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Marisol, ¿la carta del nacionalismo?

Marisol, ¿la carta del nacionalismo?
Víctor Andrés Ponce
27 de febrero del 2015

Reflexiones sobre los esfuerzos del gobierno nacionalista para sobrevivir en el temporal.

Apenas se conoció que la Vicepresidenta del Perú, Marisol Espinoza, había suspendido sus aportes al Partido Nacionalista, las especulaciones sobre una hipotética renuncia de ella al humalismo se multiplicaron de aquí para allá. Cuando todo parecía que se trataba de un ojo morado más para Palacio, la propia Espinoza se esmeró en aclarar que no renunciaba al oficialismo. ¿Qué había sucedido? ¿Cómo así continuaba en esa organización pese a los desplantes y maltratos de la llamada pareja presidencial? 

En este caso la única explicación es la política. Espinoza parece permanecer en el nacionalismo porque, aparentemente, en Palacio se le ha prometido la presidencia del Congreso. Si las cosas van por allí, entonces, algo diferente está sucediendo en el oficialismo que nada tiene que ver con los caprichos y ensoberbecimientos con que Nadine Heredia maneja el nacionalismo, yerros que lograron una proeza: convertir a una mayoría parlamentaria en una minoría más. 

La figura de Espinoza en la elección de la próxima directiva del Legislativo se podría convertir en una carta de consenso que le permitiría al oficialismo mantener el control del Congreso, precisamente, el último año de período gubernamental, un tiempo absolutamente crítico para una administración asediada por las denuncias que se multiplican a diestra y siniestra. 

Pero, ¿por qué Espinoza podría convertirse en una figura consensual? El hecho de que la Vicepresidenta del Perú sea elegida como titular del Legislativo le otorga al Congreso un papel determinante en la transición hacia el 2016, sobre todo, considerando su clara independencia de la pareja presidencial. No sería nada extraño entonces que el fujimorismo y el aprismo terminen apoyando una eventual candidatura de Espinoza. Finalmente, se trata de ordenar todas las fichas para el 2016. 

No se puede negar, pues, que existen cambios significativos en la conducción del oficialismo y algunos señalan a Favre como el autor de semejantes giros. Por ejemplo, nadie puede negar que hubo cintura palaciega luego de los sucesos de Pichinaki con el relevo de los ministros cuestionados con Daniel Urresti a la cabeza. Semejante jugada le devolvió oxígeno al régimen y al Gabinete Jara. 

Bien por el oficialismo que se abandone el estilo majadero de Heredia. A veces la juventud es el peor enemigo de la discreción. Sin embargo los gambitos del oficialismo solo son herramientas para sobrevivir en el temporal. Nada más. De ninguna manera pueden cambiar la imagen de una nave que se esfuerza por llegar a buen puerto. Si se trata de hacer algo diferente, entonces, el camino es otro, es el camino de las reformas que nos permitan enfrentar la desaceleración de la economía y despejar todos los nubarrones hacia el 2016.

Esa ruta nada tiene que ver con cartas bajo la manga o con inesperados balones de oxígeno. Esa ruta implica poner por delante los intereses del país, olvidarse de los cálculos menudos, y acometer las reformas que el relanzamiento económico del país demanda. 

Si el nacionalismo tomara ese camino, el gobierno de Humala ya no sería recordado como el régimen que ensayó proyectos autoritarios hasta su último minuto en el poder, sino como una administración más de la democracia post fujimorista. Quizá el único camino para volver a pensar en el 2021. 

Por Víctor Andrés Ponce
26 - Feb - 2015  

Víctor Andrés Ponce
27 de febrero del 2015

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