LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
El juego del diálogo
¿Es posible discutir y arribar a acuerdos en ausencia de los líderes políticos principales?
Ayer se produjo la segunda reunión nacional del diálogo convocado por la jefa del Gabinete, Ana Jara, con la novedad de la participación del fujimorismo mientras se mantenía la abstención aprista. El tema de agenda: la reforma del sistema electoral. El presidente Humala inauguró la junta y quizá sintiendo que estaba en un cónclave de segundones se retiró con rapidez. ¿Semejante diálogo es el que necesita la democracia peruana para superar la casi perpetua sensación de que las instituciones caminan al filo de una crisis de gobernabilidad?
Una ojeada muy rápida a los participantes de la reunión y la propia agenda que se desarrolló nos plantean una pregunta: ¿Acaso el diálogo de Ana Jara no aborda los temas que se deben tratar en el Congreso? Todo indica que sí. ¿Por qué entonces la duplicidad de esfuerzos? Si en el Legislativo no se dialoga sobre la reforma electoral, ¿por qué tendría que suceder algo diferente con las convocatorias de Jara?
Algo, pues, está mal en las iniciativas de la señora Jara. En las democracias saludables, las conversaciones entre las diversas fuerzas políticas no se desarrollan para suplantar a las instituciones consagradas en la Carta Política sino para agregar un espacio de acuerdo cualitativamente diferente entre los actores públicos. Y ese agregado cualitativo solo lo pueden crear los jefes políticos.
Simplificando las cosas: ¿Se puede avanzar en convergencias políticas sin la participación directa de Keiko Fujimori, Alan García, PPK, el propio Humala y Luis Castañeda? Creemos que no. Tenemos entonces que terminar con los juegos del diálogo porque, finalmente, solo terminan devaluando la idea de los acuerdos y pactos tan necesarios para nuestra debilitada democracia.
El país necesita un acuerdo para cancelar la polarización que el nacionalismo desarrolló desde el primer día de gobierno, que ha terminado envileciendo el espacio público y cancelando los puentes entre oficialismo y oposición como solo sucede en los regímenes autoritarios de América Latina. De lo contrario, el calendario electoral y las estrategias de los candidatos interferirán de manera dramática en las funciones de gobierno. Es decir, las elecciones podrían terminar apagando los motores del Estado, la economía y la sociedad en tanto el gobierno se transforma en un actor electoral más.
Nuestras confusiones con respecto a los diálogos y acuerdos surgen de nuestras tradiciones políticas que siempre han priorizado el disenso sobre los consensos. Por ejemplo, Víctor Raúl Haya de la Torres, un político moderno del siglo pasado, fue acusado de traidor por promover pactos con sus peores enemigos en el afán de evitar la guerra civil.
Si bien la imposibilidad de las instituciones republicanas en echar raíces en suelo peruano tiene que ver con la ausencia de una sociedad de propietarios y ciudadanos debido a la exclusión de las masas andinas desde la Independencia, también está vinculada a la confrontación y las excomuniones de los caudillos que poblaron la escena pública del país. En las reiteradas convocatorias al diálogo y los permanentes gestos vacíos, de una u otra manera, parece reeditarse semejantes tradiciones.
Por Víctor Andrés Ponce
04 - Mar - 2015
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