LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Facciones palaciegas
Espionaje a jefa Sunat parece corroborar que hay facciones en el gobierno.
La denuncia de la periodista Cecilia Valenzuela acerca de que un reglaje a Tania Quispe, superintendente de la Sunat, podría demostrar, efectivamente, que en la administración nacionalista existen diversas facciones, tal como lo señaló Ana Jara, presidenta del Consejo de Ministros. La idea de reglar a la máxima autoridad tributaria nos permite señalar que los diversos proyectos autoritarios en América Latina siempre han combinado varios factores con objeto de perpetuarse en el poder: un líder o candidato con respaldo popular para ganar elecciones, control de las fuerzas armadas y policiales y manejo de la autoridad tributaria para “presionar” a los opositores.
El reglaje a la señora Quispe nos indicaría que el aparato que desarrolla reglajes a tontas y locas no podía controlar a la Sunat que, aparentemente, se venía manejando con criterios técnicos o “tecnocráticos” como ahora se suele decir. En otras palabras, el aparato policial y militar que converge en la DINI forma parte de este régimen, pero no de toda la administración. Por lo tanto el análisis debe tener la suficiente sofisticación para separar la paja del grano en esta hemorragia de hechos que cruzan las fronteras de la democracia.
Nadie con dos dedos de frente podría sostener que las actividades de la DINI se desarrollan sin el consentimiento de la cúspide palaciega. Diversos analistas y reportajes han demostrado que los sectores Defensa e Interior siempre han sido coto privado del propio jefe de Estado y de su equipo más cercano de colaboradores, de modo que si las investigaciones sobre los reglajes prosperaran, tarde o temprano, terminarán salpicando a la cúspide.
Pero es evidente también que la señora Ana Jara no parece tener nada que ver con estas actividades impropias de las sociedades abiertas. A nadie con algo de sentido común se le ocurriría que los ministros de las áreas económicas y productivas (incluido el de Educación) tendrían algún vínculo con semejantes despropósitos.
A estas alturas, pues, parece acertado hablar de facciones palaciegas, pero no de las facciones nacidas de un distanciamiento entre Ollanta Humala y Nadine Heredia, según la versión que se vendió en los dos primeros años de administración. Se trata más bien de sectores que han surgido naturalmente de un gobierno que abandonó un proyecto autoritario mientras se decidía a mantener el modelo económico.
El proyecto autoritario dejó una maquinaria de inteligencia sin mucho trabajo y, bueno, allí están los destapes que seguirán saliendo uno por uno. Y, por otro lado, allí están también los ministros convocados para enfrentar la desaceleración económica y la propia Ana Jara, rehén de circunstancias que no puede controlar.
Todo indica que el régimen nacionalista seguirá con estos comportamientos hasta el último minuto en que permanezca en el poder. La idea de un aparato de inteligencia ayuda a soñar con una salida que evite el ajuste de tuercas que, al parecer, se producirá contra la pareja presidencial luego de las elecciones del 2016. Dentro de este razonamiento es absolutamente entendible una eventual candidatura de Daniel Urresti.
La presencia de los ministros tecnócratas ayuda a imaginar un escenario en que se le dobla la mano a la desaceleración económica y se tienta una candidatura de buenas maneras como la de Ana Jara. Veremos dijo el ciego.
Por Víctor Andrés Ponce
(23 - Ene - 2015)
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