Heriberto Bustos
Autocríticas que esperamos
Sobre la situación actual de la educación pública

A pocos días de iniciar el año escolar, y no obstante la existencia de una serie de factores internos y externos que inciden en la calidad del servicio que “oferta” el Estado en las instituciones públicas, bien vale detenerse y dar una mirada a nuestros avances en cuanto a cobertura y resultados académicos en la Educación Básica.
En el primer aspecto deberíamos sentirnos contentos, pues comparado con otros países se evidencian progresos sustanciales. Datos del Instituto Nacional de Estadística e informática, elaborados con los resultados de la Encuesta Nacional de Hogares que se ejecuta cada año de manera continua y publicados como Perú: Indicadores de Educación por Departamentos, 2008-2018, señalan en la cobertura (matrícula escolar) los siguientes porcentajes: inicial (82.6%), primaria (93.6%), secundaria (85.2%), con ciertas diferencias entre las áreas urbana y rural. Situación que denotaría avances en cuanto al cumplimiento del primer objetivo el Proyecto Educativo Nacional (PEN): “Nos proponemos lograr una educación básica que asegure igualdad de oportunidades y resultados educativos de igual calidad para todos y cierre las brechas de inequidad educativa”.
No obstante, debemos mencionar la otra cara de la medalla, referida a los resultados. Allí el PEN propone desde el año 2007, como objetivo al 2021: “En todas las instituciones de educación básica los estudiantes realizan un aprendizaje efectivo y despliegan las competencias que requieren para desarrollarse como personas, contribuir al desarrollo del país y hacer realidad una cohesión social que supere exclusiones y discriminaciones”.
En esa dirección y tras el desarrollo de evaluaciones, la instancia evaluadora del Ministerio de Educación (UMC) informa que el año 2018, en cuarto grado de primaria de cada 100 alumnos 31 resuelven problemas y 34 comprenden lo que leen; de los cuales 33% del área urbana y 13% del área rural, alcanzaron el nivel satisfactorio (*) en matemática, entre tanto en lectura los niños y niñas del área urbana obtienen mayores porcentajes (37.8%) que los del área rural (13.0%).
De otro lado, en segundo grado de Secundaria lograron el nivel satisfactorio en matemática y lectura 14% y 16% respectivamente, correspondiendo el 15.4% a estudiantes urbanos y 3.1% a rurales el logro satisfactorio en matemática; mientras que en lectura los del área urbana obtienen mayores porcentajes (17.9%) que los del área rural (2.9%). Datos que deben llamar a preocupación, toda vez que muestran profundas debilidades en cuanto a la orientación o finalidad de la educación y, por ende, la poca importancia otorgada por el Estado a este tema.
Entendiendo –como lo dijera H. G. Wells– que “La historia humana se transforma cada vez más y más en una carrera entre la educación y la catástrofe” y asumiendo que la educación es para mejorar la vida de la sociedad, en las actuales circunstancias –marcadas a nivel mundial por el avance acelerado de la ciencia y tecnología, acompañada de sus retos, y por los momentos críticos que vive el país, donde campea la corrupción, la disminución de valores y el predominio de la mediocridad– resulta oportuna y saludable una autocrítica colectiva y la rápida modificación de lo que venimos haciendo en términos educativos, dejando atrás los remiendos o añadidos a los que estamos acostumbrados. Es hora de ubicar el papel de la educación en el desarrollo social, considerándola prioridad nacional, abriendo de ese modo las puertas a una necesaria y participativa reforma.
* Corresponde al logro de los aprendizajes esperados al finalizar el ciclo, así como estar preparado para afrontar los retos de aprendizaje del ciclo siguiente.
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