LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
¿Consensos contra el anti?
Firme reacción de Alan García y también de PPK de rechazo al antifujimorismo
La firme reacción de Alan García contra la afirmación de Ollanta Humala acerca de que “el fujimorismo había nacido en un cloaca” nos revela que, por angas o por mangas, en medio del embrutecimiento de la política que impulsa el nacionalismo y el descrédito general de las instituciones, comienza a surgir una cultura política diferente. La idea de que el Perú tiene que sumar convergencias, espacios de confluencia, al parecer empieza a prender en sectores que, de acuerdo a nuestras tradiciones, deberían haber echado más leña al fuego.
El pronunciamiento de García es importante, sobre todo, considerando que – más allá de encuestas circunstanciales- debido a sus destrezas políticas, es uno de los posibles animadores de la segunda vuelta del 2016. Por los favores que, paradójicamente, le hace el antifujimorismo y por el evidente enraizamiento social del movimiento naranja, la otra animadora debe ser Keiko Fujimori. García nos parece decir que ya corre el candidato presidencial, pero distanciado de las tendencias disolventes del anti.
Ahora que Alan pone el cuerpo contra el anti habría que recordar que, cuando arreciaba una feroz campaña de los grupos mediáticos tradicionales para tachar la candidatura de Luis Castañeda Lossio en los comicios municipales pasados, García y Keiko salieron a defender la democracia, el voto mayoritario de Lima y se opusieron a esa leguleyada. De una u otra manera, emergió nítidamente el poder de los políticos sobre otros poderes, tal como debe suceder en cualquier sociedad abierta.
Si también reseñamos las declaraciones de PPK contra los improperios de Humala, es evidente que algo nuevo está surgiendo. ¿Cómo así?, se preguntarán algunos. ¿Así nomás cambian nuestros políticos de siempre? Quizá una primera respuesta la podamos encontrar en la dura batalla que libró una mayoría social y política durante los dos primeros años de gobierno nacionalista, cuando la amenaza de un proyecto autoritario se dibujaba en el horizonte. Entre los diversos sectores de oposición no hubo reuniones ni pactos como correspondía, pero el temor de una larga noche con una mediocre dinastía, erizaba los pelos a cualquiera que pretendiera vivir en una sociedad medianamente abierta.
Las carencias y los miedos en política y psicología impulsan a la autodestrucción pero también al acto constructivo. Algo de eso comenzó a suceder cuando la obsesión nacionalista por inhabilitar a García no pasó, porque, si bien hubo dudas y cálculos, la primera fuerza de la oposición en el Congreso no se sumó a la maniobra de los estrategas autoritarios. Algo de eso también pasó cuando Keiko y Alan entendieron que oponerse a la leguleyada que buscaba tachar a Castañeda era un imperativo de la democracia, porque si los jueces electorales podían enfrentarse a la mayoría de Lima con un artilugio administrativo, entonces, tendrían toda, pero toda la cancha libre para hacer lo que pretendieran.
Pero detrás de la amenaza autoritaria en los primeros dos años del régimen nacionalista, de una u otra manera, quizá hubo una racionalización sobre los efectos disgregadores que producen los anti en una sociedad abierta. Humala ganó por el antifujimorismo y, más allá de las curiosidades intelectuales de los garantes, nos salvamos por un pelo de la oscuridad autoritaria. Quizá también por eso no prosperó el anticastañedismo y quizá por eso haya comenzado el adelgazamiento social de los anti.
Por Víctor Andrés Ponce
(24 - nov - 2014)
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