LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Todos contra todos
Para forjar libertad, adversarios deben guardar las armas y darse la mano.
El titular del diario Correo del jueves pasado sintetiza de forma poderosa el momento en que la política aparece totalmente envenenada por las estrategias electorales basadas en los anti. Una denuncia sobre el uso de pasajes del Congreso para actividades proselitistas y que pretendía ser arrimada solo a las espaldas de un grupo de fujimoristas, de pronto, empieza a embarrar a la mayoría de las bancadas legislativas, tal como lo reseña Correo con justeza periodística. Unos días antes, todas las baterías apuntaron al objetivo de convertir el caso Gerald Oropeza en un caso del Apra y, de pronto, el partido de Alfonso Ugarte era “un brazo más del narcotráfico”. ¿Qué nos está sucediendo? ¿En qué momento todo se emponzoñó hasta producir semejante escenario?
Aquí no estamos para lavarle la cara a nadie. Por ejemplo, los congresistas fujimoristas que usaron pasajes del Congreso para actividades proselitistas cometieron una falta o quizá una irregularidad mayor, tal como lo hicieron las demás bancadas en éste y en los anteriores Legislativos, pero de allí a calificarlos de algo así como “ladrones” hay una distancia sideral. Pero, sobre todo, no somos jueces para establecer tipicidades.
En el caso Oropeza nadie puede negar los nexos con algún lado del Apra. Por allí aparece Facundo Chinguel como evidencia. Pero sostener que el Apra como partido tiene algo que ver es una barbaridad. Esta semana Keiko Fujimori fue vinculada a “un robo” de pasajes y se continuó embarrando a García con “supuestos vínculos oscuros”. Otra vez, ¿qué no está sucediendo?
De una u otra manera, los intentos de vincular al fujimorismo y el aprismo con los extremos de la oscuridad nos revelan que las agendas del anti no solo forman parte de las estrategias electorales sino que los humores del anti voto también forman parte de los medios de comunicación. No se puede demonizar solo a un grupo político cuando diversas bancadas participan de la falta y, nadie en su sano juicio, puede creer que Alan García, Jorge del Castillo, Mauricio Mulder y Javier Velásquez tengan algo que ver con el narcotráfico.
No hay argumentos periodísticos para tratar las cosas de esa manera, solo estrategia política y pura propaganda anti al mejor estilo soviético. La pregunta que emerge es, ¿semejante truculencia es acaso solo la calistenia de una las peores campañas electorales que se avecinan?
Si bien es cierto que la desaceleración económica resucita las viejas ideas estatistas y acrecienta el pesimismo, hasta hoy no aparece en el firmamento una propuesta que amenace la libertad política y económica del país. ¿Por qué entonces el ambiente con olor a dinamitazos? Desde la política y el mundo de las razones no hay explicaciones valederas. El asunto más bien parece provenir del universo de las pasiones que algunos fermentan en las tripas y que, todo indica, se llevarán a la tumba.
Pero, una vez más, el mundo de los enconos no es el territorio de la política sino de los fundamentalismos religiosos, los nacionalismos ensangrentados y los totalitarismos ideológicos. Para hacer política y forjar la libertad los adversarios tienen que guardar las armas y extenderse la mano.
Por Víctor Andrés Ponce
24 - Abr - 2015
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