LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Juego de facciones
¿Es posible que Ana Jara lidere una facción que discrepe con Humala?
Frente a las evidentes tensiones entre la jefa del Gabinete, Ana Jara, y el ministro del Interior, Daniel Urresti, han comenzado a surgir versiones acerca de que la titular del Consejo de Ministros estaría respalda por Nadine Heredia, mientras que Urresti recibiría el apoyo del presidente Ollanta Humala. Dos facciones y la pareja presidencial otra vez “dividida” sobre el quehacer público, tal como sucedió en los dos primeros años del régimen nacionalista. Sin embargo, a estas alturas, ¿puede ser verosímil la idea de que se mantenga a Jara con un jefe de Estado con el ceño fruncido frente a ella? Parece que no.
Semejantes rumores más bien podrían tener que ver con una estrategia para evitar que se forme en el Congreso una mayoría adversa al Gabinete Jara. Es el clásico juego “el bueno y el malo”, al que suelen echar mano los asiduos a los manuales de inteligencia. Recordemos que, en los primeros 24 meses de gobierno nacionalista, Heredia era la “fuerza” que evitaba que Ollanta virara hacia el chavismo mientras ella consolidaba una eventual candidatura presidencial, hasta que vino el intento de comprar la Pampilla y, entonces, se descorrió el velo. Estaba en marcha una estrategia de reelección conyugal que luego se archivó porque falló el respaldo popular.
Si el gobierno pretende oxigenar a Ana Jara debería dejar de jugar con los psicosociales que, durante toda la administración nacionalista, no le han servido para nada. En este contexto, emerge la pregunta: ¿Se puede salvar al Gabinete Jara? En política democrática todo es posible, incluso, hasta que ángeles y demonios se estrechen la mano por el bien del espacio público. Pero en democracia los rivales enconados pueden conversar y llegar a acuerdos solo cuando hay una voluntad de pactar, una voluntad que nada tiene que ver con los psicosociales que algunos estrategas de bolsillo pretenden desarrollar.
Si hubiese un mensaje del jefe de Estado a los líderes de la oposición señalando que la guerra ha terminado, que se inicia un periodo diferente hacia el 2016, con objeto de garantizar el relevo democrático y enfrentar la desaceleración económica, quizá no solo se preservaría al Gabinete Jara, sino que el propio Humala limaría todas esas aristas que despiertan dudas sobre su vocación democrática. Indudablemente, Humala empezaría a organizar su legado como el tercer jefe de Estado de la democracia post fujimorista.
Nadie le puede pedir al Presidente que se exponga a desaires, pero iniciar una tregua es un arte que va desde el mensajero oficioso hasta el gesto que desarma. Si no se produce algo en ese sentido y seguimos con los intentos de “manipular” a tirios y troyanos, la oposición seguirá preparando el cuchillo para cortar las testas de Daniel Urresti, Pedro Cateriano y Daniel Figallo, y la democracia seguirá desplazándose a las cercanías del abismo.
Algunos dicen que no se le puede pedir peras al olmo, que en la naturaleza de Humala nada hay más lejano que la posibilidad de levantar el teléfono y hablar con el rival. Pero el papel del buen análisis, de la buena política, es insistir en la real solución así ésta parezca imposible.
Por Víctor Andrés Ponce
(02 - Feb - 2015)
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