La minería al rescate del Perú

Crecimiento de exportaciones de cobre es determinante

En diciembre pasado la economía creció en 6.4%, la tasa más alta de los últimos años y el PBI anual del 2015 logró expandirse en 3.3%. Gracias a este impulso logramos superar en algo la grave desaceleración que amenazaba con acercarnos a la recesión de otros países latinoamericanos. Los pronósticos para el 2016 mejoran y ahora los especialistas señalan que no es exagerado pensar en un crecimiento de 4% para el 2016.

La explicación del empujón económico hacia arriba en el 2015 está en la expansión del 15% de la minería y la de la pesca en alrededor del 60%. Pero como todos sabemos, por un asunto de precios, la minería -sobre todo el del cobre- siempre será determinante.  

La subida de la minería se explica por la ampliación de Cerro Verde, la ampliación de Antamina, el desarrollo de Constancia y el inicio de la producción de Las Bambas, una de las minas más grandes del planeta.  El incremento del volumen de las exportaciones sostendrá el crecimiento del 2016, el 2017, y parte del 2018, pero en la medida en que no hay nuevas exploraciones ni inversiones todo se frenaría en seco en la segunda mitad del 2018. Así están las cosas.

Sin embargo vale detenerse en el papel que juega la minería y el incremento de las exportaciones no obstante que  el precio de la libra del cobre ha descendido de US$ 4 dólares a US$ 2 dólares. En primer lugar se confirma que se podía aumentar el volumen de exportaciones no obstante la caída de los commodities, porque el Perú es altamente competitivo en minería debido a los bajos costos de energía.

En segundo lugar, el papel del radicalismo anti minero en bloquear proyectos como Conga y Tía María es absolutamente negativo, porque no solo paraliza el crecimiento sino la reducción de pobreza. El mismo papel cumple la sobreregulación estatal que ha bloqueado más de una decena de proyectos importantes.

Los llamados “diversificadores” de la economía, si bien ya no se oponen al libre comercio ni abogan por aranceles altos ante los desastres de Venezuela y Brasil, si han relativizado la trascendencia de la minería para el desarrollo nacional. Los argumentos van desde la caída de los commodities hasta sueños industrialistas del siglo XVIII. Es evidente que los “diversificadores” tienen algo de razón: la economía tiene que diversificarse y complejizarse más, pero de ninguna manera apagando el principal motor de la locomotora. Suena a locura.

La única manera de diversificar al margen de juegos de artificio es reformando al principal fracaso de los últimos 25 años: el estado. Si el estado no es capaz de resolver los déficits institucionales acumulados, de convocar a los privados para resolver los déficits de infraestructuras, de reformar la educación al margen de ciertas bombardas y de organizar un sistema de salud inclusivo, la economía jamás se diversificará. ¿Cómo puede prosperar la innovación ante semejantes retrasos?

Siempre hay que recordar que las economía diversificadas, enganchadas en las grandes tendencias innovadoras de la economía, solo existen porque en las sociedades donde prosperan existe un estado que respalda un sistema de derechos que incluye a todos. Microsoft y Facebook nunca habrían podido surgir en Venezuela o en Rusia, por ejemplo.

No obstante los logros de la economía de mercado, si el Perú no avanza en reformar el estado, tarde o temprano, se convertirá en una sociedad encallada en la llamada “trampa de ingresos medios”. Cuando eso sucede empieza el inevitable retroceso.