LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Reflexiones sobre moral republicana
De la resistencia y la ofensiva en la insurrección actual
Cuando contemplamos cómo minorías violentas atacan comisarías de la Policía Nacional del Perú (PNP) y hieren a medio millar de efectivos, cuando observamos cómo estos grupos radicalizados atacan aeropuertos y desatan el terror, cómo queman empresas privadas, bloquean carreteras para desabastecer a las ciudades y destruir la producción, los mercados emergentes y la economía familiar, es natural que la sociedad se desmoralice. Y cuando la sensación de impunidad se generaliza la desmoralización se agrava, se acrecienta.
En la presente estrategia insurreccional de las vanguardias comunistas –vinculadas al eje bolivariano– contra la Constitución y el Estado de derecho, el principal objetivo de la tiranía radical es la desmoralización de la sociedad y de sus élites para que, en medio de la desesperación, se llegue a creer que un simple adelanto de elecciones o una asamblea constituyente, pueden restablecer la paz social. Allí reside el objetivo principal.
Todas las revoluciones en que una minoría asalta el poder en base a la violencia se desarrollan sobre esa premisa, sobre la caída de un gobierno y la capitulación ante el camino revolucionario. Sin embargo, como estas estrategias siempre se basan en minorías, si ellas se enfrentan a la resistencia de un gobierno, la persistencia de las instituciones de la sociedad, en muy poco tiempo las mayorías reaccionan y terminan aplastando a las minorías violentistas. Ha sucedido varias veces en la historia.
En el Perú comienza a suceder algo parecido. Los estrategas cubanos y del eje bolivariano nunca contaron con que el Gobierno de Dina Boluarte, las instituciones republicanas y las fuerzas armadas y policiales, iban a resistir semejante embestida. Y hoy la continuidad de bloqueos que destruyen la producción, los mercados populares y los mercados emergentes, tarde o temprano levantará una ola de repudio a las vanguardias comunistas. Electoralmente la izquierda ha perdido en el sur por más que las acciones de las vanguardias intenten presentar lo contrario.
Ahora bien, ¿por qué sobreviene la desesperación en los sectores democráticos ante el alargamiento de la violencia? Porque hasta hoy no hemos comprendido que cuando se eligió a Pedro Castillo se inició la destrucción de los avances del Perú. Se eligió a sabiendas el peor candidato de la historia, el menos preparado y con claros vínculos con el maoísmo.
El Estado estuvo un año y medio al servicio de la actual insurrección, ¿cómo así podíamos salir indemnes de esta tragedia? Es evidente que Dios es peruano porque estamos saliendo, pero no lo es tanto. Cometimos el peor error que cometen los pueblos; es decir, elegir como primera autoridad al peor.
En la Segunda Guerra Mundial los pueblos alemanes y japoneses cometieron los mayores errores de sus respectivas historias. Y fueron totalmente destruidos. Muy por el contrario, Inglaterra fue bombardeada y destruida por el nazismo, pero mantuvo su Estado de derecho y sus instituciones y, en muy pocos años, recuperó y superó la grandeza anterior.
Gran parte de los activos económicos y sociales del Perú serán destruidos porque elegimos al peor. Sin embargo, si mantenemos nuestra Constitución y nuestro Estado de derecho, reconstruiremos todo con extraordinaria rapidez y nos convertiremos en una verdadera potencia regional.
Que la resistencia entonces continúe y luego pasemos a la ofensiva, que el enemigo se queda sin moral.
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