LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Todos somos izquierda
Las mayorías nacionales están en contra del Estado pero no contra el mercado.
PPK acaba de contratar a Luis Favre, el marketero de Ollanta Humala y Susana Villarán, y, de una u otra manera, le ha hecho ciertos guiños al discurso de la izquierda. Y también es sabido que Keiko Fujimori y Alan García descartan la posibilidad de envolverse con las banderas derechistas y ambos apuestan por correrse al centro lanzando piropos al discurso zurdo. ¿Qué significa todo esto en un país donde la izquierda electoral no logra superar siquiera el 5% de votación?
Si analizamos cómo el discurso medioambiental en contra de las inversiones mineras ha logrado convertirse en sentido común en amplios sectores de la población e, incluso, en líderes de opinión, tenemos una pista para seguir formulándonos preguntas. Si recordamos que en las protestas de los llamados pulpines en contra la ley de promoción del empleo juvenil, los humores terminaron en marchas ruidosas en contra del local de la Confiep, quizá tengamos un hecho que nos permitiría ensayar una primera aproximación.
En el Perú si bien la izquierda fue pulverizada en sus posibilidades electorales por el desastre del velascato en los sesenta y el terror de Sendero Luminoso de los ochenta, nada parecido sucedió en el terreno de la cultura y el sentido común. En otras palabras, una izquierda sin viabilidad política, pero con enorme influencia ideológica y cultural. Los cuadros de los comités centrales comunistas desarmados por la dura realidad se dedicaron a organizar ONGs y también lograron que los medios aceptaran a virtuales activistas como periodistas y analistas.
De allí que el aserto acerca de hacer campaña por la izquierda y gobernar por la derecha se haya convertido en una auténtica catedral en el Perú. Fujimori ganó en contra del shock, pero luego lo ejecutó sin anestesia, a punta de combazos. Toledo se puso la vincha y despotricó del modelo neoliberal, pero resistió la embestida de los proyectos bolivarianos de entonces. García se opuso al TLC con Estados Unidos y luego se transformó en un auténtico “pro-imperialista”. Y Ollanta se vistió con todos los polos rojos del chavismo, pero luego mantuvo el modelo económico ante la movilización nacional.
Quizá en esa bipolaridad social, donde la cultura y el sentido común avanzan en sentido izquierdo arrastrando los procesos electorales, en tanto que el ejercicio del gobierno se hace desde la derecha, se halle la principal razón de la crisis de los partidos, la desaceleración económica, y la crisis institucional en la que se empantana el país.
Ahora bien, por angas o por mangas, a la hora de votar, el elector peruano siempre le da la espalda a la propuesta más radical y opta por la moderación. Pero, en general, el debate de los comicios se llena de las humaredas ideológicas de la izquierda y, bueno, por allí podría estar el quiebre de las representaciones públicas.
Vale preguntarse por qué, no obstante esta hegemonía cultural de la izquierda, el Perú no ha caído en la férula chavista, incluso con Humala en el poder. Quizá todo tenga que ver con que las mayorías nacionales están contra del Estado pero no contra el mercado. La sociedad del capitalismo más salvaje, es decir la sociedad puneña, ha votado la mayoría de las veces por la izquierda, pero lo ha hecho como una manera de sancionar al estado que estrangula la iniciativa empresarial e individual.
Por Víctor Andrés Ponce
06 - May - 2015
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