LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Polarización = censura
Acerca de los errores políticos que condujeron a la censura del Gabinete Jara.
Una de las grandes preguntas que se formularía cualquier observador extranjero que analice el proceso político peruano sería, ¿cómo así se llegó a censurar un Gabinete no obstante que no hay grandes diferencias de fondo entre el oficialismo y la oposición? ¿Cómo así la confrontación política se elevó tanto si no hay propuestas económicas y sociales tan divergentes?
En las grandes tradiciones parlamentarias, generalmente, derribar un Gabinete ministerial era la expresión de una confrontación política e ideológica sin cuartel. Bastaría recordar que, durante la Guerra Fría, en Europa, la censura ministerial era una práctica corriente. Hoy es menos.
Durante el siglo pasado, en el Perú también se censuraba Gabinetes, pero aquellas censuras eran la expresión de la guerra ideológica que el aprismo libraba contra la llamada sociedad oligárquica. De una u otra manera las sombras de la Guerra Fría también se extendían sobre el escenario nacional. Pero, ¿cuál es la confrontación real detrás de la censura del Gabinete Jara?
Quizá la respuesta a esta interrogante reside en el proyecto autoritario que el nacionalismo intentó desarrollar en los primeros dos años de su administración. Un proyecto que pasaba por la llamada reelección conyugal y que, en materia económica, podía acomodarse a una propuesta de economía abierta o estatista dependiendo de las circunstancias. Finalmente, el nacionalismo optó por preservar la economía de mercado, aunque las marchas y contramarchas de la primera etapa del gobierno sembraron la desconfianza y ahogaron la inversión privada. Es evidente que también aceptó mantener la institucionalidad democrática y el juego institucional.
Sin embargo el estilo de gobernar y la voluntad de polarizar con la oposición, herramienta impostergable de cualquier proyecto autoritario, nunca se abandonaron. La idea de una pareja presidencial en el poder y las intromisiones de Nadine Heredia en la función ministerial eran pan de cada día. Las guerras con la oposición se desplegaron sin maquillajes. Hasta hubo ministros encargados y dedicados a esas tareas. Mientras estos yerros continuaban, los oficialistas olvidaban que la reelección conyugal había sido archivada porque no tenía viabilidad política.
El estilo de gobernar no solo afectó al Ejecutivo con los sorprendentes relevos de Gabinetes que cada vez se volvían más sumisos con la cúspide, sino que también pulverizó a la mayoría parlamentaria oficialista transformándola en una minoría más. Los escándalos de la DINI deberían entenderse como una de las resacas del proyecto autoritario que se archivó por falta de apoyo popular.
En síntesis, si bien el gobierno limó sus aristas autoritarias en política y superó las fiebres estatistas, nunca abandonó el estilo de confrontación y por eso voló todos los puentes habidos y por haber con la oposición. Este estilo antidemocrático de hacer política no podía prosperar en democracia a menos que se tragara a la propia democracia. La democracia se mantiene y es natural que la oposición se haya fortalecido ante tantas equivocaciones gubernamentales.
Quizá por estas consideraciones el del nacionalismo sea el único gobierno de la democracia post Fujimori que ha acumulado tres negativas de investidura al Gabinete y una censura al Consejo de Ministros en pleno. Todo un record que solo se puede explicar por la voluntad irreductible de polarizar con la oposición.
Por Víctor Andrés Ponce
01 - Abr - 2015
COMENTARIOS