LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
El fracaso radical en Puno y la oportunidad para el Perú
El país y los puneños construyen una nueva oportunidad
El fracaso del llamado “paro en seco” en Puno, del 30 de mayo pasado, es una terrible noticia para los sectores radicales y los núcleos del eje bolivariano que proponen una asamblea constituyente. Y representa una noticia alentadora para que el Perú, los peruanos y los puneños encontremos un nuevo momento en la construcción de la peruanidad.
¿Por qué la trascendencia del derrumbe radical en Puno? Porque luego del fracaso del golpe de Pedro Castillo y de las olas insurreccionales que pretendían quebrar el Estado de derecho y convocar a una constituyente, la violencia se replegó hacia algunas provincias del sur y, finalmente, se focalizó en Puno. La continuidad por varias semanas de los bloqueos convirtió a la región altiplánica en el símbolo del antisistema. En ese lugar demasiado trascendente para el futuro de la democracia acaba de fracasar el radicalismo.
Sin embargo, lo peor que puede suceder es que el Gobierno de Dina Boluarte, el Congreso y los partidos democráticos interpreten el reciente fracaso radical como un alejamiento de los puneños de las propuestas antisistema. De ninguna manera. El radicalismo acaba de fracasar en el altiplano por la recesión económica, por la economía. La gente no puede protestar ni bloquear carreteras porque las familias tienen que alimentar a los niños. No se necesita mucha sociología para entender el fenómeno.
Por todas estas consideraciones, el Ejecutivo debería implementar un shock de inversiones que cambie para siempre la relación de los puneños con el Estado nacional: desde las obras de agua y desagüe en toda la región (especialmente en Juliaca) hasta la descontaminación del Lago Titicaca. Si hay voluntad, el Gobierno podría entenderse largamente con el gobierno regional y las cosas avanzarían.
Igualmente, los partidos democráticos, sobre todo aquellos con tradición organizativa como el Apra –en vez de desangrarse en conflictos internos– deberían entender que no es suficiente la ofensiva del Estado, ni la voluntad de las fuerzas armadas y policiales, para cambiar las cosas en Puno. Se necesita que los partidos civiles disputen el alma y el favor de los puneños representando sus intereses hacia una salida democrática. A nuestro entender solo un gran movimiento civil construirá un nuevo puente entre Puno y la peruanidad.
Si el Ejecutivo, el Congreso y los partidos democráticos no asumen su responsabilidad en Puno entonces nadie habrá sacado las lecciones de la violencia insurreccional del verano pasado. Y quizá en el sur la violencia destructiva no regrese otra vez; sin embargo, el sentimiento antisistema se extenderá con más rabia que antes y en las próximas elecciones del 2026 el voto radical antisistema, otra vez, podría poner en vilo a la democracia y la libertad en el país. Y a lo mejor esta vez si sucumbimos ante el totalitarismo, porque Dios solo puede ser peruano una o dos veces. No más. El resto es frivolidad.
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