Reflexiones sobre la sentencia del caso Pedro Huilca

El Poder Judicial acaba de establecer en una sentencia que el asesinato del dirigente sindical Pedro Huilca no fue responsabilidad de las fuerzas de seguridad del Estado. Así, el Poder Judicial acaba de confirmar una verdad que todos los peruanos de buena voluntad sabíamos, porque los propios medios del terrorismo senderista, de una u otra manera, habían reconocido la autoría en el asesinato del dirigente sindical.

La pregunta entonces es inevitable: ¿cómo así un sector de la política peruana pudo sostener semejante mentira durante tres décadas? ¿Por qué algunos, con estas leyendas, pretendieron esconder la responsabilidad del terrorismo?

Cuando uno se formula estas interrogantes el cuerpo se estremece ante la voluntad política, religiosa y fundamentalista, de un sector político de mantener un relato cueste lo que cueste. Para este sector, la verdad y  la inocencia o la culpabilidad de los otros es un asunto sin importancia ante la narrativa. Semejante conducta revela una entraña totalitaria. De alguna manera es la misma conducta que asumen las izquierdas mundiales cuando esconden los crímenes de lesa humanidad cometidos por Hamás contra asentamientos civiles israelíes y solo denuncian los bombardeos del ejército de Israel.

Las leyendas sobre el asesinato de Pedro Huilca y el intento de ocultar las responsabilidades del terrorismo solo se pueden entender como parte de la narrativa que pretendía reducir las diferencias entre peruanos a una polarización entre fujimoristas y antifujimoristas. Una polarización y narrativa que destruyó el país, bloqueó nuestro camino al desarrollo y, finalmente, terminó encumbrando a Pedro Castillo al poder, luego de destruir a toda la clase política que contenía el avance antisistema y colectivista.

Toda esa narrativa de destrucción nacional terminó con el encumbramiento de Pedro Castillo al poder, el peor candidato de la historia republicana. Que una sociedad elija al peor debería merecer todas las investigaciones y tesis posibles sobre esta narrativa que dominó y enfermó al Perú. Y la narrativa fascistoide parece terminar con Castillo a tal punto que el propio Poder Judicial lo confirma a través de la sentencia del caso Huilca.

Quizá la mejor manera de superar esta polarización de la autodestrucción nacional pase por construir nuevas derechas e izquierdas modernas, que superen para siempre las guerras entre fujimoristas y antifujimoristas. Y uno de los pasos urgentes en este camino es el cumplimiento del indulto constitucional otorgado a Alberto Fujimori.