LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
El Estado de derecho no puede ceder a la insurrección
El Legislativo no debe ceder a la anarquía y la violencia
La historiografía marxista nos ha contado que las insurrecciones son invencibles porque nadie puede contra la sublevación de un pueblo. Bajo este argumento, el Zar Nicolás II de Rusia no tenía más opción que renunciar y aceptar el paredón bolchevique. Igualmente, Luis XVI de Francia no podía resistirse ante el asalto a La Bastilla y solo le restaba abdicar y entregar el cuello a la guillotina. La historiografía marxista y jacobina está llena de leyendas y fábulas para romantizar los procesos revolucionarios.
Sin embargo, diversas historiografías han comenzado a desmitificar las hechicerías bolcheviques. Por ejemplo, se sostiene que si el Zar hubiese resistido, la revolución bolchevique habría sido derrotada y quizá el mundo se habría ahorrado los 100 millones de muertos del comunismo. Los insurrectos de Moscú y Petrogrado eran minorías que representaban a unos miles en un extenso país de cerca de 100 millones de habitantes de entonces. Lo mismo se sostiene sobre la revolución francesa, la abdicación del rey y el asalto al poder de las minorías, que luego inundó con cadáveres los cementerios de Europa.
Una insurrección siempre es un acto de minorías, a veces acompañada de sectores más amplios, pero siempre es un acto de minorías. Si el poder constituido resiste y la violencia y destrucción se prolonga, la insurrección generalmente fracasa, porque las mayorías se vuelven contra las minorías. Finalmente, las familias tienen que seguir alimentando a los niños.
¿A qué vienen estas especulaciones? Fuerza Popular acaba de cometer un error devastador con el intento de adelantar las elecciones para el 2023 convirtiéndose en representante de la desesperación de algunos sectores de la sociedad y contemporizando con la estrategia progresista de capturar la transición política. Semejante propuesta ha motivado a la presidente Dina Boluarte a exigir que el Congreso apruebe el cronograma electoral para el 2023, de lo contrario, anunció que el Ejecutivo presentaría una iniciativa en ese sentido. Por otro lado, propuso que el próximo Congreso a elegirse discuta la reforma total de la Constitución. Una situación muy grave, porque es la primera vez que el Estado de derecho trastabilla de gravedad luego de la insurrección bolivariana desatada con el fallido golpe de Pedro Castillo.
A nuestro entender el adelanto de elecciones tiene poco que ver con el programa de la insurrección. De allí que las bancadas comunistas hayan votado abiertamente –con gran coherencia– en contra del adelanto electoral del 2023 sin referendo para la constituyente. Las vanguardias comunistas que impulsan una insurrección de minorías violentistas (concentraciones de no más de 5,000 manifestantes) quieren la quiebra del Estado de derecho y una salida de nuevo poder: la asamblea constituyente. Los progresistas, por su lado, desplazados del Estado, desde el Gobierno de Pedro Castillo, arman el relato de que todo tiene que ver con el adelanto electoral para capturar la transición. Ya tienen hasta el presidente para el proceso, sorprendentemente.
Es evidente que el adelanto de elecciones ayuda a derrotar a la insurrección. Sin embargo, la premura, la voluntad de hacer las cosas a tontas y locas, y la fractura de la centro derecha, evoca los peores momentos de la abdicación del Zar antes de que lo fusilaran.
Ahora no hay diálogo, como plantean los progresistas, porque las vanguardias comunistas no lo quieren adrede y cancelan a cualquier representante, cualquier interlocutor. Cuando los progresistas hablan de diálogo, en realidad dicen que hablen con ellos. Sin embargo, el progresismo no representa a nadie en el movimiento insurreccional. Todos lo sabemos.
Por todas estas consideraciones, los defensores del sistema republicano deben focalizarse en la defensa de la Constitución y el Estado de derecho, respaldar a nuestra policía y fuerzas armadas, y convocar a la sociedad a organizarse en la defensa de la producción y la economía familiar. Si el sistema constitucional resiste la insurrección será derrotada por varias décadas.
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