Eduardo Zapata

Ad Extirpanda

En tiempos de diversidad, optamos por homogeneizar

Ad Extirpanda
Eduardo Zapata
10 de abril del 2019

 

Si bien en 1184 ya la Iglesia Católica oficializada se sentía molesta con los cátaros —por su suerte de “libre pensamiento” respecto al texto sagrado— fue Inocencio IV (¡Inocencio!) quien autorizó mediante bula la tortura contra ya no solo cátaros, sino disidentes en general de la “verdadera fe”. Obvio que allí entraban ya los judíos.

Sin embargo, sabemos que fue Tomás de Torquemada, en 1478, quien no solo la emprendió contra los judíos, sino —al amparo del buen Sixto IV— dimensionó en nombre de la Corona Española la Santa Inquisición allende los dominios de Castilla y Aragón. Por supuesto, los “herejes” americanos originarios habrían de sufrir las consecuencias.

De Ad Abolendam en 1184 a Ad Extirpanda en 1252 parece que no hemos salido aún. Habrá desaparecido la Santa Inquisición como institución, pero —ya en el ámbito cultural en general y particularmente respecto a lo diverso— seguimos con una mentalidad de extirpación de idolatrías. Solo que ahora convertida en negocio formal para estar a la altura de los tiempos.

Decimos esto porque palabras como acreditación, certificación, licenciamiento de instituciones, indexación, indización y … ¡Scopus! son las únicas que nos pueden mantener en el camino de la “verdadera fe”. Aplicada ahora a la cultura toda.

En los Estados Unidos, grados y títulos valen por el nombre de una universidad y no necesariamente por una acreditación estaliniana. Es el caso de la Sunedu entre nosotros, en el que la discrecionalidad muchas veces arbitraria termina siendo garantía de la institucionalización de la mediocridad.

Por otro lado —y ya en términos globales— una empresa (sí, una empresa) se ha convertido en repositorio de la verdad. Y cual antiguos frailes dominicos o franciscanos, “intelectuales” o “expertos” se encargan de calificar todo desviacionismo o adhesión al buen camino. Y son más que obvios los nexos (aun económicos o de mutuos favores) entre estos “hombres de ciencia”.

Si usted publica un artículo académico en una revista “no indizada” —donde tal vez revele una nueva fuente de energía para el mundo— ni usted, ni su aporte existirán. Todo ello porque se han creado una serie de pasos y formatos, de pautas y coerciones, que —de ser desobedecidos— propician el ostracismo intelectual.

Y estar en el mundo de Scopus es estar en el Olimpo. Si su objetivo es acercarse a ese cielo —léase escalar posiciones en su universidad, por ejemplo— no se preocupe entonces tanto por el contenido de su artículo. Más bien preocúpese por formatearlo de acuerdo a las normas impuestas por esta suerte de Neo Index. Y formatee también su pensamiento. Cite solo fuentes indizadas, siga la metodología sacra y no se exponga entonces al Ad Abolendam, por lo pronto. Y no insista porque la Ad Extirpanda liquidará gradualmente su carrera.

En tiempos de la diversidad optamos por el formato homogenizador. En un mundo permanentemente cambiante, optamos por congelar ideas y riesgos intelectuales. ¿Avance o retroceso del trabajo intelectual?

 

Eduardo Zapata
10 de abril del 2019

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