LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
La OEA, la oposición y la transición
Las posibilidades de iniciar una transición política
Jorge del Castillo, líder del Apra, acaba de recordar que la Misión de Observadores de la OEA que vino al Perú a fines del 2000 para establecer el diálogo entre el Gobierno y la oposición, en un principio, participaba de la mayoría de criterios a favor del fujimorismo. Sin embargo, luego del diálogo con la oposición, se desencadenó la transición política. Se acordó recortar el periodo presidencial y en el Congreso se reformó la Constitución para adelantar las elecciones.
Semejante antecedente es muy importante para desarrollar un correcto análisis sobre las posibilidades de la oposición frente a la Misión de la OEA. Si la oposición y las instituciones republicanas demuestran con absoluta claridad que los procedimientos de control y las investigaciones en contra del presidente Castillo se ajustan a la Constitución, y se presentan pruebas irrefutables, es posible, como se dice, que la Misión de Observadores de OEA se convierta en un tiro por la culata para el Ejecutivo.
Más allá de los discursos delirantes de algunos representantes de la OEA acerca de que Castillo padece “una ofensiva racista de la oligarquía”, que no acepta que un hombre humilde y andino asuma la jefatura de Estado, es incuestionable que ante la argumentación de la oposición y el papel de las instituciones todo podría cambiar. Sin embargo, existe una condición para que se presente un escenario favorable al sistema republicano. La unidad y coherencia de la oposición. Allí existe una diferencia abismal entre la oposición de hoy y la que existía a inicios del nuevo milenio.
Si la oposición de hoy no se reúne, coordina objetivos y elabora planes para tratar con la Misión de la OEA, entonces faltará la política democrática para convertir las investigaciones del Ministerio Público y las acciones de control que se impulsan en el Legislativo en una transición a favor del sistema republicano. Cada actor y protagonista se refugiará en sus intereses particulares, el Ejecutivo buscará sobrevivir e, igualmente, la mayoría de bancadas legislativas pretenderán permanecer.
Entre la clase política de fines del 2000 y la actual representación existen diferencias abismales, más allá de las excepciones que destacan. Los políticos de inicios de este siglo formaban parte de tradiciones políticas, se habían formado intelectualmente y entendían lo que era construir una comunidad política. Hoy la mayoría de políticos carece de tradiciones y los jóvenes brillantes no han tenido la única escuela que vale en política: la experiencia.
Sin embargo, todo puede suceder en este mundo de fragmentaciones e incertidumbres. A lo mejor la oposición presenta un plan unificado y logra que la Misión de la OEA dirija el dedo acusador hacia Palacio. De lo contrario, la OEA se convertirá en un gran detergente para la probada incapacidad moral permanente que, a primer golpe de vista, se percibe en el Gobierno.
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