LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
El caso Nadine y el anti
Los trapos sucios de Palacio quizá terminen favoreciendo a Keiko y a Alan.
De súbito las acusaciones sobre transferencias venezolanas y tarjetas de crédito en contra de Nadine Heredia se convierten en un debate acerca del gobierno más corrupto de los últimos tiempos. Semejantes aproximaciones, antes que análisis periodísticos, más parecen debates proselitistas. ¿Por qué? Porque los casos de corrupción en el fujimorismo ya han sido procesados y sentenciados y los del aprismo están en investigación en el Congreso, el Ministerio Público y el Poder Judicial. ¿A qué viene entonces el recordaris?
Detrás de los escuderos de Nadine están, de una u otra manera, los mismos sectores que han cultivado el anti como declaración de principios y definición ideológica. Por ejemplo, habría que subrayar que no hay expresión más concentrada del antifujimorismo que el nacionalismo de Ollanta Humala. Si alguien pretende explicar el triunfo electoral de Humala solo encontrará anti y más anti. Ese mismo anti que ungió a la mal llamada pareja presidencial, que cultivó el antiaprismo durante los cuatro años de administración nacionalista y que desató una persecución contra Alan García con la clara intención de inhabilitarlo.
Si observamos las cosas desde ese ángulo entenderemos el porqué los analistas de izquierda sacan la balanza y pretenden pesar cuando hubo más corrupción, en vez de auscultar la grave crisis de gobernabilidad que se podría desatar si es que no tramitamos correctamente las denuncias contra Nadine Heredia. En El Montonero se ha sostenido que los policías, fiscales y jueces deben dedicarse a investigar, procesar y sentenciar, mientras que los políticos deben construir gobernabilidad en base a pactos y acuerdos.
Sin embargo la gracia de los muchachos de la izquierda nos permite algunas reflexiones. Es evidente que las denuncias contra la cúpula nacionalista desmoronan los pilares con los que se había cultivado el anti y se ha envenenado el espacio público.
Si el régimen nacionalista, la quintaesencia del anti, que, incluso, mereció garantes de la talla de Mario Vargas Llosa, resulta una simple sucursal de la frivolidad y de irregularidades tradicionales –por decir lo menos-, ¿cómo así se va actuar en las elecciones del 2016? ¿Con qué autoridad se va a armar esas montañas de anti propaganda que vienen caracterizando a los últimos procesos electorales? Creo que los analistas de izquierda ya perciben las respuestas a estas interrogantes.
Pero hay algo más. De una u otra manera empiezan a percibir que los misiles que han caído sobre Palacio de Gobierno favorecen largamente a las estrategias del fujimorismo y de Keiko Fujimori. ¿A qué nos referimos? Cualquier observador se percata de que la candidata naranja, al menos hasta ahora, la tiene segura hasta la primera vuelta. A partir de allí se despliega el reino de la incertidumbre por la anchura del antifujimorismo. Sin embargo los trapos sucios de la Casa de Pizarro quizá puedan terminar favoreciendo a la tienda naranja porque le quitan autoridad y predicamento al discurso del anti. Quizá lo mismo valga para la campaña de demolición contra García.
Por todo eso no sería extraño que, ante la sucesión de denuncias, en los próximos días se sumen otros escuderos de la izquierda. Por ejemplo, Susana Villarán acaba de poner el pecho por Nadine, pero eso ya es otro asunto. Es pura política y no tiene que ver con el análisis periodístico.
Por Víctor Andrés Ponce
05 – Jun – 2015
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