Cabezas frías para recuperar lo perdido

Cuando los disparates se hacen regla en el manejo de la cosa pública, resulta difícil apegarse a esa preciosa regla que manda ser racional y duro con los actos, sin poner adjetivos a los actores políticos. El apego a tan preciada regla del trabajo intelectual se hizo difícil en Perú cuando, desde el verano del 2016, se hicieron evidentes las pruebas de una guerra asimétrica iniciada años atrás. Una guerra inducida inteligentemente por zapadores de oficio y alimentada por una prensa lejana de la loable profesión de informar, y que ejerce el vil oficio de quebrar pulgares y rodillas morales de cuanto político ose enfrentar a quien provee para planillas y dividendos.

Las reiteradas mentadas de madre de aquellos que luego se ofendían en estéreo cuando se les respondía con el limeñísimo “la tuya” acabaron por alejar la mesura de la pluma y el verbo de muchos. entre estos último me incluyo, con ánimo de contricción y firme propósito de enmienda. Nada es más útil en la defensa de la libertad, el Estado de derecho y el verdadero orden democrático que el predominio de la razón sobre la emoción. Los zapadores lo saben y se han dado maña para descalabrarla, sembrando inquina entre amigos de toda una vida. Sabían bien que el insulto de la zurda declarada y lejana resbala y se olvida, pero cuando proviene de la lengua o la pluma del próximo —el amigo, el pariente— nace el rencor.

Es la final del campeonato de básquet de ADECORE (1972 o 1973) en el coliseo del Champagnat (en Miraflores). El entrenador de otro colegio, que había quedado fuera de la final, envió jugadores a infiltrarse en ambas barras para tirar piedras, latas y botellas a la otra barra. La bronca que siguió ocupó titulares de la prensa dictatorial “Pituquitos del Inmaculada y Champagnat arman escándalo en Miraflores”. Ambos colegios acabamos descalificados y los alumnos castigados.

Un cerebro inteligente no tardará en encontrar el paralelo ni en descubrir quienes se vienen encargando interesadamente de tirar las piedras, dejando heridas que hasta hoy evitan que una mayoría ideológicamente cercana se ponga de acuerdo. Un error sostenido que permitió que los zapadores troyanos se hicieran del poder y lo mantengan, contra la decisión expresada por el voto popular. 

El resultado es una economía despeñándose, calles cada vez más inseguras, menos puestos de trabajo, aumento de la pobreza, deterioro de la salud pública y envalentonamiento sistemático de cabecillas entrenados en La Habana, empecinados en convertir esta república en terreno fértil para repetir la destrucción llanera y altiplánica, con apoyo de inteligencias de oriente.

El despeñamiento deliberado de nuestra institucionalidad democrática y nuestra estabilidad y sostenibilidad económicas solo podrá ser detenido y revertido cuando los actores políticos y productivos tomen conciencia de que en este conflicto asimétrico, la viabilidad del país no esta en riesgo. Es necesario encauzar el fervor patriótico y la preocupación económica por el camino necesariamente desapasionado de la razón informada y el esfuerzo inteligente y sostenido. Es la única vía para anticipar escenarios que permitan elegir campos de batalla y empezar a recuperar ese terreno que la zapa totalitaria ha ganado, aprovechando con eficacia la corrupción, esa debilidad antigua e intrínseca de nuestra cultura, que debe ser desterrada y no (como ocurre hoy) simplemente remplazada al servicio de otros patrones.