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Los rasgos fascistas del progresismo peruano

Reflexiones sobre la crisis de gobernabilidad en el Perú

Los rasgos fascistas del progresismo peruano
Víctor Andrés Ponce
26 de mayo del 2023


Una de las diferencias fundamentales de los progresistas peruanos con sus homólogos de Chile y Colombia es que los nacionales se niegan a formar partidos, elaborar programas políticos y participar en las elecciones nacionales. En cambio, los progresistas de los dos países mencionados se organizan en partidos y ganan en elecciones.

¿Cuál es la consecuencia inmediata de esta renuncia a organizar partidos de los llamados progresistas peruanos? Que los progresistas o caviares nacionales no se ven obligados a gastar las energías que se demandan para organizar la democracia. Esas energías tienen que ver con la organización de bases, el debate ideológico frontal y la lucha por el favor popular. El progresista nacional prefiere la oenegé y la lucha sectorial, y se aleja de cualquier compromiso o contrato con la sociedad. Por otro lado es incuestionable que el progresista peruano desarrolla una intensa lucha cultural en base a fábulas y narrativas, mientras busca controlar las instituciones centrales del sistema republicano.

En otras palabras, el progresista peruano impone los sentidos comunes de la sociedad y se propone controlar las instituciones tutelares del sistema republicano. De allí que el funcionario progresista haya sobrevivido y logrado influir decisivamente durante los gobiernos de Toledo, Humala, PPK, Vizcarra y Sagasti. Dominio de las narrativas y control de instituciones son las dos caras de una misma moneda. 

Sin embargo, ¿qué ha sucedido en el Perú cuando un movimiento político ha amenazado la estrategia progresista de control del Estado sin formar partidos ni ganar elecciones? El resultado fue la judicialización de la política y la construcción de todas las fábulas en contra de la corrupción que nos llevaron a la elección de Pedro Castillo. Finalmente, el profesor de Chota y Perú Libre se levantaron “en contra de 500 años de dominación y corrupción del Virreinato y la República”.

Los progresistas chilenos y colombianos hacen lo mismo que los caviares nacionales. Sin embargo, sus mayores energías están concentradas en ganar elecciones: el desarrollo de relatos y el control institucional buscan el triunfo electoral. Allí están las victorias de Gabriel Boric y Gustavo Petro.

El progresista peruano, pues, por su propia naturaleza, está inclinado a la judicialización de la política. Sin partidos y sin victorias electorales está obligado a judicializar la política para competir y evitar la amenaza de un eventual desplazamiento.

En algún momento se escribirá la historia de este extraño momento en el Perú, en el que todo el espacio público se judicializó y se destruyeron las posibilidades de organizar la gobernabilidad. Durante el Gobierno de Vizcarra, inevitablemente, la naturaleza del progresismo nacional llevó a que este sector desarrollara claros rasgos fascistas, sobre todo por el respaldo popular y la estrategia a la que apeló el Ejecutivo.  Se judicializó a toda la oposición y se organizaron los relatos que luego repitieron Castillo y sus colaboradores. El fundamentalismo de este sector es tan evidente que un profesor de ciencia política llega a calificar a un caviar de “un cruzado contra la corrupción”, no obstante la feroz crisis de la república.

Si el progresismo se organizará en partidos, muchos hombres públicos que se presentan como académicos o actores de la libertad de prensa y suelen pelear el poder como políticos profesionales estarían obligados a bajar a las bases y a evitar ese impulso destructivo que busca judicializar al adversario.

Víctor Andrés Ponce
26 de mayo del 2023

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