Anticapitalistas de fachada

El movimiento global Purpose (propósito) quiere refundar el capitalismo. Mejor dicho, alejarlo de su razón de ser, pero haciendo lo que mejor sabe hacer: satisfacer las necesidades produciendo. ¿Cómo se entiende este galimatías? En Alemania, país donde se recogieron testimonios para un reportaje periodístico de la DW en español, un grupo de emprendedores han puesto en marcha unos modelos de negocio que, como las propiedades privadas colectivas, buscan hacer sostenible un sistema de producción que les permita generar los ingresos necesarios para ampliar sus operaciones; mas no para generar o repartir utilidades, con lo cual, más allá de que estas ideas empresariales hayan pertenecido inicialmente a una persona o una familia, bajo la forma de fundaciones o cediéndolas a estas, es que se pretende compartir su propiedad, impedir la venta de sus activos, cambiar su propósito y la extracción de beneficios. 

El buscador Ecosia, el pequeño retador de Google, es una de estas empresas que, a través de sus ingresos publicitarios, dirige sus ganancias a la plantación de cientos de miles de árboles para combatir el cambio climático. Se entiende que su propósito es la preservación del medio ambiente a través de la reforestación, y no el lucro. Con esta iniciativa ya han plantado más de ciento sesenta millones de árboles alrededor del mundo, desde que se creó en 2009. Sin duda, la orientación de su esfuerzo es noble y encomiable. Sin embargo, del mensaje de los fundadores de esta empresa se desprende que lo que vienen haciendo no entraña el “pecado” capitalista del enriquecimiento a costa del trabajo de otros. Y aquí, me temo, se embrollan los hechos. 

En la historia de la humanidad, desde que se puso en práctica, en sus formas incipientes, el intercambio voluntario de bienes y servicios, el progreso no se ha detenido. Atender las necesidades de las personas con productos que han ido mejorando la calidad de vida a escala global ha requerido, además de ingenio e investigación, asumir importantes riesgos (financieros, sobre todo). Miles de millones de transacciones son posibles gracias a la división del trabajo, la cooperación, la competencia y, a su vez, estas han podido proliferar en un entorno donde se ha garantizado el libre comercio, la protección de la propiedad privada y la libertad de empresa. 

¿Qué ha hecho posible que los beneficios de este sinfín de decisiones individuales (producir, vender, comprar, consumir) hayan permitido satisfacer demandas a gran escala? La disponibilidad de bienes de capital; es decir, las herramientas para crear productos de consumo. No solo maquinaria o plantas de transformación, también las áreas de investigación y desarrollo (I+D) forman parte de estos recursos necesarios en las pequeñas y grandes empresas. El capitalismo, por lo tanto, no deja de estar presente incluso en aquellas organizaciones que, con sus coriáceas antipatías al lucro, optan por propósitos sociales renunciando a la distribución de sus beneficios económicos. 

Ecosia, para su funcionamiento, ha requerido, además de equipos informáticos, cuantiosa investigación para salir al frente en el mercado tecnológico y aprovechar las tendencias motivadas por sus competidores. Acceder al consumidor a menores costos y con una calidad óptima ha exigido de sus gerentes y trabajadores creatividad, exploración y capacidad de propuesta para irrumpir en los mercados locales y foráneos con diseños y productos novedosos. Este motor de búsqueda podría incrementar su eficiencia, seguramente, si llegasen a acumular bienes de capital y diversificar su oferta. Esto implicaría aumentar su nivel de productividad. 

Para asegurar su continuidad en el mercado, esta empresa condiciona la adquisición de sus medios de producción al ahorro alcanzado. Sin ello no sería posible realizar las inversiones necesarias para mejorar su rendimiento. El ahorro es el soporte del capitalismo. El financiamiento, el aporte de los trabajadores con sus habilidades y conocimientos, y los bienes de capital, cierran el círculo virtuoso de la creación de valor para los miembros de la empresa, con sus expectativas de servicio logradas, y para la sociedad con las ventajas del uso de la plataforma digital y los beneficios de su visión medioambiental. 

Ser anticapitalista hoy en día, dice Fernando Savater, por mucha aura moral positiva que tenga, es como estar en contra de la ley de la gravedad. Desde luego, sería imposible hacer sostenible este u otro modelo de negocio sin inversiones que provengan del ahorro (o de créditos pagados con los ahorros y los ingresos), sin bienes de capital, ni producción. No existe incompatibilidad entre los desafíos sociales autoimpuestos por la organización y la búsqueda de ganancias. Es, precisamente, el derecho de propiedad el que permite que podamos disponer libremente de su uso y de sus resultados. No pagar dividendos y dirigir el cien por ciento de sus ganancias para el planeta, no aleja a la empresa del capitalismo, por el contrario, le genera un valor que la distingue de las demás organizaciones en su sector. 

Los estados financieros de Ecosia, expuestos en su sitio web, nos hablan de la diligente gestión de sus recursos. Sus costos operativos, reservas e inversiones, fondos para publicidad y ganancias se administran buscando el mejor provecho. La senda del progreso, bajo los criterios de eficiencia, no demanda ir a contracorriente de lo que funciona, sino, se fortalece defendiendo lo mejor de un sistema que ha permitido reducir la pobreza mundial de un noventa por ciento en el siglo dieciocho a menos del veinte en nuestros días, según el Banco Mundial. Y las empresas de propiedad responsable, como se les conoce a las de este tipo, no dejan de confirmar la vigencia de un capitalismo vigorizante, perfectible, pero ineludible para el crecimiento de los países.