¿La hora de Palacio?

El gobierno sorprende y sale, por primera vez, a librar una confrontación de ideas                   

Alan García, Keiko Fujimori y PPK le retiran apoyo a la ley que busca formalizar el empleo juvenil entre los jóvenes de 18 y 24 años y contemplamos en esos gestos una expresión casi gráfica de lo que se suele llamar crisis de representación política en el Perú, una enfermedad terminal para cualquier democracia representativa.

Aparentemente, los políticos apuntan hacia el voto mayoritario, pero, en realidad, solo están buscando anularse entre sí hacia la segunda vuelta electoral. De allí  el pánico de aparecer “derechizados” con la defensa de la ley del empleo juvenil. Los tres líderes son los protagonistas principales de las encuestas y cualquiera de ellos podría estar en la segunda ronda, pero esos mismos sondeos nos dicen que, con la cercanía del cronograma electoral, también crece la posibilidad del outsider. Es decir, los políticos en carrera solo representan una parte del universo electoral del país.

La posición de los políticos es adversa, contraria, a los sectores emergentes que, al margen de las intenciones de algunos sociólogos, son los protagonistas de los principales cambios de las últimas décadas en el Perú. Ni la democracia ni el mercado se pueden explicar sin ellos. Claro que el voto por Humala del 2006, del Humala del 2011 o por Aduviri, también se explican por estos sectores populares. En general el mundo emergente es puro capitalismo, pero también es anti estado. No acepta el espacio público ni a sus políticos que solo promulgan leyes para ahorcar la iniciativa individual y empresarial. Por eso, a veces, pueden votar con las propuestas radicales anti estado de izquierda.

Hoy los políticos al ponerse en contra de ley del empleo juvenil, se ponen en realidad en contra del mundo emergente, de las miles de pequeñas empresas que demandan una reforma tributaria y laboral integrales, y que ven en la nueva norma sobre la labor juvenil un paso importante en función de esos objetivos. La decisión de derogar la mencionada ley, pues, abre un gigantesco espacio para los políticos que intenten representar a estos mercados populares que, por angas o por mangas, ya son actores de la historia del Perú.

Luego de que Alan García le doblara la mano en el tema a las demás fuerzas políticas, transformando la convergencia pro formalización del empleo juvenil en una convergencia pro derogatoria de la norma, sorprendentemente, en Palacio se empinaron sobre el caso López Meneses y Martín Belaunde Lossio, y se decidieron a hacer política.

El propio Humala, con sus limitaciones de comunicador, salió a flagelar y a demostrar las inconsistencias de Alan García.  De pronto, todos recordamos que el líder aprista era uno de los más grandes “flexibilizadores” laborales de la reciente historia. Los congresistas nacionalistas salieron al frente y también movilizaron jóvenes que apoyaban la norma y que se enfrentaron a los muchachos que convocaba el Apra.  Y la propia Nadine Heredia salió con la espada desenvainada.

Quizá por primera vez, el régimen nacionalista estaba en una confrontación de ideas, de propuestas, y ya no en los juegos turbios de tratar de inhabilitar a un candidato en carrera presidencial. El oficialismo comenzó a ganarse alguito. Por ejemplo, la firme posición de Martha Chávez en la defensa de la ley nos indica  que no hay unanimidad en el fujimorismo.

Paradojas de la política. A lo mejor el nacionalismo podría encontrar en la confrontación programática con el populismo de izquierda una gran oportunidad para reorganizarse. Quizá Nadine podría demostrar si realmente la política es su tema y no solo el mangoneo del Estado y la obsesión por inhabilitar al rival. En todo caso, se avecina una polémica donde no parece haber apoyos a cambio de impunidad como sucedía en los últimos años. Por eso Toledo también ahora se pone la vincha y camina por la orilla populista.

Por Víctor Andrés Ponce

22 - dic - 2014