Las sombras de Nadine

¿Afectan a la gobernabilidad las acusaciones contra la primera dama? 

La noticia de que la madre de la señora Nadine Heredia habría comprado dos propiedades por US$ 645,000, una de las cuales habría sido cancelada al contado con US$ 400,000, dejó estupefacta a la mayoría de observadores políticos del país e, incluso, dentro de las propias fuerzas del nacionalismo se alzaron interrogantes del tamaño de un planeta. ¿Cómo así la madre de Heredia puede movilizar semejantes sumas el 2014?  En todo caso, la familia Heredia tiene que alcanzar las explicaciones pertinentes por las suspicacias que estas cosas ya han despertado. El congresista Juan Díaz Dios comienza a hablar de un nuevo caso Ecoteva y no parece estar demasiado alejado de la realidad. 

Nadine Heredia, en realidad, ha sido un verdadero cometa en la escenario político peruano. Brilló con intensidad en el firmamento, pero de manera fugaz y, de una u otra manera, hoy su futuro político parece asociado a los vía crucis de las comisiones investigadoras del Congreso y los procesos en el Ministerio Público y el Poder Judicial. ¿En qué momento todo se desencaminó deben preguntarse los garantes y los analistas oficiosos? En realidad todo siempre estuvo desencaminado, siempre hubo una falla de origen y ese era el compromiso con la democracia. 

En los dos primeros años del régimen nacionalista cuando la popularidad de Heredia trepaba por encima de los 60 puntos, ella se había convertido en una verdadera candidata a la Presidencia y la amenaza de un proyecto autoritario al estilo de los Kirchner en Argentina parecía confirmarse con el rápido control de las fuerzas armadas y policiales que se desarrollaba desde la cúspide de Palacio. Ante la vista y paciencia de todos y con el argumento de que ella representaba la cordura frente a un Humala que pretendía pisar el acelerador chavista, el proyecto autoritario había organizado sus columnas principales: candidato con gran aprobación popular y control de las instituciones castrenses y policiales. Las condiciones para el proyecto autoritario que establece el manual bolivariano parecían estar funcionando. 

En ese momento, desde todas las orillas, se le pidió a la mal llamada pareja presidencial, rechazar la idea de una reelección conyugal, pero el ensoberbecimiento ya era demasiado fuerte. Solo cuando la popularidad se desplomó, luego de la frustrada compra de La Pampilla y de la llamada “repartija”, comenzó el retroceso y los sucesivos desmentidos de Nadine. Pero fue evidente que las negaciones de una posible reelección conyugal tenían más que ver con el desplome de la popularidad que con las convicciones democráticas. 

Ahora el nacionalismo y la propia Nadine están más empeñados en sobrevivir, en defenderse y, de una u otra manera, quedan en evidencia las relaciones entre el proyecto autoritario archivado y las denuncias que se acumulan contra la Primera Dama. Salvando las distancias entre un autoritarismo que se materializó y otro que se inviabilizó por la falta de popularidad, ¿las denuncias contra Heredia acaso no nos recuerdan las imputaciones contra los Kirchner? 

El gran problema de este culebrón que parece aproximarse con las investigaciones de las propiedades de la familia Heredia es que no se trata solo de la Primera Dama sino que, por angas o por mangas, tiene que ver con la gobernabilidad, porque salpica a la investidura presidencial. 

Por Víctor Andrés Ponce
09 - Feb - 2015