LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
“Lo viejo y lo nuevo” en política
¿Debemos arriesgar el 2016 los avances logrados en las últimas décadas?
En la última encuesta nacional de Ipsos se mantienen las preferencias electorales de los últimos meses: Keiko Fujimori asegura el primer lugar, seguida de PPK, Alan García, Alejandro Toledo y, más atrás, aparecen Daniel Urresti y Mauricio Diez Canseco. Si semejantes posicionamientos se mantuviesen rígidos hasta la primera vuelta del 2016, la mayoría de los votantes estaría indicando su preferencia por conservar el estado de cosas. Es decir, el electorado peruano se habría vuelto conservador.
De otro lado, en el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) se informa que hay más de 20 organizaciones con inscripción electoral que podrían animar los próximos comicios nacionales. Si a esta explosión de organizaciones le sumamos la idea, la sensación, de que, en cualquier momento, podría emerger un outsider que capitalice el descrédito de la política y los políticos, entonces, contemplamos la posibilidad, la apuesta, a un cambio radical.
La idea de que se debe conservar el estado de cosas parte de la impresión de que, nunca antes en nuestra historia, el Perú había conseguido tantos logros económicos, sociales y políticos. En las últimas dos décadas la pobreza se redujo de 60% de la población a solo 23% y la democracia avanza, contra cualquier pronóstico, hacia el cuarto proceso electoral sin interrupciones. ¿Es discreto arriesgar semejantes logros? Y, por angas o por mangas, todas estas conquistas políticas y económicas se desarrollaron bajo la sombra de los movimientos políticos o -si se quiere- candidaturas que hoy encabezan las preferencias ciudadanas. Es decir, los líderes hoy encumbrados en las preferencias forman una suerte de establishment que la mayoría podría apostar a mantener, sobre todo, si se recuerda el papel que ha jugado la novedad o el outsider en el Perú y América Latina.
La apuesta por “lo nuevo” en política, una apuesta que algunos suelen llamar “una nueva forma de hacer política” o “la refundación de la política”, emerge del hastío y la desaprobación de los actuales políticos. Las denuncias de corrupción se entremezclan con cuestionamientos históricos y, de pronto, todo está “tan podrido” que es necesario que se vayan todos. Es el terreno del candidato contra los partidos políticos. El gran problema de esta apuesta es que, al hacer del “anti” un programa, fermenta al aventurero que se traga la libertad política y económica.
Todo lo nuevo se ha engullido las libertades en América Latina. Novedad contra los políticos fueron Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales. Aquí en el Perú, Alberto Fujimori fue el outsider que demolió el estatismo, pero ahogó la libertad política, dejando un legado contradictorio. En otras palabras, el desplazamiento de “lo viejo” agravó la crisis política y económica de la región.
En este contexto, ¿cuál tendencia le conviene al Perú? Si revisamos las historias de los partidos Demócrata y Republicano en Estados Unidos y la de los partidos Laborista y Conservador del Reino Unido, nos percataremos que las denuncias de corrupción en estos sistemas alguna vez se parecieron al caso peruano. La diferencia radica en el excesivo personalismo de la política peruana. Pero la clave de la longevidad de las democracias anglosajonas siempre reposó en la continuidad de sus actores que, en medio de una destrucción creativa, fueron gestando los sistemas de partidos que sirven de referencia para formular modelos para la democracia en general. En todo caso, ¿por qué tendencia usted se inclina?
Por Víctor Andrés Ponce
20 - Abr - 2015
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