mas suizo, y hoy el caos. Como su nombre lo indica, es esto y lo otro. Lo que funciona y lo que no funciona. El azar. Lo aleatorio. ¿Buscan su Lenin? No, ya tienen su Bakunin. Su Kropotkin. Me he puesto a escarbar —yo soy calle y archivos— y resulta que anarquistas ha habido en Chile de 1850 a 1950. Y hoy, una Internacional de los que se llaman libertarios. Algo tuvimos de eso en los días de SINAMOS. Pero eso es otra historia. Delgado, Llosa, Carlos Franco. Yo mismo. Amábamos las cooperativas, «la propiedad social»,  una utopía libertaria. No todo libertario es un asesino ácrata. Son los que no creen ni en los Estados capitalistas ni comunistas. Parece que eso es lo que está volviendo, el Estado social.  En fin, volvamos a Santiago.

Les cuento cómo es hoy cruzar sencillamente una calle llena de automóviles. Santiago no es una ciudad de Irak o de Siria, pero reina la anarquía. ¿Qué ha pasado? Se han cargado los semáforos en cada esquina, quedan los cadáveres metálicos de los focos que nos decían a los peatones, verde o rojo, y eso, ya no lo hay. ¡Los han roto! Seguro que Max Hernández me diría que es un símbolo de castigar al padre, al orden, a la ley. ¿El anarquismo es el infantilismo de las izquierdas? Después terminan dándole poder a nuevos padres, esta vez autoritarios. En fin, estoy trabajando en mi casa, y se me acaba el papel. Salgo a la calle pero dudo que la tienda de artículos de oficina esté abierta, por temor a los saqueos. O bien, abre de tal hora a tal hora. Estoy diciendo, amigo lector, que imagine una avenida de Miraflores, como la Diagonal frente al parque Kennedy, que tenga 7 tiendas cerradas sobre 10.

Así están las calles comerciales de Santiago. Además, han aparecido unas cortinas que casi todos los comercios han adoptado, son unas enormes puertas de acero que se pueden cerrar en segundos. El problema es que no hay sitio para las vitrinas. Y se imaginan ustedes, ¿sin vitrinas? Los comercios medianos, se han hundido. Y además, medio Santiago está lleno de grafitis, con letreros como «paco culeado». Lo de 'culeado' es un insulto chileno. Paco es carabinero, policía. Les tienen odio. En un país tan formal como el chileno, el carabinero era temido y a la vez admirado. Pero hace unos años, se descubre corrupción entre ellos, y de entonces, perdieron crédito y de todos modos, les recuerdan los años de Pinochet.  

Yo podría decirles a mis lectores que todo arranca de temas precisos, el fastidio por las pensiones para jubilados que no alcanzan para nada, los impuestos que al presidente Piñera se le ocurrió imponer sobre el agua, la luz, y otros menesteres. Y las grandes desigualdades en Chile, en especial, en materia de salud y educación. Se sabe que los precios para una clínica o una buena universidad son equivalentes a los de los norteamericanos. Y por mucho que las clases medias hayan mejorado en los últimos años, la media del producto personal es 15 mil dólares (nosotros estamos por los 6 mil) y un americano, por los 59 mil. O sea, inalcanzable para el chileno de clase media. El malestar social ya lleva sus 30 años. Y es la calle la que le ha dicho 'no' al sistema.

Pero ahora viene lo bueno. Les ruego a los diagramadores de El Montonero pongan las portadas de los libros que he encontrado en las librerías de Santiago en los inicios de este artículo. Los intitulados son los siguientes: Malestar social y desigualdades en Chile, de Antonieta Vera Gajardo. Amigo lector, eche un ojo al año de edición, ¡2017! Y no es el único: de Carlos Rivadeneira Martínez, Aquí se Fabrican Pobres. El sistema privado de pensiones chileno. Otra catástrofe social «que no garantiza ningún bienestar en el tercio de sus vidas». Ese libro es una tesis, también de 2017. Un tercero, de Kathya Arauco, psicoanalista, Habitar lo social. Usos y abusos en la vida cotidiana en el Chile actual. Y saben de qué año, nada menos que en el 2009, en una serie de LOM Ediciones dirigida por ella y Danilo Martuccelli. Tres libros y un cuarto, que es aplastante, Chile concentrado (2016). Es una investigación de varios autores sobre el modelo económico. Iniciada por Pinochet, con la reprivatización de casi todas las empresas, se ha formado «una economía oligopolizada». Chile no tiene sino un 9% de pobreza. Lo que ocurre es una rebelión de las clases medias¡!  Por otra parte, había señales de lo que hoy es caos. No me sorprende que la clase política en el Perú no lea, ¿pero en Chile?! 

Leo los diarios santiaguinos. No dicen nada de lo que dicen los sociólogos, politólogos y economistas de los libros señalados. ¿En qué confían los sordos diarios? En la aplicación de nuevas tecnologías. Pero no faltan cabezas sensatas que provocan diálogos entre algunos partidos. Pero entre tanto, la oposición produce acusaciones constitucionales contra carabineros y los intendentes (el equivalente del prefecto, de otras épocas). Incluso la ONU ha intervenido diciendo que Chile debe atenerse a las reglas internacionales,  y frenar el uso de balines y perdigones. Es cierto que hay 170 personas con traumas oculares. Pero también acaban de dar una prisión preventiva para un sospechoso por quemar la iglesia de Carabineros San Francisco de Borja, hace pocos días.  

Haré ahora la pregunta esencial, ¿por qué tanta desigualdad en los países de América Latina? ¿Qué continente es este que tiene modernizaciones sin modernidad? Me parece mentira, la situación de Chile me recuerda a Basadre calificando las clases sociales durante la República peruana. «Desaparece la aristocracia colonial peruana; y después del empobrecimiento con la guerra de caudillos, la formación de un sólido grupo plutocrático.» Nunca tuvimos una burguesía moderna.

Entonces, ¿no hay clases dirigentes en nuestros países? ¿Solo enriquecimientos ilegales en el Perú, vendido y dominado por Odebrecht? Y en Chile, ¿no han podido establecer el muy conocido sistema alemán Mittelstand? «Consiste en firmas medianas en oposición a las grandes corporaciones multinacionales». ¿Por qué ese sistema alemán es más eficaz? «Porque toman decisiones a largo plazo» (Chile concentrado, p. 44). El tema es largo. En  la próxima semana les contaré lo que hacen las instituciones en los preparativos para abril sobre la nueva constitución. Y cómo sigue el caos.

Chile no es sino un caso. El gran problema mundial es el de la desigualdad. Ya no es la pobreza. Lo que ocurre está más allá de la derecha y la izquierda tradicionales. La gente no quiere esperar tres generaciones para salir de la pobreza. Y ocurre entonces, lo que Iván Degregori llamó, ante Sendero, «los hondos y mortales desencuentros».

Hugo Neira
05 de enero del 2020

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