LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
El año de la guerra ideológica y cultural contra el comunismo
El papel de las ideas y narrativas en la lucha por la libertad
El 2022 fue el año de la caída del Gobierno de Pedro Castillo, que expresaba una alianza diversa y plural de todas las corrientes comunistas, colectivistas e, incluso, progresistas. Un cataclismo para el eje bolivariano en la región. Castillo no fue un Allende, sino un fenómeno más vinculado a los asuntos judiciales y penales. En el Perú, sin exageraciones, podría sobrevenir una nueva era alejada de los relatos progresistas que, finalmente, encumbraron a Pedro Castillo en el poder.
Sin embargo, para que sobrevenga una nueva era, los defensores del sistema republicano y las libertades deben entender la enorme importancia de la lucha ideológica y cultural. Finalmente Chile y Perú, las dos estrellas del mundo emergente en cuanto a crecimiento y reducción de pobreza, sucumbieron ante gobiernos comunistas y colectivistas. El motivo: las derechas, los republicanos y los defensores de la libertad abandonaron la lucha ideológica y cultural.
La idea del barbado Marx acerca de que la estructura económica era determinante para organizar la superestructura (cultura, derecho, moral) ha sido retocada por los comunismos, neocomunismos, progresismos y posmodernismos actuales, con la tesis de que ¡salvo la cultura todo es ilusión! Una manera de parafrasear el ¡salvo el poder todo es ilusión!
Las mayores expresiones de este neocomunismo cultural se encuentran en Chile y Perú, donde hasta parte de la derecha fue evangelizada con los relatos parciales sobre la supuesta defensa de derechos humanos –con el objeto de aniquilar la autoridad del Estado democrático–, la demonización de empresas y mercados, las supuestas defensa del medio ambiente y las mentadas ideologías sobre el género y la sexualidad.
Pero la más clara muestra de este progresismo cultural se materializó en el Perú: se eligió a Pedro Castillo, el peor candidato de la historia republicana, el menos preparado y con claros vínculos con el maoísmo. ¿Cómo fue posible semejante barbarie política? La fuerza de la cultura, la fuerza de los relatos, que hicieron creer a muchos que existía un mal mayor a la destrucción nacional que padecimos durante un año y medio con Castillo.
Por todas estas consideraciones, si queremos convertir la caída del Gobierno de Castillo en la caída de nuestro Muro de Berlín debemos desplegar la más intensa guerra cultural e ideológica de nuestra historia republicana. Recordemos que treinta años atrás, la captura de Guzmán y el mando senderista debió convertirse en el desplome de nuestro Muro de Berlín. Sin embargo, le dejamos a los progresistas posmodernos la construcción de los relatos y fábulas que hegemonizaron a la sociedad. El resultado: la elección de Castillo, incluso, apoyado por un sector de la alta clase media embrutecida por las narrativas neocomunistas.
No hay tiempo que perder en la guerra cultural. Y, el primer paso, es recuperar el lenguaje, el imperio de los conceptos. Por ejemplo, ¿quién defiende los Derechos Humanos en el Perú? ¿Acaso los insurrectos que atacan aeropuertos y pretenden instaurar una sociedad totalitaria, o quienes defienden la Constitución y el equilibrio de poderes?
La batalla cultural que debe desplegarse entonces tiene que representar una impresionante movilización. Pero, igualmente, debe rescatar todos esos valores y tradiciones que han construido la grandeza de Occidente y han posibilitado la libertad en la humanidad: desde la filosofía, pasando por la propiedad y los mercados, hasta el papel de la familia como la célula de la libertad humana, contrapuesta a las tendencias totalitarias del Estado.
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