Censo de defectos

Durante días, las teorías de conspiración inundaron las redes sociales. Gente que dudaba de todos los aspectos de un proceso de lo más sencillo. Los censos nacionales se realizan cada diez años, y nunca como en esta oportunidad se ha dudado tanto, ni puesto en cuestión algo que antes era casi rutinario.

Que el proceso ha tenido deficiencias, ya no hay duda. Pero las faltas y errores no tienen nada que ver con la inundación de supuestos, conspiraciones y otras historias que se crearon alrededor del censo. Se dudaba del uso de lápices, porque alguien supuso que los datos se iban a borrar. Que se trataba de una trama contra la Iglesia católica, que le Gobierno buscaba identificar a determinados grupos. Lo más grave es que autoridades —especialmente congresistas— repetían estas teoría. Es el mundo de las redes sociales, donde los problemas psicológicos de algunos pueden originar un verdadero maremoto de suspicacias.

Lo cierto es que el censo ha carecido de planificación. Se ha trabajado contra el tiempo, sin informar adecuadamente, sin realizar los procedimientos más elementales, sin haber socializado entre las autoridades los más elementales pasos que se tenían que dar. Pueden sorprenderse de la existencia de edificios donde antes había terrenos baldíos o viviendas unifamiliares? Los problemas logísticos han sido notorios. Y en una ciudad con altos niveles de violencia, se pudo prever las lamentables situaciones que se han producido.

Más que saber cuántos somos y nuestras condiciones de vida, hemos hecho una revisión de todos nuestros defectos. Desde la paranoia tuitera hasta la violencia sin control. La falta de planificación y el gasto sin control de los dineros públicos. La falta de respeto a las reglas y la sospecha como método de vida.

Identificados los defectos. Entonces, ¿cómo los corregimos?

Juan Carlos Valdivia