Heriberto Bustos
Cambios políticos en la región
¿Y en el Perú qué?
Dos acontecimientos políticos externos que guardan estrecha relación con la economía y el bienestar de sus pobladores son los ocurridos en Argentina y Bolivia. En el primer caso, en términos generales, se trata de un respaldo de la población a las políticas que viene ejecutando el presidente Javier Milei; mientras que la mayor presencia de sus representantes en el Legislativo (Cámara de Diputados y Senado) habrá de reflejarse en una mejor correlación de fuerzas, necesaria para profundizar sus reformas. Esta situación, en términos económicos, incide en la atracción de inversiones, junto con el mantenimiento del apoyo de los organismos internacionales que el país requiere en las actuales circunstancias.
En Bolivia, con la asunción de Rodrigo Paz, la tendencia apunta hacia la modificación de un modelo económico centrado en el gasto público, basado en la explotación del gas (cuyas reservas, al parecer, han llegado a un punto de agotamiento). Se trata de un viraje hacia la apertura de la economía, privilegiando la inversión externa. Este tránsito podría fortalecer sectores productivos como la agroindustria y, ciertamente, la minería. Es un camino democrático asumido por sus pobladores, decisiones que esperamos sean para bien de argentinos y bolivianos.
En nuestro caso, con un gobierno de transición y mandato limitado, presidido por José Jerí, y a cinco meses de realizarse las elecciones generales de 2026, las esperanzas de la población se orientan, por un lado, a soluciones inmediatas —como la lucha contra la criminalidad, la corrupción y la inseguridad— y a garantizar un proceso de transferencia del poder serio, justo y responsable, asegurando la realización de elecciones generales transparentes, lo cual pasa por un accionar neutral de las instituciones electorales. Por otro lado, también se espera “calmar las aguas”, evitando la confrontación con sectores de la población, principalmente los laborales.
En síntesis, las expectativas de los peruanos respecto al gobierno son que sea eficaz en el combate a la inseguridad; que asuma una actitud imparcial en el desarrollo de las elecciones generales; y que, en el ámbito económico, actúe con responsabilidad —superando el populismo, expresión constante del Congreso—, manteniendo o incrementando la confianza de las inversiones. Mientras entienda y asuma lo que realmente le corresponde, y marque distancia con el Congreso, podemos perdonarle sus poses de “bukelín”.
Ahora bien, de nuestra parte, complementando las expectativas y esperanzas de la población —de la cual formamos parte—, debemos “ponernos en fila”, alentando la participación ciudadana en las elecciones y, en esa dirección, presionar o exigir a los partidos y organizaciones políticas un accionar ético, orientado al fortalecimiento de la democracia y enmarcado en el respeto al bien común, rompiendo con la vieja práctica del beneficio personal que hoy constituye la verdadera cara del accionar político.
En esa línea, ¿qué debemos exigir a los partidos? En primer término, afirmar su estructura partidaria en términos de organización y orientación político-programática —ideas, principios y valores que guíen su accionar político—; mostrar responsabilidad en la selección de candidatos —personas con solvencia moral y profesional—; y a partir de experiencias pasadas, y con el ánimo de articular ética y política, evidenciar transparencia en el acopio y uso de fondos de campaña, ciñéndose a las normas existentes sobre el tema. En segundo lugar, deben enarbolar un programa de gobierno firme y viable, que asuma demandas, expectativas e intereses de los distintos actores sociales, presentando soluciones a los principales problemas nacionales. Es decir, proponer un plan de gobierno enfocado en las reformas que el país necesita: salud, educación, infraestructura, lucha contra la corrupción, reforma política y judicial, entre otras.
Un aspecto importante relacionado con la campaña electoral de los partidos es asumirla como un espacio de formación política, que permita orientar, crear opinión y promover la toma de decisiones, ganando a los ciudadanos con propuestas. Se trata de centrar la campaña en la discusión de ideas, superando comportamientos de confrontación que crean o profundizan polarizaciones innecesarias, generadoras de ingobernabilidad. Nos referimos a un comportamiento responsable, que minimice los riesgos mencionados, de modo que transitemos hacia la superación del actual ciclo de inestabilidad e ingobernabilidad.
















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