La respuesta peruana a la insurrección bolivariana

El Perú es un país de extrañas singularidades en América Latina. Por ejemplo, es uno de los pocos países que ha tenido una migración interna de la sierra a la costa y dentro de las propias regiones de la sierra, lo que ha convertido a la cultura y la sociedad en un país de emprendedores, de mercados emergentes, a semejanza de los pioneros estadounidenses que construyeron el gran país del norte. Algo parecido, por ejemplo, no ha sucedido en Chile ni en Colombia.

Por otro lado, hasta los procesos insurreccionales en el Perú se salen del libreto bolivariano. Por ejemplo, en nuestro país la insurrección que se desató luego del fallido golpe de Estado de Pedro Castillo tuvo una virulencia y frontalidad que, más allá de ciertas similitudes, no se observó ni en Chile ni en Colombia. ¿A qué nos referimos? En el Perú se intentaron bloquear todas las vías nacionales para estrangular a las ciudades, se atacaron e intentaron destruir los aeropuertos del sur (típicas acciones de guerra convencional) y se atacaron decenas de comisarías, dejando más de 500 miembros de la policía nacional heridos, decenas de ellos de gravedad. 

En el Perú, pues, se intentó quebrar el Estado como tal y derrumbar el Estado de derecho desde sus columnas principales, a diferencia de las experiencias en Chile y Colombia, en donde se atacó en los márgenes y en las fronteras del Estado. El resultado en Perú es devastador: más de 44 lamentables muertes de peruanos. En Chile, durante seis meses de violencia, se causaron 34 muertos. En Colombia, en tres meses de espiral insurreccional, hubo cerca de 80 decesos. Lo que sucede en el Perú entonces es parte de un libreto, de un manual, pero con aderezos nacionales, tales como la tradición maoísta.

Las migraciones y la existencia de un Estado sobrerregulador, que cobra impuestos sin prestar servicios, han convertido a las ciudades de la costa y de la sierra en hervideros de mercados emergentes e informales. Ese mundo de emprendedores es la mayoría de la sociedad, representa cerca de dos tercios de la economía y la sociedad nacional.

El tiempo de los emprendedores peruanos se mide en días o máximo unas semanas. A partir de allí el ahorro desaparece y sobreviene el hambre y la escasez, a diferencia de las clases medias chilenas y colombianas, más vinculadas al Estado y con más posibilidades de resistir varios días de bloqueos de carreteras y mercados. En esta característica única de la sociedad peruana se organiza el gran fracaso de la estrategia insurreccional bolivariana en el Perú.

Ante el bloqueo de carreteras y el cierre de de mercados populares del sur, que se alimentan del turismo y la minería, los ciudadanos del Cusco, de Arequipa, de Puno y otras áreas afectadas por la violencia comienzan a organizarse y a enfrentar a las minorías comunistas que desatan el caos y el cierre de mercados. Si la violencia bolivariana aumenta, la respuesta ciudadana crecerá en organización. Y, a través de una increíble alianza con las fuerzas armadas y policiales, los emprendedores derrotarán a los promotores de la anarquía y el caos. El Perú, pues, es único hasta para enfrentar la amenaza comunista. 

Y no hablamos de ninguna novedad. Ya sucedió en los ochenta cuando los campesinos se organizaron y derrotaron el terror colectivista ante la prohibición de mercados y ferias provinciales.