LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Ring de poderes
Sobre la nueva confrontación política entre el Ejecutivo y el Congreso.
Según la encuesta nacional de Ipsos, la popularidad del presidente Humala se ha desplomado a 17 puntos, pero no solo se trata de la figura maltrecha del primer magistrado de la República, sino que el Congreso apenas consigue 11% de aprobación, el Poder Judicial 13% y el Gobierno 16%. Es decir, la primera autoridad del Estado y los principales poderes del Estado naufragan en la desaprobación ciudadana. ¿Cómo puede entonces funcionar una democracia representativa con tan escasa capacidad de representar?
En medio del deterioro institucional se reedita otro capítulo del crónico enfrentamiento entre Ejecutivo y Legislativo que ha caracterizado al régimen nacionalista. Las interpretaciones van y vienen sobre el responsable de la colisión de poderes, pero es evidente que todos sabemos de la perpetua adolescencia del nacionalismo. El oficialismo quiere jugar con los números para seguir tentando la mesa directiva del Legislativo y se resiste a licenciar al congresista Alejandro Yovera de acuerdo a mandato judicial, pero la oposición pisa el palito y le niega las facultades para legislar al Ejecutivo.
Si ya sabemos que la irresponsabilidad y todas las causas de la ingobernabilidad provienen de Palacio, ¿por qué los líderes de oposición se resbalan en la misma cáscara de plátano? Es sabido que, en las democracias lozanas, cuando el Gobierno es fuente de inestabilidad y de ingobernabilidad, generalmente la oposición carga sobre sus hombros la conducción del país. En el Reino Unido se llama la leal oposición y semejante conducta permite hablar de que la política es cooperación antes que confrontación.
Cuando hay una falta que compromete a un adulto y a un menor cualquiera le reclama al mayor. Algo parecido sucede con el gobierno. ¿Qué se le puede pedir a quién demuestra hasta la saciedad su condición de inimputable políticamente? El oficialismo ha demostrado que es la suma de todos los yerros. Tiene verdaderos records en estulticia política como el de haber convertido a una mayoría parlamentaria en una simple minoría.
Queda claro entonces que, en este caso, la oposición es la que carga con las culpas. Es más, la principal interesada en que los puentes frágiles entre oficialismo y oposición se mantengan debería ser la propia oposición, porque es el camino más predecible para cumplir el cronograma electoral hacia el 2016.
Una de las cosas más lamentables es la situación del PCM, Pedro Cateriano, quien parece atrapado entre el fuego cruzado del oficialismo con la oposición. Tan atrapado está que se le volvió a subir la bilirrubina y volvió a caer en las frases destempladas, aunque luego rectificó descartando cualquier posibilidad de cerrar el Congreso. De esta manera ratificó su condición de demócrata.
¿Por qué es lamentable la situación de Cateriano? Porque el PCM desarrolló un gesto audaz que parecía proscrito de la política peruana: se reunió con sus archirrivales Keiko Fujimori y Alan García. Semejante audacia debería estar llamada a construir un nuevo escenario del espacio público, pero Cateriano no controla todos los resortes de la política. Palacio sigue jugando al cálculo y la señora Ana María Solórzano obedeció las órdenes respectivas y se desató un nuevo choque de poderes.
En este horizonte surge una pregunta: ¿Cómo vamos a hacer para que la democracia siga contando con la suficiente gobernabilidad para seguir funcionando mientras se desarrolla el cronograma electoral? Ingobernabilidad en medio de una campaña electoral es como empujar a la democracia al borde del abismo.
Por Víctor Andrés Ponce
15 – Jun – 2015
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