Piero Gayozzo

¿Apropiación cultural o indignación woke? Anis Samanez y los shipibos

Contradicciones del enfoque woke de la apropiación cultural

¿Apropiación cultural o indignación woke? Anis Samanez y los shipibos
Piero Gayozzo
06 de diciembre del 2024


En estos días un inesperado escándalo remeció las redes sociales. La diseñadora de moda Anis Samanez dio a conocer, en el evento Orígenes 2024, que intentó efectuar una colaboración con los shipibo-konibo, pero que estos la rechazaron por no pertenecer a su grupo étnico, y más bien le solicitaron dinero por el uso de la técnica de diseño “kené”. Naturalmente, la indignación no se hizo esperar y Samanez fue acusada de apropiación cultural, además de ser víctima de una campaña de difamación en redes. 

La apropiación cultural es un término propio del discurso woke y de la izquierda postmoderna. Parte de los estudios postcoloniales y se aplica en casos en los que un sujeto de una supuesta cultura dominante usa productos culturales de una cultura “oprimida”. Como la cultura oprimida vive en un entorno desigual y sufre discriminación, solo existe apropiación cultural de parte de los miembros de la cultura dominante. Por esta razón, los wokes consideran la apropiación cultural como una forma de opresión y de racismo, una perspectiva que plantea múltiples problemas.

Primero, ¿qué se entiende por opresión? Los wokes suelen creer que existe discriminación y opresión en toda interacción humana, y que son factores suficientes para explicar cualquier hecho. Usan la opresión de manera indiscriminada cuando algo no les agrada. En el caso de los shipibo-konibo no se trata de una población oprimida, sino de un grupo cuyos miembros viven en condiciones de desarrollo desfavorables o premodernas porque el Estado no cubre sus necesidades o porque prefieren vivir en condiciones tribales, pero no existe una relación de explotación, esclavitud o sometimiento de parte del Estado. No se puede hablar de opresión alguna.

En realidad, la crítica a Samanez parte de una indignación que politiza una discusión, sacraliza una identidad, deshumaniza a un conjunto de personas al señalarlos como sujetos en condición de inferioridad (oprimidos) y busca culpables o “apropiadores culturales” en donde sea, ignorando los verdaderos problemas de los shipibo-konibo. 

Por otro lado, la Resolución Directoral RD N 540/INC-2008 del Ministerio de Cultura reconoce el arte kené como Patrimonio Cultural de la Nación, a la vez que le brinda el estatus de “elemento identitario [de la sociedad shipibo-konibo] frente a la sociedad occidental”. Lo curioso es que se le identifica como patrimonio de la nación y a la vez objeto diferencial de un grupo particular. Esto plantea un serio cuestionamiento ¿A quién pertenece el arte kené? ¿Qué grupo debe considerarlo como suyo, los peruanos o solo los shipibo-konibo? La Ley de Patrimonio Cultural de la Nación deja abierta la posibilidad de que un elemento cultural sea de uso público o privado, pero en el caso del arte kené no se define cuál es el tipo de titularidad.

Además, resulta complicado delimitar la propiedad comunitaria. ¿Hasta qué punto un grupo de personas es propietaria de una idea abstracta o universal? Incluso, si dentro de una comunidad una persona es la propietaria de algo, ¿por qué los demás miembros de su comunidad serían copropietarios? Otro problema que surge es el del esencialismo cultural. ¿Existe una cultura fija? Si la hubiera, ¿Cuáles son las condiciones específicas para que un individuo pertenezca a un grupo cultural? ¿Cómo puede haber propiedad, un criterio fijo, sobre un conjunto de rasgos o elementos universales y cambiantes, como los de la cultura? Este tipo de resoluciones no esclarecedoras son producto de la intromisión de la corrección política y del wokismo en las instituciones.

El enfoque woke de la apropiación cultural también es contradictorio, pues promueve el tribalismo y deslegitima la noción de humanidad por la que el wokismo dice luchar. La cultura puede abordarse desde un enfoque tribalista o internacionalista. Según el primero, hay factores esenciales que merecen protección, de acuerdo al segundo, toda cultura forma parte de una cultura humana mayor. Los criterios de Patrimonio de la Humanidad o de la Nación nos invitan a pensar más en un enfoque internacionalista que en un tribalismo burdo. 

Como siempre, el problema de fondo no es racial ni por alguna ofensa o perpetuación de la opresión, sino porque algunos artistas se sienten desplazados en la competencia comercial y no tienen mejor excusa que recurrir a la retórica woke para evitar que otros comercien aquello que creen les pertenece solo a ellos. La narrativa woke pone a su disposición la noción de apropiación para revestir con racismo y opresión un conflicto que, en última instancia, es comercial. Con esto generan la indignación suficiente en la población para politizar el problema y capitalizarlo a su favor. Así es como el wokismo se opone al desarrollo, instrumentaliza personas y perpetúa la división y resentimiento. Al final, por culpa del wokismo, Samanez y los shipibo-konibo perdieron la posibilidad de mostrar los productos culturales del Perú al mundo.

Piero Gayozzo
06 de diciembre del 2024

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